A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

lunes, 23 de abril de 2012

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La transexual que pone a bailar a Angola (y otros países)


Titica, cantante angoleña

Titica, la reina del "kuduro".

Ella es atrevida, es brillante, es hermosa y está arrasando en Angola. Nada mal para una transexual en un país católico africano, donde la homosexualidad es ilegal y punible con trabajos forzados.

Nacida en Luanda como Teca Miguel García, la cantante y bailarina Titica adoptó a su personaje femenino hace cuatro años tras una operación de implante de senos en Brasil.

A los 25 años de edad, Titica es el nuevo rostro del género musical de Angola conocida como "kuduro", una mezcla de la música tradicional local y la electrónica occidental.

Durante el día sus canciones causan furor en los minibuses, por la noche llenan las discotecas de Luanda y los fines de semana se han convertido en la banda sonora esencial de las fiestas infantiles.

Titica se llevó el premio al mejor artista de kuduro de 2011, aparece habitualmente en televisión y radio e incluso participó y fue galardonada en el concierto anual de Divas, al que asistió el presidente del país, José Eduardo dos Santos.

Con una formación en ballet, ella se involucró en el kuduro como bailarina de apoyo en actos populares. En octubre pasado lanzó su primera canción, Chao, que hasta la fecha es uno de los temas más tocados de kuduro en Angola y su diáspora.

Este mes Titica se embarcará en su primera gira internacional por Portugal, Reino Unido y Estados Unidos.

clic Lea: Cuando el sexo no coincide con los genitales

"Mucho sacrificio"

"He sido apedreada, he sido golpeada y hay un montón de prejuicios en contra de mí (...) Hay muchos tabúes"

Titica, cantante transexual angoleña

En declaraciones a la BBC, Titica contó que el éxito la ha superado.

"Gracias a Dios, estoy muy contenta, me tomó tiempo llegar aquí y mucho sacrificio, pero gracias a Dios, todo va bien para mí".

Sorprendentemente tímida, Titica declinó hacer comentarios sobre su sexualidad, pero dijo que de su recién adquirida fama no todo ha sido placentero.

"He sido apedreada, he sido golpeada y hay un montón de prejuicios en mi contra; mucha gente lo demuestra. Hay muchos tabúes", dijo.

A pesar de todo, Titica tiene muchos fanáticos y la mayoría parece más interesada en su música que en su género.

"Me gusta Titica, me cae muy bien. Algunos dicen que ella es una chica, algunos dicen que es un chico, no se sabe muy bien; nos gusta su música", manifestó un seguidor.

Romper tabúes

Católicos en Angola

Angola es un país muy religioso y la homosexualidad es ilegal y punible con trabajos forzados.

Hugo Salvaterra, quien participó en el rodaje de un documental sobre kuduro para la televisión sueca, dijo que Titica primero es una gran artista y luego una transexual.

"Titica es talentosa, está haciendo buena música y tiene un fantástico show en vivo; es por eso que a la gente le gusta", dijo.

"El kuduro definitivamente ha abierto la puerta a la aceptación de Titica (...) Eso es lo que ha hecho el arte a lo largo de toda la historia de la música: trascender y romper tabúes", agregó.

Además de la plena integración en la escena musical local, Titica ha compartido el escenario con artistas angoleños de renombre internacional.

Salvaterra dijo que si bien el perfil de Titica está creciendo, todavía hay resistencia entre algunos sectores sociales.

"Creo que tenemos que separar al Estado y al pueblo", y explicó que la independencia del país de Portugal en 1975 y los 27 años de guerra civil hasta 2002, hicieron a los angoleños más abiertos a abrazar nuevas ideas.

"En países como Angola -que estuvieron en guerra por tanto tiempo- nos acostumbramos a una cierta espontaneidad; todos los días tienes que improvisar en un contexto particular así que el espíritu de improvisación está bajo la piel de los angoleños y nos vuelve personas muy creativas".

clic Vea: Angola celebra 10 años de paz tras 30 de guerra civil

Editoriales homofóbicos

"Titica es talentosa, está haciendo buena música y tiene un fantástico show en vivo, es por eso que a la gente le gusta"

Hugo Salvaterra, productor

Sin embargo, es difícil imaginar que Titica sea tan bien recibida en otros países africanos como Uganda, Nigeria, Malawi, Kenya y Camerún, en donde los homosexuales son regularmente víctimas de violencia y procesos judiciales.

Aunque la homosexualidad es ilegal en Angola, no hay registro de alguna sentencia por esa razón y un nuevo código penal está por votarse en el parlamento para prohibir la discriminación por razones de orientación sexual.

Esto pone al país lejos de sus vecinos, algunos de los cuales en los últimos meses han reiterado su oposición a los gays y lesbianas -una postura incluso respaldada por la ganadora del Premio Nobel de la Paz y presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf.

Sin embargo, aunque Titica parece haber sido muy bien aceptada y la capital angoleña, Luanda, tiene una pequeño y abierto mundo social gay, todavía hay una resistencia silenciosa a la homosexualidad y el país no es el paraíso tropical amigable para los gays que algunos imaginan.

Aunque una boda de lesbianas fue cubierta ampliamente por los medios, también dio lugar a editoriales muy homofóbicos.

De acuerdo con la organización de salud Population Services International (PSI), que ha hecho una encuesta sobre la comunidad gay de Luanda y el VIH, todavía hay una fuerte desaprobación de la homosexualidad.

"No hay casos de violencia homofóbica, pero no diría tampoco que la gente es totalmente tolerante con la homosexualidad", dijo Nana Frimong, exdirectora de la organización.

Frimong dice que el gobierno ha callado por mucho tiempo sobre el tema.

Independientemente de la política, no hay duda de que Titica ha ganado un lugar en el corazón del país y parece que seguirá creciendo su popularidad.

"Este es un pequeño paso, pero creo que va a ayudar enormemente a romper estereotipos. Seguimos siendo una sociedad muy conservadora, pero creo que el hielo se está rompiendo", dijo Salvaterra.

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Actores de una película sobre la emigración aprovechan un festival en EE UU para escapar

Anailín de la Rúa y Javier Núñez, de 20 años, debían asistir a la premier de 'Una noche' en Tribeca, pero 'desaparecieron' en cuanto su avión llegó Miami.

Anailín de la Rúa de la Torre y Javier Núñez Florián.

La premier en el Festival de Cine de Tribeca de la película Una noche, sobre tres jóvenes cubanos que tratan de escapar de la Isla en busca de una vida mejor en Estados Unidos, ha sufrido un contratiempo: la "desaparición" de dos de sus protagonistas tan pronto su avión aterrizó en Miami, informa The Huffington Post.

Los actores Anailín de la Rúa de la Torre y Javier Núñez Florián, de 20 años de edad, viajaron de Cuba a Miami el miércoles y debían tomar un vuelo a Nueva York el viernes, con el fin de promover la película, pero no lo hicieron.

"Estoy solo en Nueva York", dijo el otro protagonista del filme, Dariel Arrechaga, también de 20 años, quien viajó a Estados Unidos con De la Rúa y Núñez.

Arrechaga dijo que él y los otros miembros del equipo no han podido contactar con los dos actores y desconocen su paradero. Aseguró que regresará a Cuba después del Festival.

"Bueno, al menos yo voy a volver", dijo Arrechaga. "Tengo mi familia, mis amigos, mi novia. Aquí no conozco a nadie. No conozco la forma de vida ni hablo bien inglés", declaró a The Huffington Post en español.

Era la primera vez que los tres actores viajaban a Estados Unidos, según dijo la directora de la película, la británica Lucy Mulloy, a fines de marzo.

Mulloy, quien debuta en el largometraje con Una noche, afirmó que está decepcionada y sorprendida por la decisión de Núñez y De la Rúa, pero añadió que los entiende.

"Realmente pensaba que iban a venir aquí y disfrutar del festival, pensé que les gustaría participar en él", dijo la directora. "Ellos tomaron una decisión, supongo".

Señaló que está preocupada por el bienestar de sus actores.

"Solo espero que estén bien y a salvo", dijo.

Arrechaga dijo que no juzga a las personas que huyen de Cuba.

"Esa es su elección, ¿sabe?", dijo de sus co-protagonistas. "Esa es su manera de pensar. Nadie está obligado a quedarse y nadie se ve obligado a regresar (…) Se trata de lo que quieres hacer con tu vida".

Mulloy está preparando la secuela de Una noche. La "desaparición" de Núñez y De la Rúa puede ser un problema, ya que eran parte de su plan.

