A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

martes, 17 de abril de 2012

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Juan Villoro: «En México, cualquier asomo de violencia es verosímil»

El escritor mexicano imagina en «Arrecife» un extraño resort con violencia y crueldad programada

Juan Villoro: «En México, cualquier asomo de violencia es verosímil»
EFE

La Pirámide, un resort para turistas aburridos que necesitan sobreexcitarse arrimándose el miedo y al peligro, no existe en realidad, aunque para Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) ejemplifica casi a la perfección en lo que se ha convertido el México actual.

Tanto es así que "Arrecife"(Anagrama), novela con la que el el escritor mexicano retoma el hilo de la narrativa tras prodigarse en todo tipo de géneros, desde la crónica deportiva a una suerte de memorias sobre el terremoto de Chile del año pasado, permanece bien anclada a ese resort inexistente regentado por Mario Müller, ex integrante del también imaginario grupo de rock Los Extraditables.

Él, señala Villoro, es el encargado de "cambiar las formas de conducta de la gente" mediante extraños programas de entretenimiento salpicados de violencia y peligro. "Tenemos una necesidad de satisfacer impulsos violentos; hay quien busca un tónico estimulante en el peligro", asegura el autor de "El testigo" a propósito de una novela que viaja al Caribe para reflexionar sobre las flaquezas de la memoria, la desnaturalización de la violencia y el eco sordo de la contracultura.

Y todo de la mano de Müller y, sobre todo, de su colega Tony Góngora, quien busca en La Pirámide recomponer unos recuerdos hechos trizas por las drogas y se acaba tropezando con un buzo muerto. "Tiene un estructura de thriller, pero no tanto en términos de novela negra como de otras obras como “Edipo rey”, donde las nociones de víctima y verdugo cambian", explica Villoro.

Crueldad y entretenimiento

Tan interesado en esos "espacios encapsulados que podrían estar en cualquier otro lugar" como en sus inquilinos, gente que si está ahí es «porqué algo se estropeó en otra parte», Villoro coloca la lupa sobre su propio país para tirar del hilo del post turismo —o «cómo convertir un sitio conocido en algo desconocido», aclara— a través de extraños programas de entretenimiento moteados de crueldad.

"En México, con 50.000 muertos en los últimos cinco años en la guerra del narcotráfico, el contexto social hace verosímil cualquier asomo de violencia", asegura el escritor, para quien resulta mucho más gratificante acercarse a un fenómeno como el del tráfico de drogas, aunque sea de soslayo, a través de la novela. "Los escritores que venimos de países como México y Colombia recibimos muchas peticiones para escribir ensayos relacionados con el tema. Y aunque “Arrecife” no trata directamente con el narco, sí que es un fleco cuya complejidad yo quería explorar a través de la novela», explica tras asegurar que, frente a la rigidez de los datos, la novela permite formular infinidad de preguntas.

Otros flecos y otras lecturas apuntan a la importancia de la memoria y el valor de los reencuentros —«esto es la historia de un amor y una amistad», relativiza Villoro— y a la onda expansiva de la contracultura. "Podría parecer que toda la contracultura desembocó en tragedias sociales, pero un impulso de recuperación es la tecnología. La tecnología produce adicciones y dopaje. Nos sentimos huérfanos si nos falta alguna de nuestras prótesis tecnológicas", explica.

Pero con prótesis o sin, lo que parece buscar "Arrecife" es capturar esa sensación de bailar salsa con el apocalipsis soplándole a uno en el cogote. "En México vivimos entre el carnaval y el apocalipsis, y muchas veces el apocalipsis se produce dentro del carnaval", asegura.

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