A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

martes, 16 de febrero de 2010

CINE

Cosechas de Irán, Turquía y Hollywood para Berlín

Rebecca Hall, Catherine Keener y Amanda Peet, en el photocall de 'Please Give'. | Ap

Rebecca Hall, Catherine Keener y Amanda Peet, en el photocall de 'Please Give'. | Ap

Se coge la copa, se agita la copa, se huele la copa, se engulle la copa. Sólo un poquito, cuidado. Luego se pasa de un lado a otro del carrillo, se intenta la 'retronasal' sin atragantarse y... se escupe. Hay que escupirlo. Lo sentimos. En la cosa del cine no es así, uno se sienta y la botella entera para dentro. Y sin rechistar. Los hay que se levantan antes, pero eso no vale. Los hay que se duermen. Tampoco vale.

Hoy por ejemplo, el somelier nos ofreció tres cosechas de tres rincones del planeta. En los tres casos, hay tradición vinícola. La primera y más sonada de las botellas venía de Los Ángeles. Más en concreto, del pago de Hollywood. Eso sí, de un terreno nada masificado. Independiente, o si se prefiere, vino de autor. Hablamos de 'Please give', firmada por Nicole Holofcener, a la sazón familiar cercano de Charles H. Joffe. Es decir, el cámara de toda la vida de su eminencia Woody Allen. Vayan pues imaginando las notas de cata.

La segunda procedía de Irán. Buen vino hay aquí. Algo cabezón, pero bueno. Raffi Pitts presentaba 'The hunter'. Y la tercera de Turquía. El realizador Semith Kaplanogu nos sirvió 'Honig', la tercera entrega de su trilogía culnaria tras 'Egg' (huevo) y 'Milk' (leche). Adelantamos el resultado por obvio: un vino de postre dulce, pero ni ácido ni empalagoso. Excepcional, incluso.

Holofcener, con un pasado que incluye algún que otro capítulo de 'Sexo en Nueva York', compone una de esas comedias tristes que tanto gustan en los barrios periféricos de la industria. "La comedia puede estar en cualquier sitio. Hasta en cosas tales como la pobreza, el cáncer o la muerte", dice la directora sin inmutarse. Y la verdad es que dan ganas de darle la razón.

Es más, se la damos. Sin embargo, hay que reconocer que la película no está a la altura de una declaración de principios tan lúcida.

'Please give' quiere ser una radiografía de los tiempos raros en los que vivimos. Mal empezamos. La idea es rastrear el significado de palabras tales como valor y precio. Que, como bien sabemos, sólo los necios confunden. Todo ello, desde la perspectiva de un grupo de personajes a la deriva. La moraleja es sencilla: no sabemos apreciar lo que realmente importa.


No me digan que no les suena. La película, la verdad, está dirigida con gracia, cierto nervio y brillantes diálogos. Pero no es suficiente. Pronto aparece el cansancio, los gestos recurrentes... ¿Saben esos vinos que llaman la atención al principio y que luego nada? Bueno, da igual. ¿Han visto esas botellas preciosas por fuera, con una etiqueta de un pintor contemporáneo... y luego como que no? Pues eso.

La película turca es otra cosa. Demasiado cercana a 'El espíritu de la colmena', de Erice (no nos creemos que el director no la haya visto), Kaplanogu bucea en la mirada de un niño a la búsqueda de esas sensaciones primarias que conforman la mirada. La de cualquiera.


'Realismo sentimental' lo llama el propio director. Y algo de eso hay. La cámara se desliza suave por la superficie de unos ojos tan abiertos que dejan pasar el aire.

Y así, poco a poco, la película se transforma en memoria, dolor y miedo; un sentimiento cálido, algo agrio, pero muy reconocible. Tan reconocible como el movimiento frenético del rabo de una largatija, el sabor a tiza y el olor del aburrimiento de una tarde de domingo. Luminosa.


Decíamos que era como un vino dulce, pues sí, pero como el Topkai, de Hungría. Es decir, un vino que se obtiene de la uva después de dejarla pudrir. Quizá los recuerdos de la infancia sean un poco eso: la memoria macerada de un tiempo dulce y cruel y ya, queramos o no, podrido. Qué cosas.

Y por último, el vino (el filme, perdón) iraní. En este caso, la propuesta es más radical. Infinitamente más. Pitts dirige y protaniza un cuento moral con alma de metáfora. Todo en uno. De una extremada sencillez, 'The hunter' sigue los pasos a un padre desesperado.


Tras perder a su mujer y su hija, víctimas casuales de un enfrentamiento entre la policía y unos manifestantes, el cazador inicia su caótica venganza.

Como si se tratara de una versión minimalista de 'Un día de furia', el director pretende reflejar la desesperación de un pueblo entero (el suyo, el iraní) en el errático comportamiento de un hombre furioso. Se trata, en realidad, de un 'western' del sentimiento tan duro y desnudo como un martillazo.


Es más, no es tanto una película, como un puñetazo en el hígado. Brutal, desconsolada y agria. Y, llegados a este punto, se acabaron los símiles con eso del vino. De hecho, la propuesta de Raff Pitts ni se bebe, simplemente desinfecta las heridas.

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