A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

miércoles, 16 de mayo de 2012

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LOS ALACRANES, MITOS Y REALIDADES

LA PALABRA alacrán viene del árabe al- ágrab y quiere decir escorpión. La palabra escorpión viene del latín scorpio, omis y quiere decir alacrán. Por lo tanto, ambos nombres se refieren al mismo animal, un arácnido muy temido por todas las personas de todas las épocas. Este temor está justificado, pues su picadura, dependiendo de la especie involucrada, puede ocasionar desde un malestar ligero con poca inflamación y dolor local, hasta un dolor muy intenso, con graves complicaciones en los sistemas nervioso, muscular, circulatorio y respiratorio que, en ocasiones, pueden conducir a la muerte.

Los antiguos pobladores de estas tierras conocían bien a los alacranes; en todas las lenguas y dialectos de las diferentes tribus se encuentran vocablos para designarlos. Casi todos los cronistas como Sahagún, Landa, Clavijero y otros los mencionan en sus escritos. Formaron parte de muchas de las supersticiones de estos pueblos. Los zapotecas, por ejemplo, consideraban de mal agüero que estos arácnidos entraran en sus casas, se los encontraran o estuvieran cerca de ellos; si aparecía un alacrán mientras conversaban, creían que éste era un espía mandado por el diablo.


Foto 1.

El alacrán colotl era también el símbolo del dios del fuego Xiuhtecuhtli, debido a que su picadura produce un dolor ardiente. Asimismo, el fuego podía estar simbolizado por el aguijón de un alacrán, despidiendo humo. En el Códice Vaticano se observa a un alacrán sosteniendo en las pinzas un hueso provisto con una serie de dientes, para intensificar más la idea de lo ardiente, de lo que causa escozor. Cuando los antiguos mexicanos hacían la pictografía del agua caliente, pintaban un alacrán, pues éste, cuando pica, quema (Seler, Del Paso y Troncoso).

Veneraban también a la constelación del alacrán Colotlixáyac (que no corresponde a la indoeuropea), muy importante para los antiguos mexicanos, pues ella les indicaba el momento propicio de encender el Fuego Nuevo.

A los alacranes los relacionaban además con la muerte, asociándolos con Mictlantecuhtli, el dios de los muertos, de las profundidades y de la oscuridad.

Tenían, asimismo, leyendas referentes a estos animales, como la muy conocida en que interviene la versátil diosa Xochiquetzal, famosa por provocar el amor y seducir a dioses y mortales. Cuentan que una de sus víctimas fue Yappan, un sacerdote penitente que había hecho la promesa de vivir en abstinencia y castidad sobre una piedra, para complacer a los dioses. Sin embargo, Xochiquetzal se dedicó a provocarlo hasta lograr que cediera a sus encantos. Entonces Yaotl, una de las formas que tomaba el dios Tezcatlipoca, enojado por el rompimiento de la promesa, decapitó a Yappan, convirtiéndolo, a él y a su mujer Tlahuitzin, en alacranes negro y rojizo-amarillento, respectivamente. Así, cuando alguien era picado por un alacrán, el médico náhuatl lanzaba conjuros contra el alacrán Yappan.

Debido a la particular forma de vida y de defensa de estos animales, gente de otras regiones de la Tierra, aparte de México, ha inventado muchas historias y creencias locales sobre ellos. Cloudsley-Thompson (1990) relata sobre ellas.

Como se señaló en el primer capítulo, los alacranes son los animales terrestres más antiguos que se conocen. Se han encontrado fósiles en depósitos del Silúrico, con una antigüedad aproximada de 360 000 000 de años. Su morfología y costumbres han variado poco desde entonces. Hay especies pequeñas, medianas y grandes que no alcanzan longitudes mayores de los 18 cm. El color de su tegumento varía en tonalidades de amarillo, café claro, café oscuro, hasta casi negro. La primera región del cuerpo o prosoma lleva un par de dentados, pequeños pero fuertes, un par de pedipalpos muy poderosos y grandes, provistos de unas tenazas o quelas muy fuertes, con dientes, y los cuatro pares de patas locomotoras, delgadas y aptas para correr con rapidez en caso necesario. La parte dorsal del prosoma está cubierta por una placa esclerosada, el caparazón, que en su zona central lleva un par de ojos medios sobre un tubérculo ocular; tiene además dos, tres o cinco ojos laterales, a cada lado del margen anterior; también puede haber formas ciegas, aunque son pocas. En la región ventral del prosoma se encuentra la cavidad preoral, formada por extensiones de las coxas de los pedipalpos y de los dos primeros pares de patas, al fondo de la cual se halla la boca. La pequeña placa posterior es el esternón.


