A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

lunes, 16 de julio de 2012

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Reinaldo García Ramos: «He tratado de leer con la mayor inocencia posible»

Joaquín Gálvez
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El poeta habla de El Puente, de la revista 'Mariel', de su poesía y del oportunismo funerario practicado en Cuba.
Reinaldo García Ramos. Miami Beach, junio de 2012.

El poeta y escritor cubano Reinaldo García Ramos, radicado en Miami Beach, ha formado parte de dos promociones importantes de la literatura cubana: las ediciones El Puente y la revista Mariel, dentro y fuera de Cuba respectivamente.
Entre sus poemarios destacan El buen peligro (Madrid, 1987), Caverna fiel (Madrid, 1993), En la llanura (Coral Gables, 2001), Únicas ofrendas, cinco poemas (Madrid, 2004) y El ánimo animal (Coral Gables, 2008). Recibió en 2006 el XI Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina Ciudad de Cieza con su libro Obra del fugitivo, publicado ese año en Madrid por Ediciones Vitruvio.
Próximamente, la Editorial Silueta publicará una compilación de su obra poética, y, en octubre de este año, participará en el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebra anualmente en la Universidad de Salamanca. Sobre varios temas y hechos relacionados con su carrera literaria, nos habla en esta entrevista.
A principios de la década de los 60 inicias tu carrera literaria y formas parte del grupo de escritores El Puente. ¿Qué repercusión tuvo en tu vida y tu obra esa experiencia?
Fue un antes y un después, un antes lleno de confusiones y temores (confusiones tan enormes como la de concebirme ingresando en la Facultad de Tecnología para estudiar una ingeniería) y un después lleno de descubrimientos, en el cual comprendí que lo más interesante en la vida era precisamente arriesgarme, no solo en la expresión literaria, sino además en mi vida diaria, en el desarrollo de una personalidad propia.
Yo no había cumplido aún 18 años de edad cuando conocí a José Mario, a Ana María Simo y a los principales miembros del grupo de El Puente, y sumarme a la mágica aventura de esas ediciones significó romper con mi timidez y empezar a asumir las responsabilidades normales de una persona adulta.
Con El Puente publiqué en 1962 mi primer poemario, Acta, sin sospechar que mi próximo libro no saldría a la luz hasta 25 años después, cuando ya yo vivía fuera de mi país.
¿Qué sucede con tu carrera de escritor una vez que desaparece El Puente en 1965?
Seguí escribiendo, sobre todo poesía, pero no volví a presentar mis obras a ninguna editorial ni a ninguna publicación periódica de Cuba; no tenía esperanzas de que fueran aceptadas.
Entre 1965 y 1980, año en que salgo al exilio, escribí en La Habana cinco poemarios: Urí-Urá (1966), Los viajeros (1969-1974), Personajes que pasan (1972-1974), El ánimo animal (1975) y Lugar sitiado (1976). De esos cuadernos, el único que logré recuperar íntegramente tras abandonar la Isla es El ánimo animal.
El original de Urí-Urá se extravió en La Habana. Los otros tres manuscritos me fueron remitidos por correo a Nueva York, pero en sobres de carta que contenían solo algunos poemas, para que no abultaran, y de nada sirvió: la mayoría de los sobres se perdió.
De esos tres poemarios solo pude recuperar los textos que incluí en El buen peligro, libro que apareció en Madrid en 1987 y que recoge también los primeros poemas escritos en el extranjero.
¿Cuáles fueron las causas por las que decides abandonar Cuba durante el éxodo de Mariel?
Las mismas que tuvieron los viajeros del Titanic para tratar de huir de aquel desastre. En los años 70 yo había llegado a la conclusión de que el único recurso que me quedaba para sobrevivir como intelectual y como ser humano era abandonar mi país. Cuando se presentó el éxodo de Mariel, mi conciencia ya estaba preparada para dejarlo todo atrás.
Formaste parte del Consejo de Dirección de la revista Mariel. ¿Nos puedes hablar de tu participación en la edición de esa revista y de la importancia que tuvo para la literatura cubana en el exilio?
La revista Mariel, publicada en Nueva York y Miami entre 1983 y 1985, fue también como un bote de rescate para los escritores y artistas que habíamos llegado en 1980.
Nos salvó de otro naufragio terrible: el causado por la hostilidad, los prejuicios y la indiferencia con que ciertos medios culturales y cierta prensa de EE UU, tanto en español como en inglés, recibieron a los integrantes del éxodo. Muchos de esos medios cayeron así en la trampa que les había tendido el Gobierno castrista cuando decidió meter en los barcos de Mariel a cientos de delincuentes comunes y enfermos mentales.
Por eso a los escritores y artistas de Mariel nos resultó difícil dar a conocer nuestra obra en los primeros años, después de salir de Cuba. Reinaldo Arenas fue el primero que comprendió que los "marielitos" necesitábamos un medio propio e independiente para difundir nuestras obras y nuestro mensaje. Él fue quien nos aglutinó en torno al proyecto de la revista y me siento orgulloso de que me haya invitado a participar.

