A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

martes, 3 de abril de 2012

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Cuba y mujeres muertas en el extraño expediente Vargas Vila

Portadas de las novelas de Vargas Vila

“Suprimo la narración de mi primera estancia en La Habana, de paso para México, porque todo eso pertenece a mi libro de viajes, y se halla en un volumen especial bajo el título de En la esmeralda fúlgida. Estuve en la República Argentina, Uruguay, Brasil, costas de Colombia, Venezuela y México. Y heme aquí, llegado de nuevo a las playas oro y azul de esta isla maravillosa, donde la sombra doliente de José Martí parece extender sus brazos para recibirme. Recobro el imperio de mí mismo. ¡Bendita sea!”.

Cuentan que dos balseros cubanos, alardosos escritores por más señas, arribaron a Miami una vez al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, el salitre de la mar más bien, no preguntaron donde se comía ni se dormía, sino que entablaron una alucinante discusión sobre la importancia o no de la obra del colombiano José María Vargas Vila y que, arribados al punto de los puñetazos, uno de los improvisados marinos, el más matrero de los dos sin dudas, acaballó al otro con una frase como una ráfaga: “Mira, la primera prueba de la trascendencia del sudaca es que, más de medio siglo después de su muerte, y al borde de la inanición, estemos acá discurriendo sobre su obra, cosa que no creo que ocurra ni siquiera a la semana después de nosotros pasar al otro barrio”.

Quizá los argonautas arribados al sur floridano exageraban la nota, pero lo cierto es que Vargas Vila estuvo relacionado, aún después de muerto, con esa isla de la que ellos escapaban a como diera lugar; empezando porque el polemista visitó a Cuba en tres ocasiones, primero en 1923, después en 1924 y la última en 1926, época en que se enfermó, aunque logró mejorarse con ayuda médica; pero tan sólo mejorarse, pues aquella extraña enfermedad afectó su vista al punto que terminaría por dejarlo completamente ciego al final de su vida.

Acerca de la segunda visita a Cuba, el poeta y panfletario escribió en el Diario, el 24 de julio de 1924: “Suprimo la narración de mi primera estancia en La Habana, de paso para México, porque todo eso pertenece a mi libro de viajes, y se halla en un volumen especial bajo el título de En la esmeralda fúlgida. Estuve en la República Argentina, Uruguay, Brasil, costas de Colombia, Venezuela y México. Y heme aquí, llegado de nuevo a las playas oro y azul de esta isla maravillosa, donde la sombra doliente de José Martí parece extender sus brazos para recibirme. Recobro el imperio de mí mismo. ¡Bendita sea!”.

El Diario Secreto del polémico, y polemista, escritor colombiano, con interesantes revelaciones personales, filosóficas y políticas, estuvo durante años en varias casas habaneras, la última de estas en Guanabacoa, y después en la Fragua Martiana; antes de ser donado por el régimen de Cuba a Colombia.

El Diario Secreto del célebre misógino ya no es tan secreto como fue durante mucho tiempo, pues hace algunos años se dio a conocer en un libro de la escritora colombiana residente en España, Consuelo Triviño Anzola, bajo el título José María Vargas Vila, Diario Secreto, impreso por Arango Editores-El Áncora Editores, en Bogotá, Colombia, en 1989. Un libro con la selección, introducción y notas de la misma autora. Pero, en Cuba, como suele ocurrir con muchas cosas bajo el régimen marxista, nunca se ha dado a conocer el diario vargasviliano, a pesar de las laudatorias referencias en el mismo que hace el autor a la isla y a quien fuera su gran amigo, José Martí. Vargas Vila lo comenzó a escribir en París, a los 39 años, en marzo de 1899, para terminarlo en 1932.

La versión oficial castrista asegura que el Diario llegó a la Fragua en 1984, de manos de un vecino de Guanabacoa que lo conservaba, y quien un día se acercó a una alumna del antiguo Seminario Martiano para donarlo, en unión de otros documentos del intelectual colombiano, de manera que no se perdieran, puesto que él viajaría fuera del país. Era en verdad todo el archivo personal de Vargas Vila, no solo el Diario, sino también un manojo de cartas, documentos y algunos manuscritos.

Tal archivo comprendía documentos de 1899 a 1933, así como un grupo de novelas: La cosecha del sembrador, El Maestro y El Oasis, y una colección de revistas Némesis, fundada por él, constituida por 144 cuadernos. Además La sonrisa del balneario, El trágico olivar, Albas inquietas y otros manuscritos de libros, incluido el epistolario de su único hijo a algunos políticos, y las cartas que patentizan la gran amistad que Vargas Vila sostuviera con José Martí.