Figura 3. Aspecto general de un escorpión.

La región posterior del cuerpo u opistosoma está dividida en dos subregiones, el mesosoma, que se encuentra unido al prosoma en todo lo ancho, y el metasoma o cola, mucho más delgado y largo; el último segmento de la cola está ensanchado, y forma la vesícula y el aguijón. Dentro de la vesícula se encuentran dos glándulas venenosas, cuya secreción sale por conductos que van a desembocar cerca de la punta del aguijón. En la parte ventral del mesosoma se localizan la abertura genital, cuatro pares de estigmas filotraqueales y unas estructuras características de los alacranes, que son los llamados peines, de función sensorial y que se consideran como apéndices modificados. El ano se abre en el extremo distal del metasoma, antes de la vesícula.

Se conocen cerca de 1 000 especies a nivel mundial, que se agrupan en seis familias, siendo la más importante la familia Buthidae, por agrupar en ella todas las especies consideradas como las más peligrosas por la potencia de su veneno. Los alacranes se encuentran en las regiones secas, calientes y templadas del mundo, pero algunas especies pueden vivir también en lugares fríos y húmedos, como bosques y cuevas. Tanto la forma aplanada de su cuerpo, como la intensa esclerotización de su tegumento facilita el que puedan esconderse debajo de piedras, corteza de árboles, diversos escombros como latas, palos, depósitos de agua y de otros objetos similares; es frecuente encontrarlos en las tierras cultivadas, entre las mazorcas de maíz, entre las cañas de azúcar o entre las palmas de coco y platanares. Los que viven escondidos entre la vegetación que rodea a las casas suelen acercarse e introducirse a las habitaciones, sobre todo en la época de lluvias, buscando refugio y alimento como el que ofrecen las cucarachas, cochinillas, tijeretas y otros insectos. Dentro de las viviendas se esconden en los clósets, entre los zapatos y las botas, entre la ropa doblada, como sábanas, cobertores y toallas, ocasionando grandes sobresaltos al ama de casa, que de pronto se topa con uno de estos animales, al agarrar y desdoblar alguno de estos lienzos. Tienen especial predilección por los techos de palma o por las vigas viejas de casas antiguas, encontrándose también en las bóvedas, entre las tejas y los adobes, en bodegas y establos y entre la basura y desechos acumulados. Hay, además, muchas especies adaptadas a vivir en los desiertos, en las tierras áridas y secas de muchas montañas, así como en la arena, cerca de las playas. Son capaces de enterrarse no sólo en la tierra floja, mezclada con hojarasca y en la arena, sino también en suelos de cierta dureza, ayudándose con todos sus apéndices. Una especie se encontró a 800 m de profundidad; otras, a 5 500 m de altitud, en montañas con nieve.

Son animales de hábitos nocturnos, que permanecen escondidos durante el día, y salen a cazar sus presas durante la noche. Tienen gran resistencia para soportar el calor, la falta de agua y largos periodos de ayuno, gracias a que pueden almacenar parte del alimento ingerido, cuando éste ha sido abundante. Se alimentan fundamentalmente de insectos, miriápodos, otros arácnidos y algunos crustáceos terrestres, que atrapan con sus pedipalpos tan pronto como hacen contacto con ellos. La mala visión de los ojos no les ayuda para nada en este acto; en cambio, el sentido del tacto es esencial para su sobrevivencia. Los principales órganos de los sentidos de los alacranes son unos pelos largos, llamados tricobotrias, que se localizan en los pedipalpos y que son capaces de percibir cualquier vibración que se produzca en el medio, originada por un ser vivo o por algún fenómeno físico.

