A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

domingo, 1 de abril de 2012

ENTERATE



Los dioses y diosas del Olimpo fueron doce en total, pero además existía una amplia corte con variedad de dioses menores, y de semidioses, hijos nacidos de la unión entre los dioses y los humanos. Es curioso que los apóstoles de Jesús, los padres del Cristianismo, también fueran doce. Es bien sabido que existen muchas y bien meditadas coincidencias, entre las mitologías de uno u otro signo. También son doce los meses del año. Y son doce los miembros de un jurado, esos hombres y mujeres que deciden la suerte de muchos culpables e inocentes, ante el juez. El doce y la docena siempre han sido la cantidad de muchas cosas sobre nuestro planeta.

Los dioses saciaban su sed con néctar, una bebida dulce hecha con miel fermentada, y comían ambrosía, una mezcla cruda de agua, miel, aceite de oliva, queso y cebada (pruébalo y subirás a los cielos). La ternera y el cordero eran, también, sus alimentos favoritos. Los mortales solo debían comer esas carnes después de ofrecerlas a los dioses en sacrificio.

Los doce dioses principales vivían en un gigantesco palacio situado en Monte Olimpo de Grecia. El palacio fue construido por los cíclopes, enormes seres dotados de fuerza enorme y con un solo ojo. Ignoramos como pudieron realizar tan magna obra con su sentido de la perspectiva.

El rey era Zeus (Júpiter para los romanos). Su trono se hallaba situado en la gran sala del Consejo. Era de mármol negro pulido con incrustaciones de oro. Siete escalones llegaban hasta el gran asiento, cada uno era de un color del Arco Iris. Sobre uno de los brazos del trono, se posaba un águila de oro con un rubí en cada ojo. Con una de sus garras apresaba los mortíferos rayos de Zeus, regalo de los cíclopes, sus aliados, en la guerra contra Cronos y los suyos, durante la conquista del Olimpo (ver Creación).

La reina Hera (Juno), eternamente joven y hermosa, se sentaba en un trono de marfil. Hera accedió a casarse con Zeus, tras un largo cortejo que duró 300 años (2). Su símbolo era una vaca.

Los dos tronos presidían la gran mesa del Consejo. En el lado de Hera, se sentaban cinco diosas y los cinco dioses lo hacían en el de Zeus. Poseidón, dios de las aguas, se sentaba en el segundo trono de mayor tamaño que estaba decorado con animales del mar. Poseidón (Neptuno) era hermano de Zeus y le había prestado gran ayuda en la guerra contra su padre, Cronos. Con su tridente podía hundir grandes barcos, por eso Zeus jamás navegaba, pues sabía bien de la envidia que despertaba en su hermano. Cuando Poseidón se enojaba se sumergía en el mar y recluyéndose en su palacio de las profundidades. Como símbolo había elegido un caballo; todavía, las grandes olas son llamadas "caballos blancos". De Poseidón dependían los dioses los ríos, las Náyades que estaban a cargo de las fuentes y manantiales, las Nereidas y las Sirenas.

Enfrente de Poseidón, se sentaba Demeter, diosa casada con Hades, rey de los infiernos. Demeter, diosa de la agricultura, había sido una joven alegre y alocada y nadie sabía si la hija que tuvo, Perséfone, era hija de Hades. Su símbolo era la amapola roja. Junto a Poseidón, se sentaba Efesto, hijo de Zeus y de Hera, y era el dios de los oficios. Su trono era giratorio y articulado. Efesto padecía una pronunciada cojera, debido a que su padre le arrojó al nacer desde los altos muros del Olimpo, pues le pareció un ser débil indigno de ser un dios. Su símbolo era una codorniz, ave que, en primavera, baila a la pata coja.

Frente a Efesto, se sentaba Atenea, la diosa de la sabiduría. Se desconocía quién fueron sus padres. Poseidón decía que era hija suya y de una diosa africana llamada Libia. Zeus decía que Atenea salió de su cabeza un día que estaba aquejado de una fuerte jaqueca y Efesto se la partió, amablemente, con un hacha, para aliviarle el dolor. Al lado de Atenea, se sentaba Afrodita (Venus) diosa del amor y la belleza, también de padres desconocidos. Se decía que surgió de la espuma del mar ocasionada por el impacto de los testículos de Urano (dios de los cielos) cercenados y arrojados al mar por su vengativo hijo Cronos que contó, para la hazaña, con el apoyo de su madre Gea (diosa Tierra). Urano fue siempre un mal padre y un mal marido. Urano y Gea eran los abuelos de Zeus y, como tales, dioses muy antiguos que no participaban en el Consejo (principios de Eutanasia Laboral, ley de vida). Atenea fue trasladada hasta la isla de Citera sobre una concha, empujada por Eolo, dios de los vientos. Llevaba consigo un ceñidor mágico cuando quería que alguien la amara o la deseara con locura. Zeus la casó con el feo y tullido Efesto. Ella siempre se sintió desgraciada por esa unión, aunque supo consolarse con innumerables aventuras amorosas. Nadaba con frecuencia en las aguas de Chipre. Su símbolo era una paloma.