"Vamos a ver qué pasa. Tal vez podamos arreglar algo. No estoy segura todavía, es una noticia fresca para nosotros", indicó.

"Es sorprendente", dijo. "Quiero decir, ellos tenían toda su familia allí (en la Isla), pero las cosas pueden ser difíciles en Cuba. Hay un embargo y por lo tanto hay una gran cantidad de retos para las personas que viven en Cuba", consideró.

'Una noche'

Una noche, coproducción cubana, británica y estadounidense, es una de las 12 cintas seleccionadas por el Festival de Tribeca para optar al premio a la mejor película. Ya tiene varios reconocimientos, como la Spike Lee Production Grant o la Hollywood Foreign Press Association Grant.

"Hartos de vivir en la pobreza mientras sirven a la clase privilegiada del turismo, los adolescentes cubanos Raúl y Elio se ven tentados por la idea de huir de un país en bancarrota para empezar una nueva vida en Miami", dice la sinopsis del filme publicada en la página del Festival de Tribeca.

"Cuando a Raúl se le acusa de agredir a un extranjero, no tiene más remedio que escapar, pero Elio debe decidir si su deseo por la libertad y por ayudar a Raúl es suficiente para abandonar a su hermana gemela, Lila", añade.

Los actores, sin formación, que interpretan los papeles principales, dejan una "impresión duradera" por la "vulnerabilidad y honestidad" que muestran, dice la página del evento.

Mulloy estudió Políticas, Filosofía y Económicas en la Universidad de Oxford. Durante sus estudios sintió curiosidad por conocer de primera mano Cuba, donde se fue a vivir durante unos meses antes de marchar a Nueva York a estudiar cine.

"Cuba me impresionó", explicó Mulloy en declaraciones a la agencia AP. "Tanto la estética de la Habana, como el aislamiento que vive. Allí hay dos mundos paralelos, el mundo de los cubanos y el de los turistas, a los que llaman los de 'afuera'".

"Quería entender por qué la gente en Cuba se arriesga tanto a cruzar las 90 millas que les separa de Miami. Porque, aunque no es mucha distancia, es algo muy peligroso y suicida", dijo la directora.

"Conozco gente que ha intentado huir en balsa 19 veces. La corriente del mar o bien los guardas costeros les han devuelto a Cuba", añadió Mulloy.

La película se presentó en febrero pasado en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale), al que asistieron los tres jóvenes actores junto a Mulloy.

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¿Pueden los ruidos afectar el sabor del alcohol?

Cada semana, la revista BBC Focus resuelve algunas dudas de sus lectores. A continuación, una selección de algunas de las respuestas para los curiosos.

¿Pueden los ruidos afectar el sabor del alcohol?

Joven bebiendo una copa de vino

Sí. Desde hace rato los dueños de los bares saben que cuanto más ruidoso es el ambiente, más tragos venden.

Investigaciones recientes en las que la gente debía puntuar el sabor de las bebidas en distintos ambientes mostraron que no solo uno bebe más porque el barullo hace imposible la conversación, sino que además el alcohol sabe más "dulce" en sitios ruidosos.

Como los seres humanos tenemos una preferencia innata por los dulces, bebemos más.

¿Qué es una ola vagabunda?

Ola

Es una ola que mide el doble que la ola más alta en una circunstancia determinada.

Durante siglos se había hablado de estas olas pero no fue hasta 1995 que se demostró su existencia, cuando se registró una ola de 25 metros de alto en el Mar del Norte.

Si un barco se topa con una ola semejante lo más probable es que termine partido en dos, pero es muy posible que nunca se encuentre con ella ya que ocurren muy rara vez.

El hundimiento en 1978 del MS München, atribuido en ese momento al mal tiempo, es el único caso confirmado.

¿Por qué sentimos a veces un timbre en el oído?

Los sonidos muy fuertes -entre los que se incluyen la música, los fuegos artificiales y el que producen algunas máquinas- pueden dañar los receptores sensoriales del oído interno.

Estos receptores son los encargados de transformar el sonido en impulsos neuronales que viajan hasta el cerebro, y los sonidos muy fuertes rompen sus terminaciones.

Oído

Estas vuelven a crecer en 24 horas, pero, mientras están averiadas, envían señales falsas al cerebro.

Los acúfenos (como se les llama a los sonidos que oímos en estos casos) pueden también ser el resultado de infecciones en el oído, también de la pérdida gradual de audición causada por el envejecimiento o pueden ser provocados por algunos fármacos.

¿Por qué es tan tentador arrancarse las costras?

Esto es probablemente una manifestación de nuestro instinto por mantenernos aseados.

Los monos, por ejemplo, se examinan constantemente a sí mismos y a los demás para buscar pulgas, suciedad y pequeñas heridas.

Cualquier desviación del contorno normal del cuerpo los lleva a hacer una investigación más detallada.

Macacos

El dolor leve que sentimos cuando nos arrancamos una costra también hace que liberemos endorfinas, que pueden actuar como una forma de recompensa.

Este hábito, al igual que otros comportamientos para mantenernos limpios, también es una actividad que nos ayuda a distraernos cuando estamos aburridos, estresados o ansiosos.

Aquellos que sufren de TOC (Trastorno obsesivo-compulsivo) tienen dificultad para dejar de arrancarse las costras aunque esto empeore su aspecto o se estén haciendo daño

domingo, 22 de abril de 2012

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Los lindes de la obra literaria

(DOCUMENTAMINIMA.BLOGSPOT.COM.ES)

La mayor dificultad o desafío para quien se acerca hoy día a la literatura —como autor, crítico o lector— es determinar los lindes dentro de los cuales se produce la creación literaria, la frontera más allá de la cual no merece ese nombre.

El rasgo más generalizado de la literatura contemporánea —y lo mismo puede decirse, desde luego, de las artes visuales y de la música— es lo borroso o brumoso de sus contornos, la vaguedad que, mientras desciñe al creador de los criterios normativos que siempre antes lo rigieron, grava de dudas y titubeos al que se enfrenta a cualquier obra, a quien la juzga, dando lugar, en consecuencia, a un efecto sinérgico en el que los autores (y editores), de una parte, y los lectores y críticos, de la otra, se potencian mutuamente mediante un ejercicio de indistinción que termina por identificar lo novedoso con lo absurdo y banal.

La banalidad y la extravagancia, disfrazadas de experimentación, han tiranizado la literatura a lo largo de más de un siglo, a partir de las rupturas que produjo el "futurismo" por el tiempo que en Europa llegaba a su fin la Belle Époque y que acabaron agrupándose bajo el pretencioso nombre de "vanguardia"; movimiento que alcanzaría su mayor pujanza y novedad en el período que media entre las dos guerras mundiales.

A casi cien años de distancia, se corre el riesgo de subestimar el impacto devastador que tuvo la Primera Guerra Mundial en la cultura europea y, por extensión, en la cultura en general: el derrocamiento de tres de las más poderosas monarquías del mundo y el surgimiento del Estado totalitario, la muerte de 10 millones de personas en un territorio relativamente pequeño y, sobre todo, el desplome de los principios civilizadores que se habían ido consolidando en Europa durante el medio siglo que precede al conflicto que se inicia en 1914. De pronto se venía al suelo el orden establecido en una sacudida más brutal de lo que fueran en su momento la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, y los cuestionamientos que ya habían empezado a hacerse con alguna timidez antes del conflicto se presentaban ahora sin cortapisas, con un matiz de fervor y de celeridad. El horror ante el caos y el abismo que significó la guerra para los supervivientes afirma, al mismo tiempo, su derecho a la transformación, a la exploración y a la innovación sin límites. Esta tendencia, que subvierte todos los estándares en dos o tres décadas, se reiterará luego como parodia y moda.

La vanguardia —tanto en las artes como en las letras— se replica como un cáncer y contamina todas las tablas de valores para dejarnos, en la práctica, huérfanos de criterios. Aunque hay voces —tanto de creadores como de críticos— que se resisten a ser arrastradas por la avalancha, no pasan de ser figuras aisladas que no logran desacelerar la experimentación vacua y gratuita y la mercantilización frenética sobre la que pocos se atreven a pronunciarse. El siglo XXI se inaugura con una literatura de detrito que halaga al consumidor más vulgar y que algunas de las grandes editoriales promueven con bien dotados premios. Si no es el fin de la historia, bien puede ser el fin de la cultura o, al menos, el fin de la literatura tal como la hemos conocido durante siglos: lectura de fast food concebida para el consumo transitorio y destinada de antemano a la basura, sin que casi nadie se anime a denunciarla con la necesaria energía.

