Clases de maya para ayudar a migrantes en California
Con libros en la maleta,
Patricia Martínez Huchim viaja desde Mérida, en el sur de México, hacia
la ciudad estadounidense de San Francisco: es la encargada de dictar
allí clases de lengua maya yucateco.
"No hay palabra para ‘metro’ en maya, ni para
‘bar’… En Yucatán no hay montañas, a lo máximo unos cerros, no hay ríos
sino cenotes… Enseñar maya aquí no es sólo dar vocabulario, es explicar
otra realidad", dice la docente.
El destino no fue elegido al azar:
desde hace más de dos décadas, San Francisco se ha convertido en el
destino preferido de los mayas que migran hacia el norte desde México y
Centroamérica. Se calcula que en la llamada Bay Area, la bahía sobre la
que está emplazada la ciudad californiana, residen entre 15 y 20 mil
latinos que se identifican a sí mismos como mayas.
Y Martínez Huchim, que es antropóloga
especializada en lingüística, viene aquí en el marco de un programa que
busca transmitir a algunos de ellos la geografía y la cultura de sus
ancestros.
"Motiva ver cómo los que están fuera del país y
sus descendientes quieren seguir practicando la lengua maya y no
olvidarse de sus raíces. Incluso atraemos la atención de otros
extranjeros: en el curso hubo estadounidenses y un alemán", señala a BBC
Mundo.
Pero el proyecto de enseñanza tiene otra misión
más urgente: dar conocimientos básicos a trabajadores sociales, médicos,
psicólogos y otros expertos para atender las necesidades de muchos de
esos migrantes que tienen el maya como primera lengua y no hablan el
español.
Estrés lingüístico
Basta caminar por la llamada Esquina Maya, sobre
la calle 16 y en el corazón del barrio Misión, para escuchar los
diálogos de los transeúntes en yucateco, cara a cara o por celular. Aquí
las casas de envío de remesas tienen los nombres de remotos pueblos del
sur de México escritos en sus vidrieras, se consigue el "Diario de
Yucatán" llegado mensualmente desde Mérida y hasta un restaurante de
dueño coreano vende tamales, mondongo y cochinita pibil.
Allí también está la sede de la Asociación
Mayab, creada sin fines de lucro por migrantes dedicados a promover la
cultura de sus comunidades: es la organización responsable del programa
de intérpretes.
Destino: California
Según las estadísticas, casi 70% de los mayas que migran a EE.UU. se instala en San Francisco y zonas aledañas.
¿Por qué? No hay una razón
histórica clara, pero muchos coinciden en que se dio un “efecto
contagio” entre familiares y conocidos provenientes de las comunidades
mayas de Mesoamerica.
Muchos llegaron en el marco del
Programa de Braceros, un plan del gobierno estadounidense para traer
trabajadores temporarios entre 1942 y 1964.
Tomás Bermejo es considerado el
“padre" legendario de los migrantes mayas en la zona: en 1965, abrió un
restaurante de comida yucateca y los relatos sobre su éxito circularon
por su natal
Oxkutzcab, impulsando a otros a hacer el viaje.
Luego, muchos llegaron a buscar empleo en restaurantes y hoteles con la experiencia recogida en Cancún durante el boom de la Riviera maya, en los años ’80.
"Cuando se trata de situaciones de alto estrés,
como ir al médico o ir a testificar o hablar con la policía, aunque la
persona tenga un español funcional se siente mejor hablando en su
primera lengua, que es el maya. Para eso formamos intérpretes, para
ofrecer un servicio a migrantes que lo necesitan", dice a BBC Mundo
Alberto Pérez Rendón, uno de los directivos de Mayab.
Varios voluntarios ya han completado las
prácticas y están listos para mostrar sus habilidades en hospitales,
tribunales y oficinas públicas: son jóvenes trilingües, que pueden
traducir del inglés al maya sin "interpretación de relevo" (pasando por
el español); algunos hablan incluso más de un dialecto de la treintena
que conforma el tronco lingüístico maya.
La mayoría de los migrantes instalados en San
Francisco habla la variante yucateca, propia de la península del oriente
mexicano, y tienden a dominar mejor el español que otros grupos, como
los mayas Mam -del estado de Chiapas y de Guatemala- que son en gran
medida monolingües. También ha habido un crecimiento, señalan los
locales, de hablantes de dialectos ch’ol, tzeltal y k’iche’.
"A aquellos que son monolingües incluso hace
falta asistirlos en situaciones más cotidianas, como ir a comprar a una
tienda o llenar papeles en una oficina del gobierno", detalla Pérez
Rendón.
Larga batalla
Además de entrenar voluntarios, los activistas
de la comunidad han dedicado esfuerzos para que las autoridades locales
contraten traductores fijos en lugares clave, como los centros de salud y
hospitales cercanos.