Enfrente de Afrodita, se sentaba el violento y cruel dios Ares (Marte), hijo de Zeus y hermano de Efesto, era el dios de la guerra. Coqueteaba continuamente con Afrodita, para desesperación de Efesto. El trono de Ares era de bronce tapizado con piel humana y decorado con calaveras en relieve. Junto a Ares, se sentaba Apolo, dios de la música, de la medicina, del tiro con arco y de los hombres jóvenes y solteros. Era hijo de Zeus y de Leto, una diosa menor. Su trono, de oro pulido, tenía el respaldo en forma de lira. Su símbolo era un ratón, pues los ratones conocían los secretos de la tierra y se los transmitían a él. Tenía una hermosa casa en Delfos, sobre el monte Parnaso, donde reunía a todo tipo de artistas.

Artemisa (Diana), diosa de la caza y de las chicas solteras, se sentaba enfrente de Apolo. Odiaba la idea del matrimonio, aunque gustaba de cuidar a las madres cuando daban a luz un bebé. Le gustaba nadar desnuda a la luz de la luna y sin algún mortal caía en la tentación de observarla, le convertía en ciervo y lo cazaba después. Su símbolo era el oso.

El último asiento del lado de los dioses correspondía a Hermes, hijo de Zeus y de Maya, otra diosa menor que dio el nombre al mes de Mayo. Hermes era el dios de los banqueros, los comerciantes, los ladrones, los adivinos y los heraldos o mensajeros. Su símbolo era la grulla. Una rama de avellano de la que colgaban unas cintas que la gente confundía con serpientes, era el distintivo de mensajero de los dioses cuando cumplía una misión. (Moisés, mensajero del Dios del Antiguo Testamento, también portaba una rama que se convertía una serpiente al arrojarla al suelo o en la que se enroscaba el mítico y odiado reptil).

Hestia, diosa del hogar, ocupaba el último asiento del lado de las diosas. Era la más pacífica de los doce dioses del Olimpo. Pero Zeus incorporó al Consejo a Dionisios (Baco), como premio por haber inventado el vino y Hestia tuvo que ceder su puesto para no ser trece. Una situación que dejaba a las diosas en minoría a la hora de votar. El símbolo de Dionisios era el tigre.

Entre los dioses menores figuraban:

Hércules, el portero del Olimpo, como más tarde lo fue San Pedro del cielo de los cristianos.

Semele, madre de Dionisisos, alcanzó la categoría de diosa por recomendación de su hijo a Zeus.

Eris, hermana de Ares, fue la diosa de las peleas. Con su cohorte de "iras" alimentaba los conflictos tanto entre dioses y como entre humanos.

Iris fue la mensajera de Hera y se la veía recorriendo el Arco Iris.

Némesis era la diosa que mantenía en su agenda el nombre de todos los humanos merecedores de castigo.

Eros (Cupido), dios del amor, era hijo de Afrodita y era el dios que se encargaba de lanzar las flechas para que los humanos cayeran en las redes del amor.

Hebe, esposa de Zeus, fue la diosa de la juventud.

Ganímedes fue el guapo copero de Zeus. Vigilaba la pureza de los vinos y la ausencia de posibles venenos en las bebidas que el rey del Olimpo degustaba.

Luego estaban las nueve musas, que cantaban en los comedores del palacio, y las diosas más ancianas:

Rea, madre de Zeus, a la que él trataba mezquinamente a pesar de ser la que evitó que fuera engullido por Cronos, después de su nacimiento, como había ocurrido con el resto de sus hijos. Hecho que permitió años más tarde que Zeus liberara a sus hermanos del vientre paterno y derrotara a su progenitor en la lucha por el poder del Olimpo.

Las Parcas: Cloto, Laquesis y Antropos eran las que decidían cuanto tiempo debía vivir cada mortal y conocían el destino de todos los dioses inmortales.

El dios del campo era Pan, era hijo de Hermes, habitaba entre los humanos y era feo como un sátiro, con pequeñas pezuñas y cola de cabra. Las diosas se burlaban de él. Dormía en una cueva en un bosquecillo y si alguien cometía la imprudencia de despertarle emitía un sonido aterrador que espantaba al intruso, de ahí procede el pan-ico, el "panico". Una vez se enamoró de una ninfa que, aterrada, se convirtió en árbol. En otra ocasión, una ninfa para evitar el acoso del dios se convirtió en junco. Pan, irritado por el desplante, corto varios juncos, los unió y agujereó, creando la flauta de Pan o siringa. De Pan dependían las Hamadriades que estaban a cargo de los robles, las Meliades que cuidaban de los fresnos y un sinnúmero de ninfas de diversos nombres, encargadas de los pinos, los manzanos, los mirtos y de otras muchas plantas. Si alguien intentaba talar un árbol sin el permiso correspondiente, las ninfas hacían que el hacha se desviara y se cortara las piernas.