En presencia de un poema francamente ripioso —o repleto de abstrusos barroquismos o de neologismos rupturistas que recuerdan la escritura automática y exigen el vasallaje de aquel a quien el escritor "iluminado" condena de antemano como ignorante y demodé —; o de una novela llena de lugares comunes, jerga soez y disparates lógicos, históricos y sintácticos; o de un ensayo desbordante de autoridades como un mar de muletas o gigantesco andamio sobre el cual, precariamente, el autor enuncia una tesis apenas inteligible; los críticos y académicos —mediocres y atemorizados en su mayoría— reaccionan con malabarismos verbales y oscuras rotundidades que enmascaran su propio desconcierto. Se trata de un juego en el que nadie se arriesga a pronunciarse por temor a dar un paso en falso: solemne cantinflismo que viste toga con algunos comentarios que merecerían glosarse a los parlamentos de Le Bourgeois Gentilhomme.

Yo creo que escritores y lectores, críticos y profesores deberían atreverse a marcarle límites al quehacer literario y a sentar pautas a partir de una tradición (por ancha y liberal que esa tradición pueda entenderse) para enfrentarse a una obra y juzgarla conforme a un criterio de calidad que, necesariamente, tendrá que expresarse por grados. Si toda escritura no es por definición literaria, y si toda escritura literaria no comporta el mismo grado de realización o excelencia, las personas afines al oficio estarán obligadas a hacer distingos que no pueden ser otra cosa que juicios de valor.

Se diría llegada la hora (tal vez por ser la de mayor anarquía) de restablecer normas para juzgar la obra literaria; normas que, necesariamente, han de estar por encima del gusto —que puede y suele ser transitorio y particular— y de los dictados de la moda, que casi nunca deja de ser fraudulenta y enfática. A ese ejercicio normativo estamos llamados, creo yo, todos los que tenemos algún comercio con la literatura, sobre todo escritores y lectores, así como los eruditos que viven de la disección de la obra viva. Y estas normas han de aplicarse a los géneros más agredidos y adulterados: la poesía, la narrativa y el ensayo.

La poesía

Salvador Díaz Mirón, autor de muchos poemas cursis como buen modernista, acertó, a mi juicio, cuando se atrevió a definir la poesía como "tres heroísmos en conjunción:/ ¡el heroísmo del sentimiento,/ el heroísmo del pensamiento/ y el heroísmo de la expresión!".

A mí me sobra la palabra "heroísmo" en este contexto, pero la conjunción de sentimiento, pensamiento y expresión es un acierto memorable, aunque la idea no fuera original. Creo que la poesía se da ciertamente en el acuerdo de esos tres elementos: el pathos, la elaboración intelectual y el dominio de un vehículo expresivo (lo mismo podría aplicarse a las artes plásticas y la música, con la variante lógica de que el vehículo de expresión cambia de un arte a otra). Puede afirmarse que si al poema le faltase cualquiera de esos tres ingredientes —la pasión, el rigor intelectual que la atempera y el lenguaje preciso donde se vierte— podría declararse fallido. Este criterio, que algunos tildarán de preceptivo, nos servirá para discriminar en el farragoso montón de supuestas creaciones poéticas que, luego de esta criba, se vería bastante reducido.

Si la pasión impera en la creación poética, con menosprecio de los otros elementos apuntados, el resultado será una obra cercana al flujo de conciencia que desborda todas las convenciones y se proyecta como un aliviadero. Quien esto perpetra tiene la arrogancia de suponer que sus estados de ánimo se equiparan con el sentir de la humanidad, llamado a reflejarse en sus versos como en un espejo. El sustantivo que más gusta a esta clase de escritores es el de espontaneidad —otra manera de llamar al desaliño— la cual tienen como el primer atributo de un artista y, en particular, de un poeta. Creen que cualquier voluntad de perfección, de acendramiento, es artificiosidad e impostura ajenas a la inspiración prístina. He conocido y he tenido la desgracia de leer a algunos de estos "espontáneos" y siempre sobresale en ellos lo torpe, lo inacabado. No es difícil dictaminar que la auténtica poesía está ausente de esa escritura.

La poesía que, por el contrario, es producto del exclusivo esfuerzo intelectual, poesía "cerebral", como alguna vez se le ha llamado, en la que falta la pasión que le imprime profundidad, puede merecer la categoría de ideación, incluso de "constructo", susceptible de alcanzar cierto nivel de perfección semántica y hasta, en algunos casos, de bella exposición formal; pero el lector sensible advertirá la ausencia de esa honda intensidad que siempre ha de distinguir al genuino poema como una elevada creación del espíritu, para decirlo a la manera de los románticos. Esa intensidad resuena en las palabras, se vale de ellas, desde luego, de su ordenación, de las vibraciones sonoras que producen, pero es y debe ser mucho más: es el modo en que percibimos un mensaje trascendente que nos conmueve, y nos conmueve no porque cuente una historia sentimental, sino por la certeza de que transmite una experiencia emotiva única, regida por un imperativo de belleza.

Hay "poetas" que son hacendosas maquinas de versificar o de escribir espasmódicamente, a quienes mueve una compulsión tan natural como la de evacuar sus excreciones corporales. Se sienten poseedores de una suerte de toque de Midas que los lleva a ir convirtiendo todo en versos. Sus actividades ordinarias y domésticas son fragmentos del enorme poema que es su vida misma, de la cual la escritura es un registro minucioso. En verdad son amanuenses de lo que suponen un destino magno y excepcional. Estos versificadores hasta pueden alcanzar un cierto dominio de la forma, intelectuales en su acepción más chata que han encontrado un mecanismo para expresarse y lo van aplicando con rigor escolástico.

Suman legión, por otra parte, los que confunden el escribir poesía con un encabalgamiento de metáforas (además de sinécdoques, metonimias, símiles, etc). Creen que la poesía consiste en referirse a las cosas ordinarias de la manera más oblicua posible. Resulta patético comprobar lo fácil que es "traducir" esta concatenación de tropos al lenguaje ordinario para entender lo que el presunto poeta quiere decirnos; lo cual, casi siempre, es una trivialidad enmascarada y vestida de largo. Los que hacen profesión de "barrocos" practican estos ejercicios y tienen la audacia de divulgarlos e incluso de encontrar críticos y colegas que los valoren, sin darse cuenta de que esa escritura artificiosamente re-vestida no podría insertarse sin violencia en la tradición de la gran literatura, que siempre ha de ser uno de los indicadores donde apoyar una justa valoración. Desde luego, hay una evolución a la que la literatura en general, y la poesía en particular, no pueden ser ajenas, pero los frutos de esa evolución deben mostrar una coherencia de origen, el engarce de un antecedente.

La poesía, creo yo, debe transmitirnos una emoción cercana a lo inefable, contigua o equivalente a su necesidad: la certidumbre de que estamos en presencia de un texto que no es intercambiable por ningún otro, al que su autor se vio obligado a recurrir para comunicar un sentimiento/idea que no podía encontrar otro cauce. Y no me refiero a las palabras, que podrían ser las más elementales de la lengua, sino a la estructura, al orden sintáctico que, de suyo, tiene que justificar la partición versal y no puede obedecer a la caprichosa segmentación de quien escribe ni confundirse con un trozo de prosa arbitrariamente trucidado. Según este criterio, la forma en que se nos presenta el poema es o debe ser consustancial al poema mismo (digamos que los tercetos en que Dante escribió su Divina Commedia son inseparables de esta obra), y esto podría aplicarse con tanta validez a los metros clásicos como al verso libre.

Muchos creen que el valerse del verso libre le consiente a quien escribe cualquier antojo, como si la ausencia de la rima y de una métrica regular debiera suponer una escritura caótica con anulación de medida, ordenación y ritmo; escritura en la que, además, podría prescindirse de toda lógica y en la que fuera lícita la inclusión de cualquier neologismo. Esta "poética" desaforada es responsable de incontables atrocidades que muchos críticos defienden al amparo de la sacrosanta "novedad", la cual, en principio, barre con todas las restricciones de un sano juicio estético, como si la novedad, por sí sola, fuera el único atributo respetable a la hora de valorar una obra de arte, ya se trate de un cuadro o de un poema. Esa libertad mal entendida ha engendrado las muestras más infelices de la poesía contemporánea que, por su propia naturaleza, aspira a ponerse fuera del alcance de cualquier crítica, porque ¿cómo ejercer la crítica frente a una obra que, de principio, se sitúa más allá y por encima de cualesquiera reglas que permitan juzgarla? El resultado es un fútil y ridículo ejercicio de cautelas cuyo primer error consiste en el intento mismo de una valoración.

