La huelga que Martí se inventó
Documentos escamoteados prueban que en México
puso su imaginación al servicio de empresarios en contra de obreros. Un
adelanto de estudio sobre José Martí y la cuestión obrera.
Tanto Martínez Bello como Estrade, Fernández Retamar y Cantón Navarro
intentan agenciar a Martí al marxismo, o al socialismo,
fundamentalmente a través de una o dos de las siguientes vías: el
reconocimiento martiano de la lucha de clases y, sobre todo, de su
solidaridad con las luchas obreras. Sin embargo, hasta ahora, nadie ha
estudiado este asunto a fondo.
Respecto a la cuestión obrera, Estrade llega a afirmar de la etapa
mexicana de Martí que "sea por motivos personales, sea por influencias
amigas, sea por oficio o por genio, [éste] fue capaz de sentir la fuerza
obrera incipiente, intentando comprender, con toda buena fe, desde
luego no exenta de prejuicios, sus inquietudes y anhelos". Y agrega:
"Por eso se hizo cronista del movimiento huelguístico" ("Un
'socialista'", 41).
Desde luego, no indaga en esos prejuicios que menciona.
Las huelgas mexicanas de Martí
La primera y más larga
estancia de Martí en México —que es de la que me ocupo en estas líneas—
se extiende desde febrero de 1875 hasta el 30 de diciembre de 1876. En
ese período publicó fundamentalmente en Revista Universal,
cuyo editor y propietario era Vicente Villada. Dicha publicación contó
con el patrocinio oficial del presidente Sebastián Lerdo de Tejada,
cuyos esfuerzos reeleccionistas y política apoyó incondicionalmente. La Revista publicó su último número el 19 de noviembre de 1876, y dos días más tarde Lerdo abandonó el país sin renunciar a la presidencia ante el avance de Porfirio Díaz.
Sus últimos artículos en México Martí los publica en El Federalista, otro de los periódicos oficialistas. En Revista Universal
firmó como El Corresponsal, Anáhuac, José Martí y Orestes, siendo este
pseudónimo el que usó en la mayor parte de sus colaboraciones. Por otra
parte, según Franyutti, el 14 de marzo de 1875 Martí sustituyó a Juan de
Dios Peza "en la redacción de gacetillas sin firma de la sección 'Ecos
de todas partes'"(50).
Dejando a un lado aquellos textos que no firmó en "Ecos de todas
partes", podemos decir que Martí tuvo una triple instancia autorial en Revista Universal: fue Orestes, el boletinista mexicano[1]; José Martí, el periodista cubano defensor de la causa independentista que polemizó con los periódicos españoles en México: La Iberia y La Colonia española. Y cuando firmó como La Revista en los editoriales de que se hizo cargo fue Revista Universal. No hay que tomar a la ligera, por cierto, este "desorden de la personalidad".
En Revista Universal Martí escribió sobre los asuntos más diversos:
teatro, literatura, política, el problema indígena, los conflictos con
Estados Unidos, Cuba, las huelgas obreras, y hasta de temas económicos
como el proteccionismo y el libre cambio (Franyutti, 48). Se hizo cargo
del "Boletín", que alternaba con otros escritores como Pílades. (Según
un diccionario de seudónimos, Pílades era el del cubano Antenor Lescano,
que ya trabajaba en Revista Universal a la llegada de Martí.[2] Sin embargo, los editores de la edición crítica de las Obras Completas de Martí nos dicen que se trataba del escritor José P. Rivera, que también alternaba con Martí en Revista Universal.)
Es importante señalar que en el cuadro de la Redacción aparecía J.