Cuando una posible presa toca alguna parte del cuerpo o de los apéndices de un alacrán, la reacción de éste será inmediata, y abrirá y cerrará las pinzas o quelas de sus poderosos pedipalpos hacia el lugar del contacto, tratando de capturar al animal. Si lo logra, la presa luchará vigorosamente para librarse de su aprehensor; el alacrán, entonces, le inyectará una pequeña porción de su veneno, introduciendo su aguijón en alguna parte blanda de la víctima. A continuación empezará a despedazarla con sus quelíceros, mientras los pedipalpos siguen sosteniendo la presa. Los pequeños trozos serán depositados en la cavidad preoral, formada por los bordes de las coxas de los pedipalpos y las proyecciones de las coxas de los dos primeros pares de patas. Esta cavidad pronto quedará cubierta con una sustancia enzimática, que efectuará la digestión parcial del alimento, el cual, una vez licuado, será succionado por la parte anterior del intestino, a través de la boca, que está situada en el fondo de la cavidad preoral. La digestión se completará intracelularmente en los ciegos del intestino medio. Todos los restos sólidos, junto con el exoesqueleto del artrópodo devorado serán desechados y su paso hacia el interior será obstaculizado por grupos de sedas que se encuentran en la cavidad preoral.

Entre los escorpiones es frecuente el canibalismo y no necesariamente porque estén hambrientos y no tengan otra cosa que comer. En el curso de su larga existencia sobre el planeta, seguramente su instinto les ha enseñado que, o comen o serán comidos.

Los alacranes tienen los sexos separados, pero es difícil distinguir el macho de la hembra, al menos que se recurra al estudio de ciertas estructuras ligadas al sexo, que realizan los especialistas. En algunas especies los machos son más esbeltos y tienen la cola más larga y delgada que la hembra. La fecundación se lleva a cabo por medio de ermatóforos, es decir, pequeños saquitos llenos de esperma que el macho deposita y pega firmemente en el suelo y cuyo contenido es succionado, más tarde, por la abertura genital de la hembra. Para que esto suceda, se establece una especie de cortejo prenupcial, que durante mucho tiempo tuvo intrigados a los investigadores y que tiene sus variantes en las diferentes especies.

En el reconocimiento de los sexos de una misma especie intervienen sustancias especiales, llamadas feromonas, que son percibidas por el olfato. Pero las parejas suelen también reconocerse por medio de estridulaciones, o sea, ligerísimos ruidos que hacen al frotar entre sí algunas partes de su cuerpo.

Llegado el momento de la reproducción, el macho busca a la hembra, agarra con sus pedipalpos o sus quelíceros a las partes respectivas de ella, y empieza a empujarla y a jalarla para adelante y para atrás. La explicación de este comportamiento no se entendió durante mucho tiempo; lo que sucede es que el macho, no pudiendo soltar a la hembra, bajo riesgo de ser devorado, trata de encontrar una superficie favorable para depositar su espermatóforo; esto lo realiza con ayuda de unas estructuras sensoriales, llamadas peines, que posee en la parte ventral de su cuerpo, cerca de su abertura genital. Si no encuentra el sitio adecuado, esta aparente danza puede prolongarse por horas. Durante este proceso, los machos de algunas especies procuran excitar a la hembra, picándole ligeramente las articulaciones de los pedipalpos o tocándole el área genital y los peines, con el primer par de patas. Antes de depositar el espermatóforo, el macho suele rascar la tierra con sus patas posteriores. El saquito repleto de esperma estará provisto de un cemento especial, gracias al cual queda pegado firmemente al sustrato, en determinado ángulo; posee además una especie de palanca, que funcionará en el momento indicado. Una vez depositado el saquito, el macho jalará a la hembra hacia el sitio donde se encuentra el espermatóforo, y la colocará sobre él. Al sentir la hembra, por medio de sus peines, la presencia del espermatóforo, bajará el cuerpo, abriendo su opérculo genital; con esta presión se soltará la palanca del saquito y el esperma saldrá disparado hacia la abertura genital de la hembra. A partir de ese momento, todo se sucederá con gran rapidez; la hembra retrocederá y el macho la soltará, huyendo de prisa para no ser atrapado y comido por su pareja. En caso de no lograr escapar, la hembra se dará un festín con él; también será ella la que se coma lo que quedó del espermatóforo.

