A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

miércoles, 3 de octubre de 2012

ENTERATE

La huelga que Martí se inventó

Documentos escamoteados prueban que en México puso su imaginación al servicio de empresarios en contra de obreros. Un adelanto de estudio sobre José Martí y la cuestión obrera.

Prensa de imprenta del siglo XIX. 

 Tantas veces se ha intentado tirar de Martí para acercarlo al socialismo y/o al marxismo como se han refutado esos mismos intentos. Las primeras de estas intentonas suelen ser —no sin razón— lecturas producidas en la Isla, particularmente a partir de los años setenta. Ahí están para demostrarlo: Algunas ideas de José Martí en relación con la clase obrera y el socialismo (1970), de José Cantón Navarro; "Un 'socialista' mexicano: José Martí" (1974), de Paul Estrade; El primer Delegado (1975), documental de Santiago Álvarez, y "Algunos problemas de una biografía ideológica de José Martí" (1979), de Roberto Fernández Retamar, entre otros muchos ejemplos que podrían citarse. Y quien más consistentemente denunció y cuestionó la apropiación marxista de Martí fue Carlos Ripoll. Cabe recordar, sin embargo, que no fue con la revolución cubana que comenzó el debate en que terció Ripoll.

Tanto Martínez Bello como Estrade, Fernández Retamar y Cantón Navarro intentan agenciar a Martí al marxismo, o al socialismo, fundamentalmente a través de una o dos de las siguientes vías: el reconocimiento martiano de la lucha de clases y, sobre todo, de su solidaridad con las luchas obreras. Sin embargo, hasta ahora, nadie ha estudiado este asunto a fondo.
Respecto a la cuestión obrera, Estrade llega a afirmar de la etapa mexicana de Martí que "sea por motivos personales, sea por influencias amigas, sea por oficio o por genio, [éste] fue capaz de sentir la fuerza obrera incipiente, intentando comprender, con toda buena fe, desde luego no exenta de prejuicios, sus inquietudes y anhelos". Y agrega: "Por eso se hizo cronista del movimiento huelguístico" ("Un 'socialista'", 41).
Desde luego, no indaga en esos prejuicios que menciona.
Las huelgas mexicanas de Martí
La primera y más larga estancia de Martí en México —que es de la que me ocupo en estas líneas— se extiende desde febrero de 1875 hasta el 30 de diciembre de 1876. En ese período publicó fundamentalmente en Revista Universal, cuyo editor y propietario era Vicente Villada. Dicha publicación contó con el patrocinio oficial del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, cuyos esfuerzos reeleccionistas y política apoyó incondicionalmente. La Revista publicó su último número el 19 de noviembre de 1876, y dos días más tarde Lerdo abandonó el país sin renunciar a la presidencia ante el avance de Porfirio Díaz.
Sus últimos artículos en México Martí los publica en El Federalista, otro de los periódicos oficialistas. En Revista Universal firmó como El Corresponsal, Anáhuac, José Martí y Orestes, siendo este pseudónimo el que usó en la mayor parte de sus colaboraciones. Por otra parte, según Franyutti, el 14 de marzo de 1875 Martí sustituyó a Juan de Dios Peza "en la redacción de gacetillas sin firma de la sección 'Ecos de todas partes'"(50).
Dejando a un lado aquellos textos que no firmó en "Ecos de todas partes", podemos decir que Martí tuvo una triple instancia autorial en Revista Universal: fue Orestes, el boletinista mexicano[1]; José Martí, el periodista cubano defensor de la causa independentista que polemizó con los periódicos españoles en México: La Iberia y La Colonia española. Y cuando firmó como La Revista en los editoriales de que se hizo cargo fue Revista Universal. No hay que tomar a la ligera, por cierto, este "desorden de la personalidad".
En Revista Universal Martí escribió sobre los asuntos más diversos: teatro, literatura, política, el problema indígena, los conflictos con Estados Unidos, Cuba, las huelgas obreras, y hasta de temas económicos como el proteccionismo y el libre cambio (Franyutti, 48). Se hizo cargo del "Boletín", que alternaba con otros escritores como Pílades. (Según un diccionario de seudónimos, Pílades era el del cubano Antenor Lescano, que ya trabajaba en Revista Universal a la llegada de Martí.[2] Sin embargo, los editores de la edición crítica de las Obras Completas de Martí nos dicen que se trataba del escritor José P. Rivera, que también alternaba con Martí en Revista Universal.)