Martí, pero no Orestes. Franyutti cita el testimonio de Juan de Dios
Peza, según él cual Martí "[e]ra el primero que llegaba y el último que
salía [de Revista Universal]", y añade que "como decía
Guillermo Prieto, si hubieran faltado anuncios, Martí los hubiera
inventado" (Franyutti, 78-9). Los boletines y los editoriales eran, sin
duda, las dos secciones de mayor peso en Revista Universal
desde un punto de vista estrictamente editorial. Ambos aparecían en la
primera página y en comparación con otras secciones, se les concedía
mayor espacio. Los boletines se ocupaban de discutir y reseñar eventos
políticos, económicos y sociales de actualidad. La fuente de los
boletines de que me ocupo es la edición crítica. En tal edición se
incluyen muchas colaboraciones de Martí en Revista Universal que no aparecen en las ediciones previas de las Obras Completas, de modo que esta es la fuente más completa con que contamos, particularmente para el período mexicano de 1875-1876.
Entre la llegada y la partida de Martí, se produjeron seis
huelgas obreras en el valle de México, a lo que hay que agregar, por su
repercusión nacional, la huelga de estudiantes de 1875. De esas huelgas,
la de sombrereros (abril-julio, 1875) fue la de mayor repercusión. Hizo
que en el Colegio Nacional de Abogados se debatieran los aspectos
jurídicos y legales de las huelgas, y también fue objeto de amplia
discusión en el Liceo Hidalgo y en la prensa obrera de la época. El
aspecto más debatido
fue la legitimidad misma de la acción huelguística, y el consenso
general fue que a los sombrereros les asistía ese derecho. Pero lo que a
mi juicio no se ha visto —o no lo suficiente— es lo que significaba, de
hecho, legitimar la huelga de los sombrereros: que no había que esperar
que todas las huelgas serían aceptadas.
Si asumimos que escribir sobre un acontecimiento implica reflexionar
sobre él, considerar, por ejemplo, sus motivos, sopesar sus diferentes
aspectos, es decir, dedicar tiempo y escritura a elaborar un criterio
sobre él, habría que empezar por refutar de plano la tesis de Estrade de
que Martí se hizo "cronista de huelgas". Martí escribió sobre la de los
sombrereros, y en el boletín que le dedicó apenas unas cinco líneas
ofrecen un juicio sobre la huelga. Juan E. Mestas, quien afirma que esta
huelga representa "un momento crítico en el desarrollo del pensamiento
social de Martí", y que esto "lo lleva a tomar partido con los
trabajadores, no solo de palabra, sino de hecho", no puede dejar de
notar que "gran parte del artículo […] es un reproche a los
artesanos por no haber asistido a una velada teatral, organizada por el
propio Martí, en beneficio de los sombrereros" (Mestas, 32-3, énfasis mío).
Mestas comete un error que tiene un efecto contraproducente: Martí no
organizó la función y, toda vez que se ocupa principalmente de
reprender a los artesanos por no asistir a una función organizada por
él, sugeriría que esa reprimenda tiene su origen en la vanidad herida.
La 'huelga de los impresores'
La única huelga sobre la que Martí realmente escribió fue la de los impresores de Revista Universal;
es decir, una huelga de operarios del mismo periódico para el que
trabajaba él. El boletín del 13 de julio de 1875 se titula así, a secas:
"La huelga de impresores". Pero aparece aquí un problema: los que han
estudiado el movimiento obrero en México y le han dedicado atención a
las huelgas no mencionan esa huelga. Martí, es decir, Orestes, es la
única fuente sobre esta huelga. ¿Cómo explicar esto? ¿Por qué nadie,
excepto Martí, habla de esa huelga?
Es que no hubo tal huelga. Se trata de una fabricación. Pero ¿por
qué? ¿Cómo explicarnos la aparente dificultad de Martí para reconocer
las huelgas que ocurren ante sus ojos —como la de los sombrereros— en
contraste con la facilidad con que se apresta a reconocer, en cambio,
una huelga que no fue? Veamos como empieza ese boletín:
"¿Es justa? Esta pregunta han debido hacerse los que la hacían,
pretendiendo seguir las huellas de otros que tenían perfecto derecho
para realizarla.