Algunas especies de alacranes son vivíparas, es decir, dan nacimiento a pequeños escorpiones completamente formados; en este caso, los embriones han sido alimentados por la madre a través de una especie de cordón umbilical. Otros alacranes son ovovivíparos, o sea, que los embriones se han alimentado dentro del huevo, con el vitelo de éste; cuando los huevos son puestos, llevan dentro a seres casi completamente formados, que eclosionan poco después de la oviposición.

Cuando nacen, los pequeños alacranes tienen ya, en general, el mismo aspecto de los adultos y no sufren una metamorfosis durante su desarrollo; por eso, a todos los estados juveniles se les designa como ninfas, que todavía no tendrán diferenciado su aparato reproductor.

La cría recién nacida se sube al dorso de la madre y, dependiendo de la especie, permanecerá allí hasta después de la primera, segunda o tercera mudas; durante todo este tiempo, la madre comparte el alimento con ellos. Pasada esta etapa, los jóvenes alacranes abandonan a la madre para buscarse su propio alimento, que consiste de pequeños artrópodos o larvas y ninfas de insectos. Tendrán que pasar todavía por diversas mudas, o sea que, periódicamente, tendrán que desprenderse de su exoesqueleto para poder crecer, hasta llegar a su madurez sexual o estado adulto; llegado el momento, buscarán a su pareja para llevar a cabo el acto de la reproducción, perpetuando en esta forma a la especie.

Hay la creencia, muy generalizada entre la gente del pueblo, que los pequeños alacranes se comen a la madre. Esta idea ha surgido desde hace mucho, por ver a la cría sobre el dorso de la hembra. Esto, definitivamente, no es cierto. Aunque quisieran hacerlo, los frágiles animales recién nacidos todavía están muy débiles y sin fuerza suficiente para atravesar el duro tegumento de la madre. Por el contrario, es la hembra de la que tienen que protegerse los pequeños, pues, aunque los cuida por un tiempo, llega el momento en que deben escapar antes de que ésta deje de verlos como hijos y los empiece a vislumbrar como apetitosas presas.

El mecanismo de defensa más efectivo que tienen los alacranes cuando se ven atacados es inyectar veneno por medio de su aguijón; por eso, un alacrán que normalmente camina con la cola hacia abajo, apenas presiente el peligro la levanta con la intención de defenderse. Si se encuentra en grado sumo de excitación por la presencia de un enemigo, lanzará la cola en todas direcciones, tratando de alcanzarlo a ciegas, pues no puede verlo y tan sólo percibe las vibraciones. Por este comportamiento, la gente cree que los alacranes se suicidan en momentos de peligro, picándose con su aguijón. Entre una de las muchas crueldades que el hombre lleva a cabo con los animales, con afán de divertirse, está la de rodear a un escorpión con fuego, observando su comportamiento. El pobre animal, al ver en peligro su vida, trata de defenderse en la única forma posible que conoce, lanzando su aguijón en todas direcciones; la gente cree que, en su desesperación, se suicida al picarse a sí mismo. La realidad es que muere por asfixia y por las quemaduras, ya que, aunque llegara a picarse, lo cual no sucede, es inmune a su propio veneno.

Debe quedar claro que el alacrán nunca buscará al hombre para atacarlo, al contrario, siempre huye de él. El veneno sólo lo usará como defensa, cuando se sienta amenazado o para paralizar a la presa que lucha por librarse de su captura. Sin embargo, aunque sea en forma accidental, el hombre tiene frecuentes contactos con los alacranes y en ocasiones, con resultados dramáticos. Esto sucede cuando, buscando algún objeto en lugares oscuros, los llega a tocar con las manos o con los brazos; o cuando, caminando con los pies descalzos los suele pisar, como acontece en muchas ocasiones en las chozas de campesinos en regiones del trópico. Uno de los accidentes más frecuentes se presenta cuando las personas se encuentran durmiendo en la noche, y de pronto les cae un alacrán del techo, el cual se hallaba efectuando su cacería nocturna o buscando a su pareja. Al sentir el golpe, el hombre dormido instintivamente se moverá, provocando la inmediata picadura del asustado alacrán.