De izq a der: Reinaldo García Ramos, Reinaldo Arenas y Roberto Valero en la presentación del primer número de 'Mariel'. Librería Las Américas, de Pedro Yánez, Nueva York. Abril de 1983.

La importancia que la revista tuvo para la literatura cubana en el exilio la deben definir los demás, no yo, que fui uno de sus directores. No se puede ser juez y parte, como dicen por ahí. Los lectores futuros, los críticos, los historiadores, dirán la última palabra.
¿Con qué poetas y poéticas te sientes afín?
Esa pregunta parece una invitación a sumergirme en un bosque encantado, en una selva oscura, llena de asombros y peligros. Si uno decide entrar en ese bosque, lo mejor es hacerlo sin ideas preconcebidas, dejando atrás los mapas, las instrucciones y las medidas de precaución.
Siempre he pensado que la poesía, si es genuina, no necesita explicación alguna, y mucho menos una tentativa de explicación propuesta por el propio autor. Solo puedo añadir que he tratado de leer con la mayor inocencia posible la obra de los poetas, desde Homero y Ovidio hasta los más recientes, incluso autores muy alejados de mi estética. De todo eso imagino que haya algún eco en lo que he escrito.
Creo, por ejemplo, que la poesía inglesa y norteamericana del siglo XX me ha enseñado mucho. Pero todo texto poético logrado es una realidad autónoma, que se justifica en sí misma y no necesita explicación racional externa, pues su principal objetivo es trasmitir una experiencia emocional depurada, decantada. Si esa experiencia no se trasmite, el poema fracasa.
En 2002 fundaste la revista digital Decir del Agua, dedicada exclusivamente a la difusión de la poesía, y la editaste y diseñaste durante seis años. ¿Cuál fue el saldo de dicha experiencia?
El saldo fue positivo, dentro de las dimensiones y el ámbito en que era razonable esperarlo: no en los elogios ostentosos ni en los reconocimientos extremos (que los hubo de algún modo), no en la ayuda financiera (que jamás llegó), sino en la satisfacción de haber mantenido durante ese tiempo una publicación que reflejó varias de las tendencias destacadas de la poesía contemporánea, sobre todo de la escrita en español, y abrió sus puertas a los autores más jóvenes y menos conocidos, a los que se iniciaban en el oficio.
El recuerdo de El Puente me ha llevado siempre a respetar el derecho de los jóvenes a expresarse. Tampoco lo hice todo yo solo; recibí la ayuda de otros poetas que participaron como editores invitados en números especiales de la revista dedicados a determinados temas o autores.
También es válido destacar que en el segundo ciclo de la publicación (2007-2008) varios escritores cubanos de Miami aceptaron generosamente mi invitación a incorporarse al equipo de redacción y me dieron una ayuda fundamental, entre ellos mis amigos Juan Cueto-Roig y Germán Guerra.
¿Cómo ves el estado de la poesía en los tiempos que corren, y, en especial, la poesía cubana, tanto la que se escribe dentro como fuera de Cuba?