Es importante señalar que en el cuadro de la Redacción aparecía J. Martí, pero no Orestes. Franyutti cita el testimonio de Juan de Dios Peza, según él cual Martí "[e]ra el primero que llegaba y el último que salía [de Revista Universal]", y añade que "como decía Guillermo Prieto, si hubieran faltado anuncios, Martí los hubiera inventado" (Franyutti, 78-9). Los boletines y los editoriales eran, sin duda, las dos secciones de mayor peso en Revista Universal desde un punto de vista estrictamente editorial. Ambos aparecían en la primera página y en comparación con otras secciones, se les concedía mayor espacio. Los boletines se ocupaban de discutir y reseñar eventos políticos, económicos y sociales de actualidad. La fuente de los boletines de que me ocupo es la edición crítica. En tal edición se incluyen muchas colaboraciones de Martí en Revista Universal que no aparecen en las ediciones previas de las Obras Completas, de modo que esta es la fuente más completa con que contamos, particularmente para el período mexicano de 1875-1876.
Entre la llegada y la partida de Martí, se produjeron seis huelgas obreras en el valle de México, a lo que hay que agregar, por su repercusión nacional, la huelga de estudiantes de 1875. De esas huelgas, la de sombrereros (abril-julio, 1875) fue la de mayor repercusión. Hizo que en el Colegio Nacional de Abogados se debatieran los aspectos jurídicos y legales de las huelgas, y también fue objeto de amplia discusión en el Liceo Hidalgo y en la prensa obrera de la época. El aspecto más debatido fue la legitimidad misma de la acción huelguística, y el consenso general fue que a los sombrereros les asistía ese derecho. Pero lo que a mi juicio no se ha visto —o no lo suficiente— es lo que significaba, de hecho, legitimar la huelga de los sombrereros: que no había que esperar que todas las huelgas serían aceptadas.
Si asumimos que escribir sobre un acontecimiento implica reflexionar sobre él, considerar, por ejemplo, sus motivos, sopesar sus diferentes aspectos, es decir, dedicar tiempo y escritura a elaborar un criterio sobre él, habría que empezar por refutar de plano la tesis de Estrade de que Martí se hizo "cronista de huelgas". Martí escribió sobre la de los sombrereros, y en el boletín que le dedicó apenas unas cinco líneas ofrecen un juicio sobre la huelga. Juan E. Mestas, quien afirma que esta huelga representa "un momento crítico en el desarrollo del pensamiento social de Martí", y que esto "lo lleva a tomar partido con los trabajadores, no solo de palabra, sino de hecho", no puede dejar de notar que "gran parte del artículo […] es un reproche a los artesanos por no haber asistido a una velada teatral, organizada por el propio Martí, en beneficio de los sombrereros" (Mestas, 32-3, énfasis mío).
Mestas comete un error que tiene un efecto contraproducente: Martí no organizó la función y, toda vez que se ocupa principalmente de reprender a los artesanos por no asistir a una función organizada por él, sugeriría que esa reprimenda tiene su origen en la vanidad herida.
La 'huelga de los impresores'
La única huelga sobre la que Martí realmente escribió fue la de los impresores de Revista Universal; es decir, una huelga de operarios del mismo periódico para el que trabajaba él. El boletín del 13 de julio de 1875 se titula así, a secas: "La huelga de impresores". Pero aparece aquí un problema: los que han estudiado el movimiento obrero en México y le han dedicado atención a las huelgas no mencionan esa huelga. Martí, es decir, Orestes, es la única fuente sobre esta huelga. ¿Cómo explicar esto? ¿Por qué nadie, excepto Martí, habla de esa huelga?
Es que no hubo tal huelga. Se trata de una fabricación. Pero ¿por qué? ¿Cómo explicarnos la aparente dificultad de Martí para reconocer las huelgas que ocurren ante sus ojos —como la de los sombrereros— en contraste con la facilidad con que se apresta a reconocer, en cambio, una huelga que no fue? Veamos como empieza ese boletín:
"¿Es justa? Esta pregunta han debido hacerse los que la hacían, pretendiendo seguir las huellas de otros que tenían perfecto derecho para realizarla.
Nosotros hemos defendido la huelga de los sombrereros, y defenderíamos la de los impresores, si estos tuvieran igual razón que aquellos: nosotros hubiéramos comenzado por no darles derecho a separarse de nuestra casa.
Los fabricantes quisieron oprimir a los obreros de sombrerería, cuando su ganancia era la misma; quisieron rebajar el salario de los artesanos; se apoyaban para esto en la certidumbre poco honrada que tenían de que los obreros cederían a su opresión, porque si no aceptaban la rebaja, no tendrían trabajo, y sufrirían hambre y miseria.
Se oprimía a los que no tenían medio de defenderse: ¿se ha hecho esto con los impresores de la capital?
¿Se les ha rebajado algo de la tarifa acostumbrada?
¿Han crecido las ganancias de los dueños de la imprenta?