Las consecuencias ligeras o graves que la picadura de un alacrán puedan ocasionarle al humano dependerán de las condiciones fortuitas o desfavorables de muchos factores: a) de la especie del alacrán; b) de la procedencia del mismo; c) del tamaño y etapa de desarrollo del alacrán; d) de la cantidad de veneno presente en las glándulas venenosas en el momento de la picadura y en consecuencia, de la cantidad de veneno inyectada; e) de la forma de inyectar el veneno, directamente a la piel o a través de la ropa; f) de la edad, estado físico y salud del individuo picado y g) de la sensibilidad de la persona al veneno del escorpión.

Analizando cada uno de estos puntos, se resume lo siguiente:

a) Especie de alacrán. En México, hasta el momento, se conocen representantes de 4 familias, 15 géneros, 109 especies y 16 subespecies de escorpiones, distribuidos en todos los estados del país. Cualquiera de ellos es susceptible de picar al hombre en un momento dado, como medio de defensa, pero la potencia del veneno secretado por sus glándulas e inyectado por el aguijón es sumamente variable. La especie más grande de todas, Hadrurus aztecus Pocock del estado de Guerrero, que llega a medir hasta 11.50 cm de largo y es de color muy oscuro, casi negro, tiene un veneno poco tóxico, nada peligroso. Las personas picadas pueden morirse del susto, al ver el tamaño impresionante del animal, pero no por su veneno. Lo mismo puede decirse de muchas especies de menor tamaño, pertenecientes a los géneros Vejovis y Diplocentrus, muy frecuentes en gran cantidad de los estados de la República Mexicana; todas pueden producir reacciones locales en el sitio de la picadura, pero sin mayores complicaciones. El conocido alacrán del Distrito Federal, Vejovis mexicanus Koch, tiene una picadura dolorosa, pero no peligrosa. En general, puede asegurarse que los alacranes pertenecientes a las familias Vejovidae, Diplocentridae y Chactidae, ocasionan picaduras molestas, pero no de cuidado. Las formas altamente tóxicas y de resultados bastante desagradables se reúnen en la familia Buthidae, con los géneros Centruroides y Tityius; el primero, sobre todo, es el más importante porque comprende las especies más venenosas de México y las más peligrosas del mundo. Hasta ahora, se conocen 20 especies y nueve subespecies mexicanas del género Centruroides; no deja de ser notable que las más tóxicas se distribuyen a lo largo de una extensa área que comprende la Sierra Madre Occidental y las costas del Océano Pacífico, desde Sonora hasta Oaxaca, incluyendo los estados internos de Durango, Zacatecas, Aguascalientes y Morelos.

De acuerdo con el estudio morfológico y los diversos trabajos sobre los alacranes y sus venenos, realizados por Carlos C. Hoffmann entre 1931 a 1939, la especie más venenosa del país es Centruroides noxius C. C. Hoffmann, del estado de Nayarit, cuya distribución se extiende hasta el sur de Sinaloa y zona limítrofe con Jalisco. Esta especie no acostumbra entrar a las casas y se encuentra entre los cerros y lomas que circundan las ciudades.

Le sigue en peligrosidad C. suffussus Pocock, el famoso "alacrán de Durango", que se encuentra en todo este estado, hasta los límites con Sinaloa. Suele entrar a las casas.

Muy peligroso también es C. limpidus Karsch, del estado de Guerrero, que también abarca en su distribución a Morelos, el sur de Puebla y partes colindantes de los estados de México y Michoacán; con frecuencia penetra a las habitaciones humanas.

Hay otras especies peligrosas en la región occidental de México, pero ésta son las principales.

Especies de Centruroides existen también en las costas orientales que dan al Golfo de México; pero, curiosamente, ninguna de ellas se puede considerar como peligrosa; la más frecuente y de mayor distribución es C. gracilis Latreille, que se extiende desde Tamaulipas, hasta el estado de Yucatán por toda la costa, abarcando estados del interior como San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y México.