Nosotros hemos defendido la huelga de los sombrereros, y
defenderíamos la de los impresores, si estos tuvieran igual razón que
aquellos: nosotros hubiéramos comenzado por no darles derecho a
separarse de nuestra casa.
Los fabricantes quisieron oprimir a los obreros de sombrerería,
cuando su ganancia era la misma; quisieron rebajar el salario de los
artesanos; se apoyaban para esto en la certidumbre poco honrada que
tenían de que los obreros cederían a su opresión, porque si no aceptaban
la rebaja, no tendrían trabajo, y sufrirían hambre y miseria.
Se oprimía a los que no tenían medio de defenderse: ¿se ha hecho esto con los impresores de la capital?
¿Se les ha rebajado algo de la tarifa acostumbrada?
¿Han crecido las ganancias de los dueños de la imprenta?
¿Ha querido ofenderse la dignidad de los obreros impresores?" (Obras Completas, 2, 119)
Martí, que en realidad no comenta la huelga de sombrereros en el
boletín que le dedica, ahora sí lo hace, y su apoyo a aquella huelga
resulta inequívoco. ¿Por qué ahora sí? Porque, como puede verse, la
justeza de la huelga de los sombrereros sirve de soporte para negarle lo
mismo a la de los impresores. Utiliza, pues, el caso de los sombrereros
para justificar la medida represiva de Revista Universal, la misma revista para la que trabaja, la que le paga.
Conste que Estrade percibe que Revista Universal no jugó limpio, solo que prefiere no indagar en el asunto. Así, en una nota al pie sugiere que el motivo de la Revista para despedir a los trabajadores había sido otro que el de la supuesta huelga: "Se trataba de preparar un número de la Revista Universal, en el que se dieran noticias de las elecciones a diputados del domingo 11 de julio. Aunque lo calla Revista Universal,
la verdad es que los cajistas y tipógrafos de México constituyeron
aquel día la Sociedad Regeneradora del Arte de Gutenberg. Según El Federalista
(13 de julio de 1875), asistieron trecientos impresores, quienes
acogieron a Luis G. Rubin como presidente, y a Vicente Reyes como
secretario de su nueva organización" (42).
Por Estrade sabemos también que la posición de Martí encontró resistencia dentro y fuera de la propia Revista. Dentro, Guillermo Prieto —uno de sus principales redactores— polemizó con él. Fuera, por el periódico obrero El Socialista, polemizaron Juan de Mata Ribera, editor, y Espartaco, redactor. Y el asunto resulta más revelador en el sentido de que El Socialista estaba lejos de ser un periódico de izquierdas. Por el contrario, era más bien reformista y apoyó —como Revista Universal— la reelección de Lerdo de Tejada.
Martí, bajo el seudónimo de Orestes, publicó su boletín el 13 de julio, y al día siguiente Juan de Mata Ribera, editor de El Socialista,[3] le escribió una carta al editor y dueño de Revista Universal,
desmintiendo la historia de Orestes y aprovechando la ocasión para
recordarle que la situación de los impresores no era la panacea que él
había pintado: ni había existido huelga, ni los impresores gozaban del
trato ideal descrito por Martí.
Éste, bajo el seudónimo de Orestes, escribió en el boletín del 15 de
julio: "Dícense cosas falsas acerca de la penosa determinación que se
vio obligada a hacer uso la Revista". Y luego, en el del 21 de
julio, alude a "un periódico simpático, injusto", sin dignarse a
reconocer qué periódico es. El hecho es significativo porque Martí
debatió, con frecuencia, con otros periódicos cuya existencia, por el
mero hecho de responderles, reconocía, como fue el caso de La Iberia, La Colonia española, contrarios a la independencia cubana, y otros más. Y, sin embargo, no quiere nombrar a El Socialista.