En el verso libre subyacen, con bastante constancia, algunos de los más regulares metros clásicos: el pentasílabo, el heptasílabo, el endecasílabo, el alejandrino… que, en el caso del castellano, suelen mostrarse como tendencias métricas. Al prescindir de la rima y la métrificación tradicionales que —con las notables salvedades que conocemos— tienden naturalmente al ripio, el verso libre logra sacar a la poesía de los muros de una prisión secular, pero, al mismo tiempo, tiene que hacerle frente a un extraordinario desafío: la pura expresión poética que exige, más que nunca, el dominio que suscita la apasionada contemplación del mundo, la cual ha de pasar por el filtro de una inteligente reflexión (que siempre ha de ser literaria, es decir, condicionada por la literatura) para terminar expuesta por la palabra en su acepción más rigurosa. He aquí de nuevo la tríada de condiciones básicas para que se produzca el evento poético.

Esta adecuación del verso libre al ritmo de algunos metros viene a reivindicar la hermandad de la poesía con la música, cuya importancia no es de subestimar. La poesía ha de tener, creo yo, una imprescindible valoración fónica; poseer lo que me gustaría llamar una eficacia prosódica, dada por la construcción misma del texto —aun allí donde prescinda de la rima y de la uniformidad métrica— que facilite su lectura y su audición. Cualquiera que menosprecie este ayuntamiento de música y poesía, que deliberadamente lo ignore o, lo que es mucho peor y más frecuente, que carezca de oído para distinguir cuándo un texto poético fluye armónicamente y cuándo tropieza, sin que esto último constituya siquiera un quiebre deliberado, debería de quedar naturalmente al margen de este oficio, no importa cuántos cientos o miles de presuntos poemas pudiera haber escrito. En este punto me permito afirmar que la poesía sigue siendo también un género oral, destinado a la lectura en alta voz, instancia en la que se reafirma y se valida. ¿Por qué razón, si no por su parentesco con el canto, el poema se vale del verso? ¿Qué otra justificación que no sea sonora tendría la tradicional estructura poética?

La narrativa

El arte de narrar se independizó de la poesía desde la Antigüedad. En todas las culturas, el relato, como género anónimo y folclórico, surge desde temprano y, durante mucho tiempo se conserva como una tradición oral que encuentra eco en textos religiosos e históricos, Las historias de Herodoto y las Escrituras judías, por ejemplo, son buena muestra de esta presencia. El relato literario —el cuento— antecede por muchos siglos a la novela, aunque su concreción escrita fuera tardía. Muchos de los cuentos que tanto deleitaron nuestra infancia se conservaron y transmitieron oralmente durante siglos, antes de que autores como Perrault o los hermanos Grimm los llevaran al texto. Lo mismo puede decirse de Las mil y una noches, cuyo corpus en árabe no era todavía definitivo cuando Antoine Galland publicó la primera versión en Europa a principios del siglo XVIII. Por su parte, la novela —que se distingue por el desarrollo de una trama más compleja y extensa— es prácticamente una invención renacentista, pese a contar con algunos antecedentes antiguos. El asno de oro, de Apuleyo y El satiricón, de Petronio, no pasan de ser prototipos del género.

Tanto la novela como el cuento tienen la doble misión de entretener y de enseñar. En toda narrativa existe, de manera más o menos evidente, un prurito de didactismo, aun en aquellas que menos se lo propongan. El narrador siempre es —e incluso a su pesar— un maestro, alguien que quiere darnos una lección, un pequeño filósofo que aspira a impartirnos una doctrina por otros medios. Por su brevedad, en el cuento esta intención suele hacerse bastante evidente. Los cuentos de hadas clásicos contenían una moraleja expresa (en los de Perrault incluso había dos, escritas en verso, que le daban un cierre alternativo al relato). La intención del narrador no podía ser más obvia. La extensión de la novela —que tiene una creciente prosperidad en Europa a partir de Don Quijote de La Mancha y que alcanza su ápice en los siglos XIX y XX— logra hacer menos obvia esa intención, aunque en algunos escritores monumentales, como Víctor Hugo y Tolstói, la voluntad de ejercer un magisterio moral a través de la obra narrativa se hace patente.

Pero si toda narrativa es, de algún modo, lección; en mucha mayor medida es entretenimiento, esto último en un sentido que en nada disminuye o rebaja su jerarquía. La narrativa —y muy particularmente la novela— entretiene por suplantación, al proponernos, con tintes reales o fantásticos, un mundo paralelo que se asemeja al mundo real —al que a veces copia con minuciosa fidelidad— o a los sueños de quienes lo viven, y con los cuales el escritor aspira a sustituir nuestra percepción de una determinada realidad valiéndose de su imaginación y oficio.

La realidad y la fantasía literarias son concomitantes. Esa "realidad", por fielmente que quiera abordar un hecho real, siempre será impostura, mediación o mediatización librescas, al igual que en el cine.

Del mismo modo, la literatura que llamamos "fantástica" solo puede digerirse si antes la aceptamos como realidad, aunque se trate de una realidad "otra", en la cual, sin embargo, para que funcione como obra de arte, como discurso literario, deben regir los presupuestos de una lógica —de otro modo la supuesta fantasía sucumbe ante sí misma y se nos presenta como un embuste incapaz de convencer a nadie. Si disfrutamos los cuentos de Las mil y una noches es porque nos rendimos a la lógica interna de su peculiar realidad, de un mundo poblado por genios que pueden vivir tres mil años dentro de una botella, de caballos que vuelan y de cuevas de ladrones que se abren al conjuro de una palabra mágica. En uno u otro caso, la narración literaria es un universo alternativo que se planta ante nosotros con la fuerza y el esplendor de una revelación.

En el siglo XIX, la novela histórica y, su sucedánea, la novela de folletín, llegan a fatigar el género. Dumas, Hugo, Dostoievsky, Dickens son nombres que llenan una época y la trascienden. Escriben por entregas y mantienen expectante a su público como hoy lo hacen los seriales de la televisión, con la diferencia de que algunas de estas obras, que van adquiriendo corporeidad a retazos y sin que sus autores tengan la oportunidad de pulirlas mucho, se convierten en libros inmortales. Ya en los grandes escritores rusos de la segunda mitad de ese siglo vemos cómo se ahonda en el carácter de los personajes, en su psicología, en su mundo interior, tendencia que se acentúa en novelas de principios del siglo XX, donde los personajes, y sobre todo los protagonistas, evolucionan y maduran: En busca del tiempo perdido, Juan Cristóbal y Los Buddenbrook son exponentes de esos ciclos vitales. En eso apareció el Ulises.

Noventa años después de su publicación y cuando la mayoría de los experimentos vanguardistas en el campo de la poesía se mencionan como rarezas arcaicas o se remedan grotescamente, la vasta novela de Joyce conserva aún una mítica alteza, texto que estudian con reverencia en el mundo académico y al que se refieren como un obligado antecedente los que siguen apostando por la ruptura como la primera y a veces única razón del quehacer literario. Para mí, el prestigio del Ulises se sustenta precisamente en su carencia absoluta de lectores. Nadie se ha leído nunca este abstruso y caprichoso texto, y de esta ignorancia —cimentada por académicos untuosos y críticos desconocedores de su oficio— depende su inmortalidad. Ya decía Borges "yo (como el resto del universo) no he leído el Ulises", si bien agregaba "pero leo y releo con felicidad algunas escenas", seducido por lo que llama "la omnipotencia verbal" del autor irlandés (mis amigos Orlando Jiménez-Leal y Antonio Muñoz Molina dicen haber leído el Ulises más de una vez, y yo les creo, como las excepciones que confirman la regla). Pienso que Borges y otros se han acercado a este cosmos, caótico y simétrico a un tiempo, con el asombro de quien contempla una maquinaria deliberadamente compleja que no tiene otro fin que su propia complicación y que, con pocos referentes fuera de sí, se empeña en agotarse en sí misma.

Es difícil que una obra así pueda y deba encontrar réplicas, pero su sola existencia —de alguna manera venerada— ha producido engendros infelices en todas las lenguas, si bien muchísimo menos pretenciosos: novelas que se nos presentan como meras armazones de palabras, sostenidas en el lenguaje por el lenguaje, renunciando de entrada a contar una historia, a proponer un argumento, a construir un mundo, a darle vida a personajes, a narrar, en una palabra; negando en sí mismas la condición esencial de su género, su propia razón de ser. Por suerte, los seguidores de Joyce no constituyen legión y todos son abominablemente caricaturescos, a quienes se les ve enseguida la endeble encarnación de su entusiasmo joyceano. Bien merecería la obra magna del tuerto de Dublín la exposición definitiva en un museo de máquinas infernales y prisión perpetua para quien se atreviera a replicarla.