Se conocen, igualmente, especies peligrosas de escorpiones en otras regiones del mundo; algunas de ellas son Androctonus austrulis y Buthus occidentalis del Norte de África, Tityus serrulatus y T. bahiensis de Sudamérica. Hay también especies bastante tóxicas del género Adroctonus en la India, hasta Senegal y Egipto, de Buthus en el área del Mediterráneo y de Leiurus en Asia Menor, Egipto y Yemen.

b) Procedencia del alacrán agresor. Por todo lo antes expuesto, es importante que, cuando una persona sea picada por un escorpión, y no tenga forma de identificar a la especie, por lo menos procure averiguar la procedencia del mismo, si es que se trata de una especie local o de un alacrán importado de una zona peligrosa. Es muy común que alacranes muy tóxicos sean transportados de un lugar a otro mediante remesas de plantas, de frutas o de algún otro producto, sobre todo en la época de lluvias, cuando estos animales buscan refugio en almacenes, bodegas y cualquier otro sitio protegido del agua. Si el individuo picado reside en la ciudad de México, por ejemplo, y sabe que las especies de la localidad no son peligrosas, puede confiarse y no tomar ninguna precaución; pero si el animal que lo picó venía escondido en un envío de productos procedentes de Nayarit o Durango o algún otro sitio de cuidado, si no hace nada, oportunamente, para prevenir una complicación, se expone a sufrir graves consecuencias.

c) Tamaño y etapa de desarrollo del alacrán. La cantidad de veneno en una vesícula y su grado de toxicidad varían con la edad de los alacranes. Cualquiera de los estados juveniles o ninfas, tiene un veneno menos potente que el de los adultos; a medida que van creciendo, a través de las mudas sucesivas, aumentará tanto el tamaño de la vesícula como la toxicidad de su secreción. Así, al llegar al estado adulto el veneno habrá alcanzado su máxima potencia, siendo en ocasiones el veneno de la hembra más peligroso que el del macho.

d) Cantidad de veneno inyectada. Durante la cacería de las presas, los alacranes siempre inyectan a éstas pequeñas cantidades de su toxina, la suficiente para paralizarlas o matarlas. Sólo cuando se ven atacados por un enemigo poderoso, o cuando se asustan, descargan todo el veneno de una sola vez en el momento de picar a su oponente. En otras ocasiones, cuando un alacrán empieza a caminar sobre una persona dormida y ésta se mueve, la picará repetidas veces, con el mismo resultado. Después de descargar el veneno, el alacrán tratará de huir lo más pronto posible del peligro que lo amenaza, pues, a partir de ese momento, se encontrará completamente desprotegido al haber vaciado sus glándulas. Tendrá que secretar nuevo líquido, restituyendo el contenido de la vesícula, para volver a quedar otra vez en condiciones normales de defensa. Esto toma algún tiempo, durante el cual el alacrán permanecerá escondido. Es por eso que la gravedad de una picadura dependerá muchas veces de esta situación. Un alacrán que ha estado recientemente de cacería tendrá en su vesícula mucho menos veneno que aquél que haya permanecido en ayunas por varios días; en este último caso, la descarga a la víctima será total.

e) Forma de inyectar el veneno. Este puede ser también un factor importante, pues cuando el alacrán introduce su aguijón directamente sobre la piel el contenido entrará íntegro. Pero si el escorpión efectúa la picadura a través de la ropa, parte del líquido podrá quedar en la tela y ser absorbido por ella.

f) Edad, estado físico salud del individuo picado. Normalmente, los individuos de edad adulta resistirán mucho mejor el veneno de la picadura de un alacrán, que los niños y los ancianos. De hecho, la mayor parte de los casos fatales se presentan en niños pequeños y en personas de edad avanzada.

Asimismo, una persona sana, fuerte y bien alimentada, tendrá muchas más posibilidades de resistir el trago amargo posterior a la picadura de un alacrán peligroso, que aquella de constitución débil, enfermiza o en vías de recuperación de una enfermedad.

g) Sensibilidad de la persona al veneno del alacrán. El tener o no una sensibilidad innata hacia ciertos elementos naturales es una característica inherente a cada persona, forma parte de su propia naturaleza y poco se puede hacer para cambiarla. Por lo que se refiere al veneno del alacrán, existen algunas personas que tienen una natural resistencia hacia esta toxina, que permanecen indiferentes a las picaduras de especies poco tóxicas y que reaccionan con mucho más tolerancia frente a las peligrosas. Otras en cambio, alcanzan complicaciones clínicas de suma gravedad que, con frecuencia, conducen a fatales desenlaces.