Contra la huelga inventada por Martí
Dejo a los lectores con la "Carta Abierta" de Juan de Mata Ribera. No
tengo espacio para comentarla, ni entrar en un análisis que dejo para
el libro. Hasta ahora, tanto Estrade como los editores de la edición
crítica de las obras martianas le han restado importancia al debate con El Socialista. Estrade se limita a decirnos que: "En el decano de la prensa obrera [El Socialista]
conocen bien a Martí. Alguna vez lo criticaron por su comentario
partidario sobre la supuesta 'huelga' de los impresores, y él supo
acoger dignamente las advertencias del 'periódico simpático'" ("Un
'socialista'", 44).
Estrade entrecomilla ahora "huelga" para sugerir también que, en
efecto, no hubo tal. Al mismo tiempo, trata de salvar la reputación de
Martí. Nos dice que en El Socialista le hicieron advertencias.
Pero no se trató de advertencias, sino que refutaron rotundamente su
historia e hicieron pública la mentira. Y en lo que atañe a la supuesta
digna acogida de esas "advertencias" por parte de Martí, Estrade no da
pruebas de ello. Y no las da porque no puede hacerlo: Martí enterró la
cabeza en la arena y no respondió a lo que se le dijo en El Socialista.
De más está
decir que la "Carta Abierta" de Mata Ribera no había sido reproducida
hasta ahora por ninguno de los estudiosos de Martí, aun cuando se
conocía su existencia desde por lo menos 1974.
Así como tampoco se han dado a conocer los dos textos firmados por
Espartaco, ni el que habría escrito Guillermo Prieto (que no hemos
podido localizar). Estrade solo cita las líneas finales del segundo de
los artículos de Espartaco con el explícito propósito de cancelar la
discusión. En una nota al pie, comenta Estrade: "A Martí, por su boletín
del 15 de julio de 1875, le contestó Espartaco (?) en El Socialista
del 18 de Julio de 1875, bajo el título 'Los impresores'. Reanudó Martí
la polémica el 21 de julio de 1875, pero sin insistir, y cuatro días más tarde
pudo dar fin Espartaco al asunto: 'Hoy que ya concluyó toda divergencia
entre nosotros, tendámonos la mano con la franqueza de amigos y con la
lealtad de hermanos'".
Martí no reanudó la polémica como afirma Estrade por la sencilla
razón de que la evadió en todo momento. Pero dejaremos lo que escribió
el 21 de julio para las conclusiones.
Estos textos son importantes porque nos permiten recuperar un momento
de particular significancia en que a Martí lo ripostan y desafían desde
el lado del cual, supuestamente, estaba su solidaridad. El lector que
se interese en el asunto puede repasar los boletines de Orestes del 13,
15 y 21 de julio y cotejar lo que dice con lo que expresa Juan de Mata
Ribera, en la carta que a continuación se reproduce:
Carta Abierta
Sr. D. Vicente Villada
México, a 14 de julio de 1875
Estimado compañero y fino amigo:
En el ilustrado periódico que vd. dignamente dirige, apareció, el martes, un artículo que trata de la huelga de los impresores.
Pasaría, sin contestar las apreciaciones que en él se hacen, si estas
no fueran de trascendencia tal que previniesen a los artesanos en
contra de sus hermanos los tipógrafos, haciendo aparecer a estos como
ingratos a los distinguidos favores que les dispensan sus patrones, y sobre todo, si ellas no sentaran como base que los impresores están perfectamente remunerados.
Espero que mi distinguido amigo, el Sr. Vicente Villada, me disimule
distraer su atención con esta carta y se sirva hacerla publicar, en
prueba de imparcialidad, en las columnas de la Revista Universal.
* * *
Se habla de la huelga de impresores, como de un hecho consumado o
decidido, y en esto están equivocados los señores redactores del citado
periódico. Aún no se trata de eso. Se desea, y se está llevando a cabo,
la perfecta organización de la Sociedad regeneradora del arte de
Gutenberg, no porque la antigua no haya correspondido a los fines y
deseos de los iniciadores, sino porque, esencialmente mutualista, su
reglamento prohíbe tratar otras cuestiones que las de beneficencia, y
también porque no hay en ella una mayoría de individuos que lleven el
honroso título de impresores.