Pero, otra parece ser la historia en torno a la posesión del original del Diario de Vargas Vila, el profesor cubano Raúl Salazar Pazos (el vecino de Guanabacoa, el desprendido donador de los documento, según la versión del régimen) sufrió prisión y tortura pues, en 1981, la dictadura marxista lo acusó de "ser un elemento negativo, un parásito que actúa contra la política cultural de la Revolución al negarse a entregar a las autoridades el manuscrito que posee de un escritor, amigo que fue del eximio apóstol José Martí"; según el propio Salazar en su libro José María Vargas Vila, Diario (de 1899 a 1932) y la increíble historia de unas memorias codiciadas, Ediciones Altera, Barcelona, 2000.

Escribe Salazar Pazos que en el calabozo, tras las sesiones de electroshocks a la que era sometido, pensaba desesperado sobre qué interés podía tener el régimen de los comunistas isleños en las memorias de Vargas Vila, un trasnochado nihilista nietzscheano, hasta que el hombre se percató que él mismo se había puesto la soga al cuello cuando, después de recibir por parte de los herederos de Vargas Vila la cesión legal del Diario, en 1965, contactó al periodista Hernando Guerrero, amigo de Gabriel García Márquez.

Pensaba el ingenuo que la intermediación del gran novelista colombiano debía de ser útil para lograr una edición digna de las memorias de su ilustre predecesor en las letras colombianas. El Sr. Guerrero fotografió los originales y la prensa colombiana anunció que: "García Márquez se ha comprometido a ejercer todas sus influencias ante el gobierno de Fidel Castro para rescatar el diario íntimo de Vargas Vila".

Pero lo que obtuvo el vecino de Guanabacoa fue que se le presentaran los muchachos de la policía política intentando comprarle el original, y al negarse, vinieron las amenazas, hasta que Salazar Pazos fue recluido, en 1983, en la Prisión del Combinado del Este por negarse a entregar el Diario de Vargas Vila, que él mismo había copiado pacientemente durante años y salvaguardado en el extranjero.

En esas para nada halagüeñas circunstancias, Salazar Pazos decidió “donar” el documento original y recibió a cambio el tristemente célebre permiso para salir de Cuba en compañía de su madre. Entonces el director de la Fragua Martiana, Dr. Gonzalo Quesada Michelsen, anunció a bombo y platillo a Prensa Latina que Salazar Pazos y familia habían "donado" el Archivo Vargas Vila.

Y es que José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla, nacido en Bogotá, en una familia de ideas radicales, el 23 de julio de 1860, y muerto en Barcelona, el 23 de mayo de 1933, parece haber estado rodeado de polémica no sólo en vida, sino en muerte; más de setenta años después de su muerte.

Así, sus extravagancias decadentes contribuyeron a que, en París y en 1904, comenzara a crecer su gran leyenda negra, pero ello sucedía no sólo en París, sino en Bogotá, en Caracas y en Nueva York, al punto que se decía que el escritor era inmensamente rico, que vivía como un príncipe, que odiaba a las mujeres, a los curas y a las monjas; que su misantropía y su odio a la iglesia nacían del hecho de ser hijo de un cura párroco y una monja depravada.

Se decía además que Vargas Vila era anarquista y que apoyaba con su manantial de dinero a los seguidores de Malatesta, financiando asesinatos y bombazos contra duques y marqueses, que era homosexual, que presidía sesiones de satanismo con sus amigos y cómplices, que se dejaba sodomizar por un macho cabrío, que era impotente y que éste sería el motivo primordial de su odio visceral a todo lo viviente; que era hermafrodita.

De manera que políticos y periodistas, curas y empresarios, intelectuales y amables amas de casa hablaban sin parar del "expatriado", el "satánico", el "bastardo", el "lenguaraz despreciable", el "desnaturalizado", "el blasfemo", "el luciferino mendaz", el "enemigo de la paz, el orden y la autoridad", "el decadente pernicioso", el "disolvente", el "degenerado"; para referirse al escritor colombiano.

No obstante su mala fama, o quizá por ella, a Vargas Vila y a Martí los unió una cálida amistad, y participaron juntos en actos, reuniones literarias, foros y encuentros con trabajadores, políticos y poetas. En 1891 Vargas Vila viajó a Nueva York, y Martí, al recordar una reunión del colombiano con los obreros escribió: “El vehemente entusiasmo con que, sacados de sus asientos por ímpetu de amor, saludaron aquellos esclavos de América la peroración cadenciosa, inspirada, valentísima del colombiano José María Vargas Vila, que cuenta sus días ya gloriosos por las batallas afamadas de su palabra y de su pluma en pro de la libertad”.

Por otra parte, una carta de Martí, escrita a fines de 1894, muestra que Vargas Vila fue informado por el patriota cubano acerca de sus planes de desembarcar en Cuba para integrarse a la Guerra de Independencia.