Por todo lo señalado aquí, las manifestaciones clínicas que ostentan las personas picadas por alacranes peligrosos son sumamente variables. Hablando en términos generales, se presenta dolor y una especie de ardor muy intensos, con inflamación en el sitio de la picadura; a veces se observa decoloración del lugar. Es frecuente la inflamación de los ganglios linfáticos y una sensación de somnolencia y entumecimiento general; hay elevación de la tensión arterial; la persona comienza a sudar intensamente y a producir grandes cantidades de saliva, que tiene que estar tragando constantemente. Esta situación cambia después, secándose la boca; a veces hay palidez y flujo nasal; se presentan contracciones, sobre todo en la punta de la nariz y de la barba, en los lóbulos de las orejas y en los dedos de los pies y de las manos; el individuo estornuda, tose y se frota la cara por la sensación de cosquilleo en toda esta región, incluyendo la garganta; todo esto se complica con dificultades en hablar y tragar. Hay también palpitaciones, vómitos, espasmos musculares, sobre todo en el abdomen; los movimientos de los brazos y de las piernas se entorpecen; se presentan convulsiones y trastornos mentales; el individuo empieza a alucinar, a hacer bizco, se afecta el tacto y la vista, le molesta la luz directa y puede llegar a la ceguera temporal; también puede haber parálisis parcial o total; mucha sed, pulso rápido y débil, orinar poco o nada; la temperatura se eleva a 40° C o más; pueden presentarse hemorragias internas, a veces se afecta el páncreas; hay trastornos del corazón y la respiración se hace cada vez más débil y rápida, hasta que la persona llega a morir por parálisis respiratoria. Si el paciente es tratado a tiempo y las condiciones mencionadas antes han sido favorables para él, puede empezar a recuperarse al cabo de dos o más horas; si no, puede morir antes de cumplirse las 24 horas de haber sido picado. En casos menos fortuitos el deceso puede presentarse al cabo de hora y media, después de la inyección del veneno.

La toxina de los alacranes está compuesta de una mezcla muy compleja de sustancias proteicas, la mayor parte de las cuales son tóxicas. Por diversas técnicas electroforéticas y cromatográficas se han logrado aislar sus diversos componentes.

En los laboratorios de experimentación o de preparación del suero antialacrán se acostumbra extraer el veneno de la vesícula del animal vivo, mediante la aplicación de ligeros toques eléctricos; al sentir este estímulo, el animal responde lanzando su aguijón con la correspondiente carga de veneno; éste es recogido en una probeta especial, previamente instalada para el efecto. El veneno, conservado en estado seco, puede mantener sus propiedades tóxicas (por lo menos, la mayoría) durante meses y hasta años.

No se va a entrar en detalles respecto al estudio bioquímico de dicho veneno, tan sólo baste saber que se trata de una toxalbúmina clara, opalescente y viscosa que, dependiendo de la especie de alacrán involucrado, contiene cantidades variables de diversas sustancias, entre las que se cuentan una o dos neurotoxinas, que son las que originan los síntomas nerviosos y de parálisis, responsables de la muerte del individuo. Poseen también hemolisinas, que destruyen los glóbulos rojos de la sangre, hemorraginas, que provocan hemorragia en el lugar de la picadura, una sustancia que estimula a las glándulas adrenales, diversas enzimas y otros componentes más. El dolor muy intenso podría deberse a grandes cantidades de serotonina, pero en el caso de los alacranes, parece que se debe a una proteína específica. Algunas de estas sustancias se encuentran también en el veneno de algunas víboras, de ciertas arañas, avispas y abejas.

Uno de los más altos índices de morbilidad y letalidad causados por la picadura del alacrán, que se registra en el mundo, se encuentra en el territorio de la República Mexicana. Aunque las cifras varían mucho año tras año, se calcula que un porcentaje general sea de 150 000 casos al año, de los cuales 1 000 o 2 000 resultan fatales. En algunos poblados chicos del trópico mexicano, que se encuentran aislados de los centros asistenciales, la picadura del alacrán es la causa de uno de los más importantes índices de mortalidad; sobre todo, durante los meses de abril a octubre, que es la época de lluvias, de mayor temperatura, y también, de más intensa actividad de los escorpiones. Los estados de mayor incidencia son Colima, Nayarit, Durango, costas de Jalisco y Michoacán, Guerrero, Morelos y Puebla.