Frente al laberinto de Joyce se levanta el monte majestuoso de Thomas Mann, La montaña mágica, como se ha traducido a muchas lenguas —aunque también podría ser la montaña encantada; en mi opinión, la novela más importante del siglo XX y entre las más notables de cualquier época. Novela realista y fantástica, de peripecia humana y de tesis, psicológica y doctrinal, de ambiente y personajes memorables, todo en una. Profundísima reflexión sobre la cultura occidental y su eterno conflicto entre la libertad y la justicia y, al mismo tiempo, apasionante trama que gira en torno a los grandes temas en que se debate la condición humana: el amor, la muerte, Dios…

A estas excelencias habría que añadirle la gracia narrativa de su autor, el dominio de la palabra, la adecuación pocas veces lograda entre lo que se cuenta y la manera de contarlo, aun con todas las limitaciones de quienes la hemos leído en traducción y que ya se deja notar desde el principio, cuando la novela despierta un rechazo en el lector, semejante al que su protagonista siente frente al sanatorio donde han de recluirlo, y que luego da paso a un creciente acomodo con la lectura que no es distinto del gusto con que aquél se va adaptando a su reclusión.

Aunque la novela en el siglo XX se diversifica casi en infinitos meandros, me atrevo a proponer a Ulises y La montaña mágica como los arquetipos de dos tradiciones antagónicas: la que se va a sustentar en el experimento verbal, en la "arquitectura" de palabras, en la expresión que procura continuamente el hallazgo de voces y sintagmas que, en la mayoría de los casos, se agota en su propia fabricación sin proponerse nada más allá de este ejercicio; y la que persiste —frente a todas las modas y aún cuando algo conceda a éstas— en la tradición de contar un relato, de inventar una "historia" —que puede acercarse más o menos a la realidad— de plantarse ante el lector como un universo alternativo que brinda ese solaz particular de que siempre es portadora la autentica narración literaria; esa obra que sin renunciar a una manera singular de decir, aspira a darnos ingreso en un mundo "otro" que viene a enriquecer o completar nuestra experiencia vital.

En esta tradición, descuellan, en los últimos ochenta años, pese a los atroces experimentos literarios o pseudoliterarios, notables obras de ficción. Pienso en Orlando, el fabuloso personaje de Virginia Woolf, El Gran Gatsby de Scott Fitzgerald, Mil novecientos ochenta y cuatro de George Orwell, El puente sobre el Drina, de Ivo Andric, que es la historia de un puente a lo largo de cuatro siglos; Memorias de Adriano, en que Marguerite Yourcenar con extraordinaria maestría nos devuelve el pensamiento, el sentimiento y la voz de un emperador romano del siglo II; Doctor Zhivago, de Boris Pasternak, en que está encapsulada toda la ternura, la fe y la furia de Rusia; Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato; El gatopardo, de Lampedusa; El siglo de las luces, de Alejo Carpentier; A sangre fría, reportaje de un auténtico crimen convertido en espeluznante relato de ficción por Truman Capote; Cien años de soledad, de García Márquez; El nombre de la rosa, de Umberto Eco; El manuscrito carmesí de Antonio Gala; Me llamo rojo, de Orhan Pamuk; La noche de los tiempos, de Muñoz Molina…

Esta lista, desde luego, no es exhaustiva, pero si pretende recoger algunos hitos, al tiempo que sigue un cierto orden cronológico, acaso para desmentirme cuando he hablado al principio de literatura de detrito o, más bien, para afirmar que el arte de contar una historia cautivadora ha mantenido su vigencia a pesar de la vacua experimentación de tantos autores alentados por críticos irresponsables y por codiciosas editoriales. El concepto —tan explotado— de que cualquier texto que su autor defina como novela, lo es por esa sola definición se aleja cada vez más de los parámetros que respetan y establecen a un tiempo las obras que acabo de mencionar, y que constituyen, junto con muchas otras, un auténtico canon.

El ensayo

Desde que Montaigne inaugurara el género casi a fines del siglo XVI, el ensayo se propone como una reflexión libre en que el autor ejerce un ilimitado dominio. Se trata, en último término, de poner en blanco y negro una cosmovisión, de un molde en que se vierten, de manera más o menos orgánica, las opiniones. No tiene —ni pretende tener— el rigor del tratado, de antigua data, sin que por eso se suponga que sea una escritura carente de sustentación lógica; ni posee la intimidad de las "confesiones", sin renunciar por ello a esa mirada individual que sirve para justificarlo.

Si algo caracteriza al ensayo es su audacia, el atrevimiento de exponer, con amplio diapasón argumentativo, una idea o un conjunto de ideas que nos suscita la inteligente y apasionada experiencia del mundo, o tan solo un aspecto de esa experiencia; de ahí que pueda ser político, religioso, filosófico…, pero, en cuanto a su factura, el ensayista debe y suele tener presente, aunque fuese de manera accidental, las condiciones que exigimos de forma esencial en la poesía: pasión (que aquí podría llamarse convicción), pensamiento y dominio de la palabra para la exposición formal, sin que en esta última falte una conciencia del bien decir, de la armonía —otro modo de llamar a la belleza— que siempre ha de procurar la escritura literaria.

Por definición, el ensayo es el texto expositivo que prescinde del aparato erudito y que solo accidentalmente recurre y se apoya en autoridades. La evolución del ensayo que, al igual que la novela, alcanza madurez de género en el siglo XIX, es la historia de un deshacimiento, del abandono de los lastres referenciales en la medida en que el autor se va erigiendo él mismo en defensor de una tesis que, no obstante todas las debilidades que puedan y deban apuntársele, ha de presentar con rotundidad. El ensayista tiene mucho de predicador, como nos deja sentir por momentos Thomas Carlyle en sus opiniones sobre el héroe; o Emerson, que lo replica del otro lado del Atlántico, en su tesis sobre los hombres representativos, o William James cundo arguye sobre Las variedades de la experiencia religiosa.

El ensayista no teme ni se avergüenza de sonar categórico, más bien presume de ello y ejerce su arrogancia, aun a sabiendas de que las tesis que defiende con pasión están lastradas de dudas; que su "verdad" será siempre sopesada o contradicha por otras "verdades", o, más bien que es fragmento de una verdad mayor, abarcadora y transcendente, de la cual él solo tiene una versión parcial y un dominio precario. El ensayista —en el sentido más clásico de este término— es aquel escritor que encuentra su estrado o su púlpito para compartir con los demás un modo particular de sentir, de pensar y de decir.

En español hemos tenido algunos ejemplos notables en el siglo XX. Por su claridad expositiva, no exenta a veces de alambicamientos, descuella Ortega y Gasset entre los ensayistas peninsulares.

Más de ocho décadas después de algunas de las obras que lo pusieron a la cabeza de los pensadores españoles, puede ser leído aún con placer y reconocerle vigencia. La rebelión de las masas es un ensayo que podría servir de prólogo a la historia de nuestra época, análisis de un fenómeno, el del "hombre masa", que no ha hecho más que acentuarse.

Lo mismo podría decirse de algunos de los ensayos de quien fue percibido como el feroz rival de Ortega, Miguel de Unamuno que, si bien es farragoso y torturado, puede inquietarnos profundamente aún desde las páginas de un libro como Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos.

Del otro lado del Atlántico tal vez nadie se acerca a la suprema categoría de Alfonso Reyes, a quien Borges siempre consideró un maestro por el pensamiento y por el estilo. Leer a Reyes, como leer a Borges, siempre induce a la humillación y la exaltación, casi simultáneamente. Humillación porque nos releva del acto de escribir, por su aplastante perfección, por su deslumbrante claridad; exaltación porque, al mismo tiempo, nos reconcilia con la literatura en su más grandiosa acepción. Reyes, además, es un escritor muy completo porque cultivó con éxito la poesía, la narrativa y el ensayo; aunque es acaso por su obra ensayística por la que más se le recuerda. Cuestiones estéticas, La filosofía helenística, Homilía por la cultura, entre otros ensayos, descuellan no solo como la inteligente destilación de un pensador, sino también como muestras de un extraordinario estilista que propone dechados a las que muy pocos se aproximan.

Octavio Paz sigue de cerca los pasos de Reyes. El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Las trampas de la fe, Tiempo nublado, se encuentran entre los textos más notables del ensayo —filosófico, literario, religioso, político— que se hayan escrito en nuestra lengua y constituyen ejemplos mayores de un género que, tristemente, pierde cultores, en la medida en que lo subvierten o adulteran los trabajos académicos —eso que genéricamente llaman en inglés papers— que, desde la universidad, vienen tiranizando desde hace décadas el ensayo en el mundo editorial.