Los Titanes y Titánidas habían gobernado el mundo en tiempos del dios Cronos y hasta la rebelión de Zeus. Había siete parejas de Titanes, cada una de ellas a cargo de un día de la semana al que daban su nombre. A Cronos y a su esposa Rea les correspondía el sábado y decidieron que fuera festivo, como más tarde lo fue el Sabath judío. Pero el Consejo de los dioses, tras la rebelión de Zeus, prohibía a los mortales, creados por el titán Prometeo con barro de los ríos, que siguieran juntando los días en semanas. Los dioses ya sabían dividir el ciclo lunar, de veintiocho días, en sus cuatro fases y disponer de semanas de siete días.

El titán Atlas, jefe del derrotado ejército de Cronos, fue condenado por Zeus a cargar con la Bóveda Celeste para siempre. Pero Prometo, Epimeteo y otros titanes, fieles a la causa del vencedor, fueron ensalzados y colmados de bienes. Pero, más tarde, Zeus descubrió que Prometo con la ayuda de Atenea había robado una brasa de la chimenea de Hestia y que la había bajado a la tierra, escondida en un ramo de hinojo, para que los mortales, criaturas del titán, pudieran asar la carne y disponer de luz en la oscuridad. Para castigarle, por haber facilitado a los humanos un primer paso hacía la civilización, creó a Pandora y la envió, acompañada de Hermes, a visitar a Epimeteo con un supuesto regalo encerrado en una caja. Prometeo aconsejó a Epimeteo que rechazara el obsequio de Zeus, pues temía que fuera un engaño. Epimeteo le dijo a Hermes que trasmitiera a Zeus que él no se consideraba digno de regalo alguno, pero admitió la compañía de Pandora. Zeus se enfureció y acusó a Prometeo de haber tratado de raptar a Atenea. Como castigo, le encadenó a una roca y le envió un águila que le roía el hígado durante el día. Epimeteo, asustado, se casó con Pandora y, a pesar del consejo de su amigo, abrió la caja, tal y como Zeus deseaba. Del interior surgieron, en nutrido enjambre, horribles criaturas aladas: Vejez, Enfermedad, Locura, Rencor, Pasión, Vicio, Hambre y otras muchas calamidades que, tras picar a Pandora y Epimeteo, atacaron a los mortales que hasta entonces vivían felices. Lo destruyeron todo y se instalaron para siempre entre los humanos. Pero de la caja, en último lugar, brotó Esperanza, una bella criatura de brillantes alas que impidió que los mortales, en su profunda desesperación, se quitaran la vida.

Por su relación con la salud de los humanos relataremos la breve historia de Asclepio el médico más famoso de Grecia, personaje real, pero cuya historia recreó la mitología.

Artemisa estaba enamorada de Orión y este amor molestaba a su hermano Apolo que, vengativo, envió un escorpión contra él. Orión, aunque se enfrento con el escorpión no pudo con él y tuvo que salvarse a nado. Apolo, al verlo, llamó a Artemisa y señalando el bulto que se alejaba río abajo le dijo que era el malvado Caudaonte que había vejado a una de sus sacerdotisas y que debía matarlo. Artemisa, diosa de la caza, lanzo certeramente una de sus flechas y, así, acabó con la vida de su amado. Cuando descubrió el engaño, convirtió a la víctima en una constelación del firmamento perseguida por un escorpión. Artemisa se vengó de Apolo matando a su amante, Tesalia, pero dejó con vida al hijo que tuvo con el dios. El niño se llamó Asclepio y fue educado por Quirón, rey de los centauros. Asclepio se convirtió en el mejor médico de Grecia, pues curaba moribundos y resucitaba a los muertos con su arte y unas yerbas mágicas. Hades, dios de los infiernos se quejó a Zeus por aquellas resurrecciones, ya que, de ese modo, se anulaban numerosas reservas de habitación hechas para la eternidad en su tórrido hotel y se le escapaban los muertos recién instalados, tras una breve estancia. Además, acusó a Asclepio de cobrar por sus servicios, incluso en contra de los intereses de los dioses.

Zeus, indignado, atendió la reclamación de su subordinado y, lanzando uno de sus rayos, acabó con el preclaro galeno. Apolo, como venganza por la muerte de su hijo, mató a un montón de cíclopes, pues eran los fabricantes de los rayos de Zeus. Zeus, a su vez, castigó a Apolo, convirtiéndolo en un pastor de ovejas a las ordenes de un mortal, el rey Feres. El castigo, gracias a Zeus, solo duró un año.


(Continuará)

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