El antiguo Departamento de Salubridad, ahora de Salud, ha emprendido desde hace muchos años intensas campañas en contra de los alacranes, lo que ha ocasionado enormes bajas en sus poblaciones. Esto que muchos consideran como benéfico, ha repercutido en forma muy grave en la ecología de las biocenosis o comunidades locales. Los alacranes no sólo pican al hombre y a sus animales, y siempre en defensa de su propia vida, sino que, a su vez controlan muchas poblaciones de otros artrópodos, que también pueden constituir plagas muy dañinas, igualmente nocivas para el humano (langostas, cucarachas, etc.). Lo único que se ha logrado con estas campañas es alterar las cadenas de alimentación y, por ende, el equilibrio biológico de los ecosistemas.

Lo indicado en estos casos sería tomar las medidas necesarias para protegerse de los alacranes dentro de las casas y sus alrededores, matando, ahora sí, a todo ejemplar que se acerque a este territorio propio del hombre; pero es recomendable dejar tranquilos a estos animales en su hábitat natural, lejos de los asentamientos humanos, lo que en nada perjudica a la vida de los humanos.

Como medidas de protección en las regiones de peligro, se recomienda poner cielo raso en las habitaciones humanas, con el fin de que no caigan sobre uno los alacranes que se desprenden del techo; quitar todo tipo de vegetación pegada a las casas y procurar que toda esta zona quede libre de escombros, desperdicios, basura u objetos donde los alacranes puedan refugiarse; construir tramos bajos de pared muy lisa, si es posible de mosaico, alrededor de las casas para evitar que los alacranes puedan subir por los muros; asimismo, que las escaleras de acceso a la casa sean de un mosaico liso, vidriado, que también cubra los pisos y se continúe como friso interior en todas las paredes de los cuartos. Es esencial mantener limpios y vigilados todos los clósets y gabinetes de la casa, así como los almacenes y bodegas en las cercanías de ella; sacudir bien sábanas, toallas y ropa en general, antes de usarla; revisar con cuidado botas y zapatos antes de calzarse. Conviene que las patas de los muebles sean lisas también, sin adornos, o meterlas en protectores de vidrio. La gente que trabaje en el campo deberá llevar siempre botas y guantes gruesos.

Todas estas precauciones pueden parecer molestas para recordar y llevar a cabo por personas no acostumbradas a ello; sin embargo, para la gente que vive en sitios peligrosos y que está consciente de las posibilidades, todo esto se vuelve rutina.

Cuando una persona es picada por un alacrán que puede ser de cuidado debido al lugar donde se encuentran, lo primero que debe hacerse es aplicar un torniquete para aislar el sitio de la picadura; esta ligadura deberá aflojarse cada 20 o 30 minutos para no perturbar la circulación de la sangre y de la linfa. De inmediato, deberá hacerse una incisión en el sitio de la picadura, mediante un bisturí o algún otro objeto cortante, de mucho filo, y succionar para extraer lo más posible del veneno. Muchas personas hacen esto con la boca, escupiendo después de cada succión y enjuagándose, pero es correr el peligro de tener una caries o alguna otra lesión en la boca, por donde puede penetrar el veneno a su propio organismo. En la actualidad existen aparatos adecuados para succionar este y otros venenos, como el de las víboras, lo que es mucho más recomendable. Lo antes posible deberá llevarse a la persona picada con un médico conocedor del problema, que sabrá si aplicar o no el suero antialacrán; éste no siempre es recomendable, pues cuando se hace con personas alérgicas a él, en vez de solucionar la situación la complica aún más. Por esta razón, antes de aplicar el suero el médico deberá hacer siempre las pruebas pertinentes. Eventualmente se inyectará por vía intramuscular, aunque hay médicos que prefieren aplicar la mitad por vía intravenosa y el resto por vía subcutánea o intramuscular. Para calmar las molestias podrán suministrarse los analgésicos y antihistamínicos que el médico recomiende. Ayuda el poner una bolsa de hielo o cloruro de etilo en el lugar de la picadura. Desde luego, deberán tomarse las medidas necesarias para evitar una infección secundaria en la lesión causada por el alacrán.

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