Lo que Joyce fue para la novela, lo fueron para el ensayo, en tiempos más recientes, Michael Foucault y Jacques Derrida, específicamente los análisis del discurso que se les asocian, consagrados en esas etiquetas de postmodernismo, post-estructuralismo, deconstructivismo (aunque este último sea un movimiento más asociado con la arquitectura). El análisis textual a partir de ciertos presupuestos de estas escuelas, la búsqueda de un lenguaje novedoso a toda costa y la exigencia de respaldar cualquier opinión propia con una autoridad (derivado esto último de la hipertrofia de una sana práctica académica), ha dado lugar a que el ensayo se haya convertido en un género que se destaca actualmente por su aridez, en el cual el criterio del "ensayista" se ve sepultado por una avalancha de citas que, lejos de diafanizar el mensaje que se pretende transmitir, lo distorsiona y lo enmascara.

Es hora, pienso yo, de rechazar como ensayos estas abstrusas ponencias con que se quiere suplantar un quehacer literario que tiene tan noble trayectoria. Lo mismo podría afirmarse, con todas las distinciones que ameriten, de la narrativa y de la poesía.

Es corriente oírle decir a este o aquel autor, en la intimidad de una reunión de amigos, que la obra de algún colega —que acaso ha recibido las más altas distinciones editoriales— es "un bodrio", "un fiasco" o sólidos residuos de albañal. Sin embargo, ese mismo autor, puesto a escribir sobre esa misma obra, es capaz —ya sea por caridad, por inseguridad o por dinero— de encontrarle méritos a lo que menosprecia y de justificar, en prosa habitualmente enrevesada, una existencia literaria en la que no cree.

Los críticos y los académicos (especies que a veces coexisten en un mismo individuo y que suelen poblar con su insensibilidad las universidades de Occidente) son aún peores; pues, allí donde los autores adoptan —aunque sea falsamente— el talante de la modestia, estos otros no pueden enmascarar la soberbia ni la actitud de perdonavidas que suponen les otorga el estrado universitario, pese a que su presencia en ese estrado solo sirva para resaltar, en la mayoría de los casos, la decadencia de las instituciones que representan.

Sé, no es necesario que me lo recuerden, que la libertad ha sido ya por mucho tiempo el atributo que ha acompañado a la literatura y a las artes y que, al amparo de esa libertad, se han creado las obras más atrevidas y logradas. Pero es cierto también que, en nombre de esa misma libertad, se perpetran a diario gravísimos delitos de lesa cultura que nadie parece animado a corregir, o al menos a rechazar con la necesaria energía. Aunque esto suene muy reaccionario, yo creo que escritores, editores, profesores y críticos tienen la obligación de sentar pautas a la literatura y de fijar fronteras entre lo que pertenece al ámbito de esa disciplina y lo que francamente no podría tener cabida en ella sin que mediara gran violencia. Delante de nosotros se presenta esa tarea —ingrata tal vez— como deber y como desafío.

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Jack Nicholson llega a 75 años de vida en el Séptimo Arte



MÉXICO (Notimex).- El galardonado actor estadunidense Jack Nicholson, quien ha protagonizado más de 60 películas, entre ellas "El resplandor", "Mejor imposible" y "Alguien tiene que ceder", festejará 75 años de vida vigente en el Séptimo Arte y con amplia presencia en la TV gracias a la proyección de sus cintas.
Nicholson figura en la televisión mediante diversos ciclos de cine. El pasado 17 de abril, en un canal de paga, se transmitió una programación especial en su honor.
También a principios de este mes, el canal Plus transmitió una serie de filmes del actor con motivo de su cumpleaños.
En fecha reciente, el actor puso a la venta algunas de sus propiedades, entre las que destacan una casa ubicada en Malibú, California, y otra en Aspen, Colorado.
Nacido el 22 de abril de 1937 en Neptune, Nueva Jersey, John Joseph Nicholson, su nombre real, ostenta el récord del actor con más nominaciones al Oscar, pues ha sido candidato al galardón en 12 ocasiones, de las cuales ha ganado sólo en tres.
El abandono de su padre cuando era niño lo hizo una persona introvertida y amante de la soledad, motivo por el cual a los 17 años se trasladó a la ciudad de Los Angeles, California, donde trabajó como ayudante en el Departamento de Animación de la Metro-Goldwyn Mayer.
Más tarde comenzó a estudiar arte dramático en el Players Ring Theatre, donde coincidió con James Coburn y con el director y productor Roger Corman, quien le dio sus primeros contratos en cine en películas de serie "B", producidas con muy bajo presupuesto.
Su primer éxito lo consiguió con el filme "Easy rider" (1969), en el que sustituyó de última hora al actor Rip Tom.
Con este trabajo, que era una crónica de la vida de las pandillas de motociclistas en California, Nicholson se convirtió en el actor de moda de los 60.
A partir de entonces sumó a su filmografía otras destacadas producciones, como "Mi vida es mi vida" (1970), "Ansia de amar" (1971), "Barrio chino" (1974) y "Atrapado sin salida" (1975), la cual le valió el Oscar al Mejor Actor, al igual que "Mejor imposible" (1998).
En 1983 nuevamente recibió dicha estatuilla, aunque en la categoría de Mejor Actor de Reparto, por su participación en "La fuerza del cariño".
Especialista en papeles de rebelde, cínico y desequilibrado mental, Nicholson ha logrado superar el estereotipo a través de personajes interesantes que representó en "Cuestión de honor" (1992) y "Hoffa" (1992).
En 1980 Jack actuó en "El resplandor", de Stanley Kubrick, época en la que ya compartía créditos con las grandes estrellas del Séptimo Arte, y se daba el lujo de elegir sus trabajos en función de los actores con los que quería laborar.
El artista también ha incursionado como guionista y director. En la década de los 70 escribió los parlamentos de "Thunder island" y "A través del huracán", entre otras; además, en esa misma década dirigió "Drive he said" y "Camino del sur".
Como director ha sorprendido con filmes como "Con la soga al cuello" y "The two Jakes", la continuación de "Barrio chino".
Nicholson estuvo casado con la actriz Sandra Knight, de quien se divorció cinco años después; también se le relacionó sentimentalmente con Angelica Huston, la modelo Rebecca Broussard y con la actriz Lara Flynn Boyle.
En 2003 participó en la también exitosa "Alguien tiene que ceder", en la que dio vida a un gran empresario de más de 60 años que encuentra el amor en una mujer 10 años menor que él.
En la filmografía del renombrado actor también destacan "Cuando menos te lo esperas", "Ejecutivo agresivo" y "A propósito de Schmidt".
Además, "The departed", ganadora del Oscar como Mejor Película en 2006, en la que compartió créditos con Leonardo DiCaprio y Matt Damon, bajo la dirección de Martin Scorsese.
En 2007 comenzó a rodar la película "The bucket list" (Ahora o nunca), donde comparte créditos con Morgan Freeman, bajo la dirección de Rob Reiner y guión de Justin Zackham.
Un año después, en 2008, se estrenó este filme, cuya historia gira en torno a una pareja de enfermos terminales de cáncer formada por "Edward Cole" (Jack Nicholson), un millonario dueño de varios hospitales, y "Carter Chamber" (Morgan Freeman), un mecánico de clase baja.
En el largometraje también participaron actores como Sean Hayes, Beverly Todd, Rob Morrow, Alfonso Freeman, Rowena King, Anton Berry Jr., Verda Bridges, Destiny Brownridge y Brian Copeland.
Ese mismo año fue incluido en el Salón de la Fama de California y dos años más tarde en el de Nueva Jersey.
En mayo de 2011, el actor recibió por parte de la Universidad de Brown el título honorífico de Doctor.

ENTERATE HOY ES EL DIA MUNDIAL DEL PLANETA

Día mundial de la Tierra: ‘Nos estamos acabando al planeta’

Experto hace un llamado a impulsar programas para concientizar a la población sobre el cuidado del medio ambiente

PIEDRAS NEGRAS, COAH.- Al igual que en más de 140 países, organismos ambientalistas locales propusieron en el marco del Día Mundial de la Tierra, impulsar programas para concientizar a la población por el cuidado del agua y la preservación del medio ambiente ante los efectos que se registran por el cambio climático.

Waldo Terry Carrillo, presidente de la organización Amigos del Rio San Rodrigo, consideró que el Día Mundial de la Tierra es el marco para hablar sobre la urgente necesidad de impulsar programas tendientes a concientizar a la población para cuidar el entorno en el que vivimos.