En su Diario el colombiano, en noviembre de 1926, apuntó: “Escribir sobre José Martí en Cuba se ha hecho, no una profesión, sino un negocio, el más prolijo de todos los negocios; hay gente que deben la fortuna a la osadía de haber enlodado con su prosa la sombra del Maestro. ¡Ese espectáculo es desolador!”.

Para agregar: “Yo vi aquella feria de la audiencia sin talento, profanar las cenizas del precursor (...) actuaron como vendedores de su gloria (...) Hace más de 30 años (1893) en mi revista Hispanoamérica de Nueva York, publiqué sobre José Martí, entonces vivo, un estudio que a muchos pareció definitorio, y que él mismo me agradeció con gran favor. Ello me exime de largos comentarios sobre la vida de ese Libertador, el cual solo en su calidad de tribuno evoco aquí”.

En el siguiente fragmento de de su Diario fustiga por igual a féminas y diletantes: “Las mujeres que fatigaron mi sexo, no entraron jamás en mi corazón. Cuando entré en la soledad, no tuve que expulsarlas de ella. Fui solo por todas partes (…) Ser artificial es todo lo contrario de ser artístico. Y los aspirantes al bohemismo intelectual creen que con llevar una vida artificial llevan una vida artística”.

En su novela Ibis, 1900, se lee:

Yo no se tu nombre. “Yo no se tu falta.

Solo se que eres desgraciado y vienes a mí.

Te llamas Dolor. Eres mi hermano.

Bienvenido seas. Entra. No a mi corazón, que es la cámara de un muerto y cerrada ha sido para siempre. Llega a mi cerebro. El honor y la experiencia hablarán por mis labios.

No se si me has traicionado o me has negado.

El Cristo sintió el beso de Judas, porque el Cristo amaba, Yo no se del Amor.

Yo no puedo ser traicionado, porque no me entrego.

No puedo ser negado. Soy la negación.

No puedo ser herido. Soy la indiferencia. La indiferencia es la invulnerabilidad del Orgullo.

La médula de la indiferencia es el desdén. El desdén no perdona, porque no siente.

Te han vendido, porque has creído. El fondo del ser humano es la perfidia. El hombre es un animal rebelde al bien.

Amar a una mujer es amar el sueño que el corazón se ha hecho de ella. Y tu sueño se ha desvanecido. El áspid dormía bajo el encanto y mordido fuiste.

No sanarás.

Solo la sangre de la víbora cura la herida mortal.

Quien dice mujer, dice ingratitud.

La mujer es el niño doce veces impuro de que habla el Poeta. Ser ondeante, móvil, inasible, el olvido está en su temperamento, como la flexibilidad en el cuerpo de la víbora. Y hace el mal con la inocencia en los ojos y la paz en el corazón. El mal está en su naturaleza, como el veneno en el jugo de ciertas plantas.

Ella lo ignora. Esparce el mal como la planta exhala su perfume. Es Inconscientemente trágica.

No la culpemos. Es su destino. ¿Sabe el veneno por qué mata, el huracán por qué destruye, el fuego por qué consume?

Intoxicado has sido y quieres salvarte.

No obtendrás la vida sino en cambio de la muerte.

¿Qué harías si agonizaras bajo un tigre?

Puesto que unido estás a esa mujer y su podredumbre te gangrena, corta el miembro dañado: mátala.

Es la fagedenia de tu nombre y de tu vida: extírpala. Puesto que te mata: mátala”.

¡Vaya perla de misoginia y matonismo, de melodrama y lugar común! Algo así como suerte de corrido mexicano novelado, de bolero de bar sublimizado. Fragmento que, por sí solo, vendría a explicar muchos de los problemas de subdesarrollo no ya económico, sino cultural y político, padecidos por los pueblos al sur del Río Bravo. Explicaría también el por qué Vargas Vila es una suerte de clásico en las prisiones y en los expandidos predios marginales de Cuba. Explicaría también el por qué los adolescentes barriobajeros de Cienfuegos o La Habana recitan de carretilla, pero con entonación trágica, de guaguancó mezclado con rap, parrafadas enteras del enteco escribidor colombiano.

Explicaría también tanta mujer muerta a mano de sus maridos en el triángulo La Habana, Miami, Madrid o, digamos, en el triángulo Bogotá, Buenos Aires, Brasilia. ¿Cuánta yugular de mujer trucidada por la navaja vargasviliana, amolada en la prosa vargasviliana? Pero, ¡hombre!, no culpemos al peripatético panfletario de tanta muerte insulsa a mano de energúmenos intelectualizados pues, más bien, el peripatético panfletario existe, escribió su obra, como expresión última de la previa existencia de tanta muerte insulsa a mano de energúmenos intelectualizados. Esto último vendría a explicar además el inusitado éxito de aquel lenguaraz despreciable, de manera que se convirtiera, ¡ay qué envidia!, nada menos que en el primer bestseller latinoamericano.


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