Si las estadísticas fueran más osadas y se hicieran con sentido del humor, se podría explorar la tesis de que Cuba es el país que tiene más densidad de población poética, más cantidad relativa de personas que se consideran facultadas para escribir poesía. Debe de haber, pienso, un promedio de un poeta o una poeta por cada cinco o seis cubanos, tanto dentro como fuera de la Isla. Entonces, si aplicamos la ley de las probabilidades con cierto optimismo (y con renovado sentido del humor), es casi seguro que entre esas personas haya un porcentaje considerable de autores que produzcan una poesía digna, interesante, creativa, sincera y bien formulada.
Hay razones para afirmarlo de antemano: nos asiste una sólida tradición, desde los decimistas de tierra adentro hasta los jóvenes airados que están dispuestos a destruir (una vez más) las normas del lenguaje. Esa tradición no da señales de debilidad: tanto en la Isla como en el exilio puede que padezcamos de ciertas variantes notorias de la escasez, pero lo que no se podrá decir jamás es que nos faltan autores de versos.
Tienes una obra ensayística dispersa en diversas publicaciones periódicas desde los años 80. ¿Has considerado alguna vez agrupar esos textos en un libro?
Sí, casualmente estoy pensando ya en ese proyecto, para el cual es preciso escarbar en viejos archivos y en revistas y semanarios y folletos sepultados en mil sitios distintos, pero estoy dispuesto a someterme a esa prueba de fuego en los próximos meses.
Pienso que hacia la primavera del año próximo podré castigar a los lectores más aguerridos con un volumen de trabajos en prosa, no solo crítica propiamente dicha, sino también comentarios de menor dimensión, apuntes sobre variados temas, crónicas incluso, y también pienso añadir al menos un par de ensayos inéditos.
En la mayoría de los estudios de literatura cubana actual existe una tendencia a darle un espacio exhaustivo a la literatura escrita en la Isla, como si éste fuera el único territorio literario de los escritores cubanos, siendo muy exiguo el que se le dedica a los escritores del exilio. Esto se manifiesta, incluso, en la crítica que se ejerce fuera de Cuba. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Tienes razón, durante mucho tiempo los escritores y artistas cubanos que habíamos decidido vivir fuera del país fuimos sistemáticamente ignorados por la prensa y por las grandes casas editoriales. Aún lo somos bastante. Pero creo modestamente que eso está cambiando; con lentitud, pero cambiando al fin y al cabo.
En algunos centros importantes del negocio editorial, como España y Francia, se está prestando cada vez más atención a los cubanos que residimos fuera. Quizás debido a que las atrocidades y desmanes del castrismo se han prolongado tanto, que por su propio peso exigen que las víctimas sean tomadas en cuenta.
Además, me parece que la sensibilidad de los lectores en general está ampliándose, y capta ahora otros hechos y aspectos relativos a Cuba y los cubanos que no se veían antes, o que no se difundían mucho ni recibían crédito en la prensa mundial ni en los círculos de la academia y la crítica establecida.
Pienso que ese cambio obedece también a que las condiciones reales que imperan en la Isla se están conociendo mejor en el extranjero, gracias en gran parte a las incesantes denuncias formuladas desde dentro de la Isla por los activistas de los derechos humanos y otros luchadores de la disidencia interna, así como por los representantes de la naciente sociedad civil.

José Mario y Reinaldo García Ramos. Madrid, octubre de 2002.