“Todos debemos de asumir nuestra responsabilidad en la preservación del medio ambiente, pues al planeta Tierra cada vez nos lo estamos acabando por la emisión de contaminantes”, expresó.

Se estima que en el Día de la Tierra estarán participado más de 400 millones de personas en 141 países de todos los continentes cada uno con diferentes programas, como una forma de concientizar sobre lo que le espera al planeta si no hay acciones que mitiguen los devastadores efectos.

Todo inició en 1990 cuando se dio una movilización de los grupos ambientalistas y Ciudadanos, Organizaciones No-gubernamentales (ONG), lo que obligó a los jefes de Estado a participar personalmente en la cumbre de la Tierra de las Naciones Unidas en Río de Janeiro en 1992.

“Desde 1990 las celebraciones del Día de la Tierra prevalecen entre los grupos de ciudadanos alrededor del mundo, destacando organizaciones como la Red Internacional del Día de la Tierra.

Finalmente, dijo que todos los organismos nacionales e internacionales tienen como misión el difundir y exigir a las diferentes entidades gubernamentales crear programas tendientes a cuidar el entorno principalmente problemática ambiental.

¿Lo sabía?

El Día de la Tierra nació en 1992.


141 países de los cinco continentes participarán con diversos programas tendientes a concientizar sobre el cuidado del planeta.
Se calcula que unos 400 millones de personas participarán en la celebración ecuménica.

Resiente Coahuila efectos del cambio climático

En la celebración del Día de la Tierra, el diputado Refugio Sandoval invitó a tomar conciencia del medio ambiente, toda vez que Coahuila en particular ha sido de los estados más impactados por los efectos de cambio climático, con exceso de lluvias que provocaron inundaciones, incendios que arrasaron 193 mil hectáreas y una sequía que todavía está causando estragos.

El llamado Día de la Tierra se celebra el 22 de abril desde el año 1970 a iniciativa del senador estadounidense Gaylord Nelson, quien instauró ese día para crear conciencia a los problemas de sobrepoblación que ya se registraban en aquel entones, generando mayor contaminación.

La iniciativa tuvo la principal intención de crear conciencia de la necesidad de conservar la biodiversidad y preocuparse por los temas ambientales para proteger a la Tierra de los daños provocados por el mismo hombre.

Desde entonces se han unido una gran cantidad de países, entre ellos México, donde también se han dejado sentir los efectos negativos del cambio climático, y según el diputado coahuilense José Refugio Sandoval, del PVEM, Coahuila es el claro ejemplo de ello.

“Es ineludible la responsabilidad de tomar acciones ante el fenómeno mundial del cambio climático, cuyos efectos en el estado de Coahuila han sido evidentes en los últimos años”, manifestó.

Como ejemplo de ello citó casos como el exceso de lluvias provocadas por el huracán Alex, que dejó aisladas varias poblaciones de la Región Centro; los incendios que en 2011 consumieron cerca de 193 mil hectáreas, arrasando con flora e infraestructura, que fue creciendo a través de décadas, y hasta centenares de años.

Y por si fuera poco, la sequía que aqueja al norte del país, y en especial Coahuila, la cual se ha recrudecido a partir del año pasado, que fue el año con menor registro de lluvias, lo cual ha causado daños devastadores en la ganadería, con miles de cabezas de ganado muertas y el consecuente empobrecimiento de las familias del campo.
“Aunado a los efectos del cambio climático, el mundo enfrenta una demanda de alimentos, recursos naturales y energéticos como nunca antes se había registrado, lo que provoca escasez e incremento de los precios”, señaló.

Advirtió que una de las causas ha sido el desmedido crecimiento poblacional, que en los últimos 40 años casi se duplicó, lo que conlleva un incremento en la demanda de recursos para satisfacer esas cantidades.

“Estos eventos son parte del entorno actual y futuro, que ya está afectando la posibilidad de mejora en el nivel de vida en nuestro estado y en el país”, sentenció el legislador, quien dejó claro que el peor enemigo de la conservación de los recursos naturales y el combate al cambio climático, es la pobreza y la ignorancia.

De ahí que opinó que la mejora en el bienestar social de los coahuilenses también es una condicionante de las acciones encaminadas a atender estos problemas. Además, explicó, implica regular las conductas y actividades de los ciudadanos en cuanto a la utilización y administración de los recursos naturales.

“Establecer disposiciones ambientales que regulen actividades permitidas, a fin de evitar impactos negativos en el entorno ecológico, ya sea en materia de suelo, atmósfera, agua e impacto ambiental”, expresó.

Claro que puede colaborar

Con sencillas acciones usted hará mucho por la conservación del planeta.

Apague las computadoras por la noche, no las deje encendidas ni en hibernación.

Utiliza ambas caras del papel, tanto al imprimir como para anotar en el mismo.

Tras su uso almacenarlos y llevarlos a una recicladora

Cierra la llave del agua cuando te cepilles los dientes. Ahorrarás casi 4 litros de agua.

Acorta la ducha. Por un minuto menos bajo la regadera ahorrarás casi 20 litros de agua.

Recicla los envases de vidrio. No te olvides que tarda un millón de años en descomponerse en la naturaleza.

Apaga las luces que no necesitas.

Lava el coche en casa usando un recipiente de agua y trapos. No uses la manguera porque desperdicias mucha agua.

Compra baterías recargables.

Pague facturas y solicite estados de cuenta por Internet, ahorrarás millones de árboles cada año.

Usa bolsas reutilizables, las bolsas de plástico dañan al medio ambiente.

Haz las compras del mercado a granel, evitarás adquirir artículos innecesarios y generarás menos basura.

Baja el termostato del calentador, por cada grado más bajo en el invierno ahorrarás un 10 por ciento en factura de energía.

Planta un árbol, ayudarás a preservar el medio ambiente.

Camina o anda en bicicleta cuando puedas, porque es mejor para el medio ambiente y para la salud.

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Estrellas galas en festival cubano de cine francés

La actriz Isabelle Huppert y el productor del filme "The Artist", Thomas Langmann, asistirán al XV Festival Internacional de cine francés.

Isabelle Huppert es una invitada de lujo.

Los cubanos que gustan del cine francés tendrán la oportunidad de disfrutar la presencia, en la pantalla y también en directo de dos afamadas estrellas del séptimo arte:la actriz Isabelle Huppert y el productor del filme "The Artist", Thomas Langmann, que obtuvo cinco premios Oscar en su edición de 2012.

Huppert y Langman asistirán al XV Festival Internacional de cine francés, que se celebrará en Cuba del 27 de abril al 23 de mayo próximo y que se inaugura en La Habana con The Artist, de Michael Hazanavicius, que adems de los Oscar ha ganado seis premios César, en Francia, el Goya a la mejor película europea, en España, y el galardón del público en San Sebastián.

Nueve películas protagonizadas por Huppert conforman una retrospectiva de su filmografía que será presentada como parte de la muestra cinematográfica francesa que se exhibir en La Habana y otras ciudades de la isla.

"La ceremonia", cinta que le valió a Huppert el Premio César a la Mejor Actriz en 1996, junto a otras como "Un asunto de mujeres", "Loulou", "Madame Bovary" y "La pianista", figuran en el programa, además de la exposición de fotografías “Retratos de Isabelle", según han explicado los organizadores a medios locales.

Antonio Mazón, funcionario del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, dijo a la agencia EFE que la cartelera de este festival incluye 18 estrenos en Cuba, de ellos, 13 son largometrajes de ficción, dos animados y tres documentales.

jueves, 19 de abril de 2012

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Primera imagen de Anthony Hopkins caracterizado como Alfred Hitchcock

El filme, dirigido por Sacha Gervasi, relata la odisea que vivió el director para rodar una de sus obras maestras, «Psicosis»


Hoy ha visto la luz la primera imagen del actor Anthony Hopkins caracterizado como Alfred Hitchcock, al que dará vida en un filme que relatará la odisea que vivió el mítico director para rodar una de sus obras maestras, «Psicosis», y que está basada en el libro homónimo escrito por Stephen Rebello. La cinta, titulada «Alfred Hitchcock and the Making of Psycho», comenzó a rodarse la semana pasada en Los Ángeles. La dirige Sacha Gervasi, autor del aclamado documental musical «Anvil-El sueño de una banda de rock» y John McLaughlin («Cisne negro») es el encargado de convertir el libro en un guión para la gran pantalla.