"Los sistemas establecidos no reconocen que hay
migrantes (latinos) que hablan otra lengua que no es el español. Hay una
percepción de que todos son mexicanos y todos hablan español. Y si por
la calle escuchan una lengua rara piensan que se trata de alguna lengua
asiática, que son filipinos y ya", dice Juanita Quintero Nieves.
La mujer, nacida en México hace 65 años, trabaja
como promotora de salud comunitaria y ha practicado la militancia en
los 43 años que lleva como inmigrante en Estados Unidos.
"A muchos por ejemplo les da terror tratar con
la policía justamente por esa barrera de comprensión, tanto que algunos
ni siquiera reportan delitos o incidentes", continúa Quintero, que fue
una de las primeras mujeres mayas en poblar el barrio Misión, allá por
1969.
Sin embargo, a su hijo no le transmitió las
tradiciones de sus antepasados y ha sido a través de su nieta –una de
las participantes en las clases de idioma de la Asociación Mayab- que
Juanita volvió a tomar contacto con sus orígenes.
"Estos niños oyen a sus papás y a sus abuelos
hablar maya pero ellos no lo hablan, y ahora se encuentran con
compañeros de su misma edad intentando hablar su lengua aborigen y sin
nadie que se ría de ellos… Eso da un sentido de identidad más fuerte",
opina Quintero.
Parte del mérito, dicen aquí, lo tiene la profesora Martínez Huchim.
"Nos enseñó sobre los glifos del maya antiguo y
cómo escribir, los chicos al final hicieron sus nombres en jeroglíficos,
traduciendo desde el español y el inglés", dice Raúl Pacheco a BBC
Mundo, mientras señala una tela colgada en la pared con figuras de
colores vivos y una leyenda: "Mayas unidos".
A Pacheco lo trajeron sus padres a los cinco
años y hoy tiene 26: vive la experiencia de ser "de dos lugares a la
vez", educado en Estados Unidos pero nacido en Oxkutzcab, de donde
proviene la mitad de los mayas yucatecos asentados en la bahía de San
Francisco.
En la Asociación ven su potencial para "tender
puentes" entre las tradiciones indígenas que quieren preservar y la
cultura estadounidense que deben asimilar. Es, también, uno de los
intérpretes preparados para ayudar.
¿Latinos? No, mayas
Lenguas vivas
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Según el Instituto de Lenguas Indígenas de México, más de 5 millones de personas hablan alguna variante de maya.
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Las comunidades mayahablantes se concentran en los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Tabasco, además de Belice, Guatemala y el oeste de Honduras y El Salvador.
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Una lengua extinta, denominada “protomaya”, es considerada el tronco común de las 31 lenguas mayas actualmente reconocidas.
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29 son aún utilizadas para la comunicación primaria en distintas comunidades; otras dos son lenguas muertas (chicomucelteco y choltí).
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Hay más de un millón de hablantes de yucateco, la variante más difundida entre los inmigrantes mayas en la costa oeste de EE.UU.
Lejos de las interpretaciones apocalípticas, el
21 de diciembre lo pasaron los migrantes en celebraciones por la
"apertura al 13 B’aqtun", como se llama al nuevo ciclo del calendario
maya. Hicieron foros comunitarios y ofrendas, así como en ocasiones
anteriores tomaron las calles para desfilar con sus vestidos
tradicionales, los hipiles bordados o los más festivos ternos.
En el barrio también dictan lecciones de jarana,
un baile típico, y reparten material bilingüe con instrucciones
básicas, tales como qué hacer ante una requisa policial.
Un 74% de los mayas residentes es considerado
"emigrado económico", según un estudio de 2008. Luego, la violencia en
la región mesoamericana ha expulsado a otros, llegados más
recientemente.
Y aunque no necesariamente lo reconocen como un
factor decisorio para escapar, la mayoría dice haber padecido
discriminación dentro de sus países: tal vez por eso le rehuyen a la
genérica etiqueta de "latinos", que iguala a todos los provenientes del
sur de la frontera mexicano-estadounidense.
"Muchos no se olvidan de que los mismos que acá
son hispanos (no indígenas) son los que allá en nuestros países nos
discriminaron, a nosotros en tanto pueblos indígenas. Ahora y aquí somos
todos inmigrantes y eso nos pone en situación de igualdad… Sí, somos
latinos, pero ante todo somos mayas", concluye Pérez Rendón, que no
aprendió la lengua aborigen en México sino en Estados Unidos porque su
familia no se la enseñó "y siempre sentí que algo se cortó con mi gente
por eso".
De allí su programa de ayuda para los
mayahablantes. Que no es otra cosa que una cruzada para preservar las
lenguas, a la vez servicio y militancia.
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