En 2010 publicaste Cuerpos al borde de una isla; mi salida de Cuba por Mariel, un testimonio novelado de tu experiencia durante ese éxodo. La salida del libro coincidió con el trigésimo aniversario de aquellos hechos. ¿Cómo surge la idea de este libro? ¿Cuánto hay de realidad y de ficción en el mismo?
En la nota final del libro explico mis propósitos: todo lo que evoco en esas páginas ocurrió; me sucedió directamente a mí o a personas que estaban relacionadas estrechamente conmigo y se incorporaron al éxodo o trataron de hacerlo. Pero no me propuse escribir un libro frío de historia ni un recuento aséptico, sino una novela testimonial, y es sabido que las exigencias de la literatura narrativa son muy diferentes a las del relato histórico o el reportaje periodístico.
Tal como digo en esa nota, eliminé incidentes secundarios que hubieran sobrecargado el libro y conspirado contra el interés de los lectores. También reordené un poco la exposición para acentuar el ambiente de suspense literario y al mismo tiempo expresar la incertidumbre que padecimos todos los que intentamos salir de Cuba entonces.
El libro está basado en una primera versión que redacté en 1989 y que, en mi opinión, carecía de dinamismo narrativo. Pero en relación con eso siempre me gusta citar al difunto poeta Roberto Valero, quien tras leer esa primera versión me dijo: "Rey, tienes que publicar ese libro; ahí está la verdad de los cubanos de Mariel".
Con motivo del cincuentenario de la fundación de la editorial El Puente se celebró en La Habana un acto de recordación en el que no se dejó de mencionar las razones que condujeron a su proscripción. ¿Crees que esto forma parte de un proceso revisionista que intenta enmendar los errores cometidos y, por tanto, puede verse como un paso de avance hacia una transición democrática, o es simplemente un teatro montado por el régimen, que busca ahora conseguir la complicidad de intelectuales y otras figuras del exilio para asegurar su permanencia?
Creo que más bien lo segundo, por supuesto; aunque no descarto que en ese proceso intervengan individuos serios y bien intencionados, intelectuales genuinamente interesados en esclarecer los hechos y valorar lo ocurrido.
En Cuba parece haber ahora una obsesión febril por elogiar a los muertos, dóciles por definición, no a los vivos; una especie de oportunismo funerario. Lo hicieron con José Lezama Lima, con Gastón Baquero, y ahora lo intentan hacer con Virgilio Piñera, con Lydia Cabrera y también con José Mario.
A principios de este año escribí un largo comentario sobre este tema, Otro paseo por El Puente, con nuevos transeúntes. En ese texto digo, entre otras cosas: "Los esfuerzos que se están realizando en Cuba en relación con El Puente, por meritorios que puedan ser en el plano de la historia de nuestra literatura, no devolverán por sí solos la continuidad ni la salud al fluido cultural de la nación ni a la conciencia limpia de lo ocurrido. Ninguna cantidad de 'rescates' de obras censuradas en el pasado y ningún blanqueo de tumbas de autores que fueron menospreciados y condenados durante decenios podrán normalizar por sí solos esa continuidad; hace falta mucho más. El trauma nacional tiene dimensiones mayores, y por tanto requeriría acciones más abarcadoras y completas".
En octubre participarás en el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebra anualmente en la Universidad de Salamanca. ¿Qué importancia tiene para ti el hecho de haber sido invitado a participar en este evento?
Una importancia enorme, claro está. Lo considero un reconocimiento tremendo. Le debo ese honor a mi gran amiga, la poeta cubana Lilliam Moro Núñez, quien propuso mi nombre a los organizadores.
Aparte del notorio prestigio que tienen ese centro docente y ese encuentro, me satisface mucho tener la oportunidad de convivir durante esos días con otros poetas iberoamericanos y mostrarles mi obra y conocer la de ellos. Al igual que cuando recibí en 2006 el XI Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza, que me entregaron en la Universidad de Murcia, presiento que me resultará muy estimulante entrar en contacto de nuevo con las raíces de nuestro idioma y con otros conocedores y estudiosos de la gran tradición poética de la lengua española. Si encima de eso mis poemas logran expresar algo a los demás participantes, constatarlo será un placer muy profundo.
Para terminar, ¿tienes algún libro en preparación u otro proyecto?
Acabo de concluir una compilación de todos mis poemarios publicados hasta ahora, muchos de los cuales están agotados, y espero publicarla este verano. Será un volumen de unas 250 páginas, en el cual he incluido también un cuaderno parcialmente inédito, Únicas ofrendas, y una selección de poemas de diversas épocas no recogidos previamente en ninguno de mis libros.
Es como un examen de conciencia poética a estas alturas de mi vida. En 2012 se cumplen nada menos que 50 años de la publicación de Acta.

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