Junto a Sir Anthony Hopkins, en Hitchcock veremos otros rostros conocidos como los de la también oscarizada Helen Mirren, que dará vida a Alma, la esposa del realizador británico; James D'Arcy («W.E.», «Age of Heroes»), que será el encargado de interpretar al asesino Anthony Perkins; Scarlett Johansson, que dará vida a Janet Leigh; y Jessica Biel, quien interpretará a Vera Miles, la actriz que daba vida a Lila Crane.

Un elenco de lujo para una cinta que no llegará a los cines hasta el año que viene. Y no es el único proyecto que se prepara sobre el mítico cineasta británico. La BBC rueda en estos momentos «The Girl», un telefilm que se centra en este caso en el rodaje de otra de las películas míticas de Hitchcock: «Los Pájaros». Aquí es Toby Jones quien interpreta al célebre cineasta con Sienna Miller encarnando a la protagonista de la película y musa del director, Tippi Hedren.

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La tiza del futuro es electrónica

Muestra del bolígrafo electrónico Penveu en una pared

El distrito escolar más grande de EE.UU., Los Angeles Unified School District, pronto pondrá a prueba un bolígrafo electrónico que podría revolucionar la idea tradicional de un salón de clases.

El dispositivo inalámbrico, Penveu, funciona "electrónicamente" en cualquier superficie: en una pared desnuda, en un monitor de la computadora o en una pantalla desplegable.

Los fabricantes aseguran que es más barato que los sistemas existentes de pizarrones blancos.

El dispositivo –que escribe, señala y destaca sobre cualquier superficie plana– cuesta US$499 para uso educativo, menos que las actuales pizarras interactivas que pueden costar más de US$2.000.

Además, Penveu es más fácil de montar y utilizar. En esencia, se convierte en una pantalla interactiva que tanto estudiantes como profesores pueden utilizar desde cualquier lugar del salón.

La pluma utiliza una tecnología conocida como "visión por computadora incorporada", que fue en principio diseñada para satélites y sistemas militares de navegación.

Interphase, una compañía basada en Texas, perfeccionó la tecnología en los últimos tres años y ha solicitado patentes.

"Hiperconectados"

Penveu

El contenido creado por Penveu puede ser salvado para utilizarse en el futuro.

La compañía dará a conocer Penveu en Demo, una conferencia para tecnologías emergentes en Silicon Valley, la meca de la innovación tecnológica en la actualidad.

Después de conectarse a cualquier pantalla de computadora analógica estándar (un antiguo proyector, televisor o monitor), Penveu es capaz de dibujar, escribir y resaltar en nueve colores brillantes, sin manchar la superficie.

Funciona como una varita electrónica portátil y la "tinta" se puede borrar con presionar un botón. El contenido -una lección para la clase o una presentación de diapositivas- se puede guardar para su posterior consulta.

Warren Dale, que hace recomendaciones de tecnología para escuelas de Los Ángeles, es un entusiasta del nuevo dispositivo. Dijo que esta generación de niños "hiperconectados", "está acostumbrada a un nivel mucho más alto de estimulación".

"Los niños de hoy tienen todo que ver con compartir: Facebook, tomar y compartir fotografías, hacer y compartir películas", dijo a la BBC.

"Con Penveu, puedo fácilmente, y sin pagar mucho, agregar otra herramienta de colaboración en el aula".

Dale dijo que, como educador con más de 30 años de experiencia, observó que esta tecnología puede mejorar el aprendizaje del estudiante y los resultados de las pruebas.

"Veo [al Penveu] generando un gran impacto en las aulas de Estados Unidos", dijo.

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Hallan en Chile "una de las pruebas más antiguas" de vida humana en América

Un grupo de arqueólogos anunció que halló en el sur de Chile herramientas de hace 14.000 años, lo que las convertiría en una de las pruebas más antiguas de vida humana en América.

Las piezas de roca, halladas a casi 1.000 kilómetros al sur de Santiago, fueron modificadas con técnicas de astillamiento.

Según los investigadores, de la Universidad Austral y de la Universidad Católica de Temuco, este grupo sería contemporáneo al que se halló en la excavación de Monte Verde, en Puerto Montt, emplazado también en el sur de Chile, donde se encuentra el yacimiento arqueológico más antiguo del continente.

Los humanos llegaron a América durante la última glaciación a través del Estrecho de Bering, que une el noreste del continente euroasíatico con Alaska.

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El truco del cerebro que nos permite oír selectivamente


Pareja

Muchas parejas aplican el "oído selectivo" para ignorar lo que no se quiere escuchar.

Cuántas veces no hemos escuchado el reclamo de "¡es que nunca escuchas lo que digo!".

Ahora científicos en Estados Unidos lograron entender cuáles son los mecanismos que subyacen a este "oído selectivo", cuando oímos sólo lo que queremos escuchar e ignoramos lo que no nos conviene oír.

Descubrieron que el cerebro puede utilizar filtros que permiten seleccionar sonidos en ambientes ruidosos, como la conversación de una sola persona en una fiesta o una multitud, e ignorar el resto.

El estudio, dicen los científicos en la revista Nature, es un avance importante en el entendimiento de cómo el cerebro humano procesa el lenguaje.

Desde hace tiempo se sabe que los seres humanos somos capaces de escuchar selectivamente, incluso se ha acuñado un nombre para este proceso, el "efecto de la fiesta de coctel".

Aunque se conoce esta capacidad humana de extraer un sonido especial en un ambiente sonoro, hasta ahora no se había logrado entender cómo son los procesos que nos permiten llevarla a cabo.

"Los mecanismos de cómo funciona este efecto en el cerebro no se conocen con claridad" explica a la BBC el doctor Edward Chang, profesor de neurocirugía de la Universidad de California en San Francisco, quien dirigió la investigación.

"Y nuestro objetivo era entender cómo el cerebro lleva a cabo este proceso, en qué región cerebral ocurre y que otros factores están involucrados, por ejemplo, qué tan rápido pasa nuestra atención de un hablante a otro".

Procesamiento cerebral

La investigación fue llevada a cabo con tres pacientes que iban a ser sometidos a cirugía cerebral debido a su epilepsia severa.

Parte de la cirugía involucraba ubicar las regiones del cerebro responsables de las discapacitantes convulsiones causadas por la enfermedad.

Para ello los científicos trazaron un mapa de la actividad del cerebro implantando 256 electrodos debajo del cráneo de los pacientes, sobre la corteza cerebral.

"Nuestro objetivo era entender cómo el cerebro lleva a cabo este proceso, en qué región cerebral ocurre y que otros factores están involucrados, por ejemplo, qué tan rápido pasa nuestra atención de un hablante a otro"

Dr. Edward Chang

Entre las regiones que registraban los electrodos estaba el lóbulo temporal, la zona cerebral encargada de procesar los sonidos y de nuestra capacidad de escuchar.

En el experimento los pacientes debían escuchar dos muestras de habla presentadas simultáneamente, las muestras eran de diferentes frases habladas por diferentes individuos.

"Durante la prueba presentamos a los pacientes claves aleatorias para que cambiaran su atención de un hablante a otro o escucharan a uno solo de los hablantes" explica el profesor Chang.

"El objetivo era ver qué neuronas se activaban en el cerebro cuando escuchamos sonidos selectivos, cuando sólo ponemos atención en lo que queremos escuchar".

Con estos datos los investigadores desarrollaron un algoritmo para analizar los patrones de actividad cerebral.

Descubrieron que las respuestas neurales en la corteza auditiva sólo se activaban cuando hablaba el individuo que los pacientes debían o querían escuchar.

Y el cerebro ignoraba el resto.

Es lo mismo que ocurre cuando un hombre ignora lo que su esposa le está diciendo a pesar de que esté al lado de ella, dice el profesor Chang.

"Esto significa que el cerebro está ignorando la información auditiva que no nos interesa, aunque lo estemos escuchando muy de cerca, y esto nos permite ocuparnos de otros pensamientos que sí nos interesan" dice el investigador a la BBC.

El estudio, agrega el científico, abre la posibilidad de nuevas investigaciones sobre las experiencias subjetivas de la mente, algo que hasta ahora no ha podido ser investigado.

Y también tendrá implicaciones para el tratamiento de enfermedad.

"Una de las implicaciones es que cuando envejecemos nuestra capacidad de escuchar en ambientes ruidosos se degrada mucho" dice el profesor Chang.

"Así que a medida que logremos entender cómo nuestro cerebro nos permite enfocarnos en ciertos estímulos sonoros ambientales quizás podremos encontrar formas de rehabilitar a las personas con problemas en su capacidad auditiva y a aquéllos con déficits de atención o de lenguaje" señala el investigador.