Se aspira a que todos los artesanos empleados en las imprentas estén
asociados; a que, una vez reunidos, manifiesten sus quejas, a fin de
lograr el remedio de ellas; a la uniformidad en la remuneración del
trabajo, en consideración a la categoría del establecimiento y la
inteligencia de los operarios; a que los pagos se hagan con regularidad;
a que cese el abuso de los maestros, que explotan a los
aprendices sin enseñarles nada; y, en fin, a cortar de raíz toda clase
de abusos que ya vienen a ser endémicos, y que si se prolongaran
alejarían a todos aquellos jóvenes instruidos que se dedican a la
imprenta queriendo adoptar una profesión decente y lucrativa.
La huelga está muy distante de los propósitos de los
impresores: es el recurso extremo que se debe tocar en las transacciones
del capital y el trabajo.
Y, sin embargo, los juiciosos redactores de la Revista, preguntaban: ¿Será justa?
Si todas las imprentas estuviesen en manos de artesanos tan honrados
como el propietario y administrador del periódico que hace la
interpelación, diríamos que no; pero pero no se podrán negar los abusos
que en otras se cometen deteniéndoles con pretextos fútiles la mezquina
remuneración de su trabajo 15 o 20 días; haciendo velar en los
periódicos hasta horas avanzadas de la noche, sin considerar
pecuniariamente este sacrificio, que quebranta la salud de los cajistas y minora su vida; permitiendo que los escritores hagan tal número de correcciones en las pruebas, que los oficiales pierden las mejores horas del día sin más recompensas
que cuando, por desgracia el redactor puso un barbarismo, aparezca en
el periódico un párrafo rectificándolo y haciendo responsable al cajista
de lo ocurrido.
Preguntaba el citado periódico ¿si se ha rebajado algo de la tarifa acostumbrada?
Quién mejor que usted y Agapito Piza[4]
pueden contestar a ello. [¿]No recuerdan ustedes que cuando eran
aprendices sus maestros los gratificaban con cantidades que hoy, ni los mejores oficiales obtienen a la semana?
¿Por qué las imprentas Díaz de León y la de Palacio, conservan a los mejores cajistas?
Porque estos establecimientos en algo han considerado los precios de
pago antiguos, y como remuneran regularmente claro es que tienen derecho
a que los trabajos sean allí desempeñados con conciencia.
Pero [¿]qué me diría usted de las imprentas que, teniendo una
multitud de aprendices, les pagan como a tales, pero con el carácter de
oficiales? ¿Podrá un antiguo cajista nivelarse con ellos en trabajo y
remuneración? Claro es que no.
Si no han crecido las ganancias de los dueños de imprenta, no es
culpa de los impresores, quienes, por hacerse la guerra entre sí, sólo
basan sus ganancias en lo que pueden cercenar a los trabajadores, y no
en las buenas impresiones, que les atraería crédito en el mercado y
utilidades regulares.
Preguntan, por último, los señores redactores de la Revista ¿si se ha querido ofender la dignidad de los obreros impresores?
Distingamos: los obreros impresores que tienen dignidad jamás permiten que se les ultraje; a la humillación prefieren la miseria. Para los que desconocen la dignidad, igual es todo.
En fin, Sr. Villada, el paso dado con los cajistas que, olvidando sus
deberes, no concurrieron el domingo al establecimiento de usted, fue
duro, pero no seré yo quien lo censure. Estoy por la disciplina. Solo me
parece que sería de desearse que al obrero se le manifestara al hacer
su contrato de trabajo, a qué se obliga y cuál debe ser su remuneración
en las horas extraordinarias, para recurrir en último resultado a las
medidas extremas.
Bien sé que usted siente, como yo, lo ocurrido; pero creo no se pueden tachar de desgraciados[5] a los oficiales despedidos, porque entre ellos se encuentran personas que antes de que usted fuese propietario de la Revista, sufrieron todas las penurias de sus editores y trabajaron semanas enteras sin que se les diese un centavo.
Esperando que mi antiguo compañero de trabajo dispense que le haya
distraído por tanto tiempo su atención, me repito, como siempre, su
adicto amigo y humilde servidor.
Juan de Mata Ribera
(El Socialista, núm. 133. Año V. Domingo 18 de julio de 1875. p. 1)
Conclusiones
Lo primero es insistir en que Martí no inventa simplemente una huelga de operarios de Revista Universal.
Cuando cuestiona el derecho de los impresores a la huelga se basa en
que éstos, a diferencia del caso de los sombrereros, no habían sido
maltratados por "los dueños de imprenta". Es decir, fabrica una huelga
de impresores de toda la capital —no solo de Revista Universal— y defiende contra el derecho de éstos el comportamiento de los dueños de toda la capital.
La injusticia de Revista Universal se vuelve más palpable
por lo lejos que tiene que llegar Orestes para justificar el despido de
los trabajadores. Y comprobamos que está dispuesto a mentir tanto como
haga falta. Decía Estrade que Orestes había reanudado la polémica con
Espartaco en el boletín del 21 de julio, pero sin insistir. Veamos qué
fue lo que dijo Orestes: "Lee ahora el boletinista un periódico
simpático, injusto sin embargo en apreciaciones que no quedarán sin
respuesta". Y cierra de este modo: "No se restablece la igualdad entre
las clases, halagando la soberbia de los que, por lo que fueron
oprimidos, están siempre dispuestos a ser exagerados en la petición de
sus justísimos derechos. Háblese a los artesanos con voz de justicia:
avergüéncese aquel que les hable con perniciosas palabras de lisonja" (Obras Completas, 2, 133).
La amargura con que Martí concluye dejar ver a las claras cuán simpático le era El Socialista.
Tanto, que no se digna siquiera a reconocerlo, a nombrarlo. Añadamos
esa mentira a la cuenta. A Martí le preocupa que se halague la soberbia
de los que "fueron oprimidos". Fueron: pasado, se acabó. La
opresión es cosa del pasado. A los oprimidos siempre se les puede ir la
mano y exagerar en la petición de "sus justísimos derechos". Son justos
y exagerados; tienen razón y no la tienen.
Incapaz de juzgarse a sí mismo, Martí está listo para avergonzar y humillar a los además: "avergüéncese aquel que les hable con perniciosas palabras de lisonja" a los oprimidos.
Jacques Rancière afirma que el obrero emancipado "no representa a un
grupo o a un ambiente". Tampoco es "un obrero de vanguardia, un
trabajador cualificado, un artesano de élite" ("La escena", 7). La labor
de la emancipación consiste primero en "dar las propias razones y las
propias cifras, refutar las de los otros, establecer que las propias
están fundadas en derecho y en los hechos". Añade que "hay que
acompañarlo de una atención al discurso del otro que revele todo lo que
en ese discurso pueda demostrarse que es falso (en las cuentas o en el
enunciado de los hechos)" (11).
Aquí reside la significación de las respuestas de Juan de Mata Ribera
y de Espartaco a Martí. Ellas dan cuenta, testimonian un instante de
emancipación, por fugaz que haya sido. Orestes prometió que respondería,
pero se olvidó de hacerlo en el boletín del 23. El 25 de julio
Espartaco debió darse cuenta de que no tenía sentido seguir hablándole a
la pared. Recordemos sin embargo lo que ellos lograron: callar, si solo
por un instante, la oratoria ensordecedora y restablecer, para ellos y
para nosotros, los derechos del interlocutor.
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