¿Ha querido ofenderse la dignidad de los obreros impresores?" (Obras Completas, 2, 119)
Martí, que en realidad no comenta la huelga de sombrereros en el boletín que le dedica, ahora sí lo hace, y su apoyo a aquella huelga resulta inequívoco. ¿Por qué ahora sí? Porque, como puede verse, la justeza de la huelga de los sombrereros sirve de soporte para negarle lo mismo a la de los impresores. Utiliza, pues, el caso de los sombrereros para justificar la medida represiva de Revista Universal, la misma revista para la que trabaja, la que le paga.
Conste que Estrade percibe que Revista Universal no jugó limpio, solo que prefiere no indagar en el asunto. Así, en una nota al pie sugiere que el motivo de la Revista para despedir a los trabajadores había sido otro que el de la supuesta huelga: "Se trataba de preparar un número de la Revista Universal, en el que se dieran noticias de las elecciones a diputados del domingo 11 de julio. Aunque lo calla Revista Universal, la verdad es que los cajistas y tipógrafos de México constituyeron aquel día la Sociedad Regeneradora del Arte de Gutenberg. Según El Federalista (13 de julio de 1875), asistieron trecientos impresores, quienes acogieron a Luis G. Rubin como presidente, y a Vicente Reyes como secretario de su nueva organización" (42).
Por Estrade sabemos también que la posición de Martí encontró resistencia dentro y fuera de la propia Revista. Dentro, Guillermo Prieto —uno de sus principales redactores— polemizó con él. Fuera, por el periódico obrero El Socialista, polemizaron Juan de Mata Ribera, editor, y Espartaco, redactor. Y el asunto resulta más revelador en el sentido de que El Socialista estaba lejos de ser un periódico de izquierdas. Por el contrario, era más bien reformista y apoyó —como Revista Universal— la reelección de Lerdo de Tejada.
Martí, bajo el seudónimo de Orestes, publicó su boletín el 13 de julio, y al día siguiente Juan de Mata Ribera, editor de El Socialista,[3] le escribió una carta al editor y dueño de Revista Universal, desmintiendo la historia de Orestes y aprovechando la ocasión para recordarle que la situación de los impresores no era la panacea que él había pintado: ni había existido huelga, ni los impresores gozaban del trato ideal descrito por Martí.
Éste, bajo el seudónimo de Orestes, escribió en el boletín del 15 de julio: "Dícense cosas falsas acerca de la penosa determinación que se vio obligada a hacer uso la Revista". Y luego, en el del 21 de julio, alude a "un periódico simpático, injusto", sin dignarse a reconocer qué periódico es. El hecho es significativo porque Martí debatió, con frecuencia, con otros periódicos cuya existencia, por el mero hecho de responderles, reconocía, como fue el caso de La Iberia, La Colonia española, contrarios a la independencia cubana, y otros más. Y, sin embargo, no quiere nombrar a El Socialista.
Contra la huelga inventada por Martí
Dejo a los lectores con la "Carta Abierta" de Juan de Mata Ribera. No tengo espacio para comentarla, ni entrar en un análisis que dejo para el libro. Hasta ahora, tanto Estrade como los editores de la edición crítica de las obras martianas le han restado importancia al debate con El Socialista. Estrade se limita a decirnos que: "En el decano de la prensa obrera [El Socialista] conocen bien a Martí. Alguna vez lo criticaron por su comentario partidario sobre la supuesta 'huelga' de los impresores, y él supo acoger dignamente las advertencias del 'periódico simpático'" ("Un 'socialista'", 44).
Estrade entrecomilla ahora "huelga" para sugerir también que, en efecto, no hubo tal. Al mismo tiempo, trata de salvar la reputación de Martí. Nos dice que en El Socialista le hicieron advertencias. Pero no se trató de advertencias, sino que refutaron rotundamente su historia e hicieron pública la mentira. Y en lo que atañe a la supuesta digna acogida de esas "advertencias" por parte de Martí, Estrade no da pruebas de ello. Y no las da porque no puede hacerlo: Martí enterró la cabeza en la arena y no respondió a lo que se le dijo en El Socialista.
De más está decir que la "Carta Abierta" de Mata Ribera no había sido reproducida hasta ahora por ninguno de los estudiosos de Martí, aun cuando se conocía su existencia desde por lo menos 1974. Así como tampoco se han dado a conocer los dos textos firmados por Espartaco, ni el que habría escrito Guillermo Prieto (que no hemos podido localizar). Estrade solo cita las líneas finales del segundo de los artículos de Espartaco con el explícito propósito de cancelar la discusión. En una nota al pie, comenta Estrade: "A Martí, por su boletín del 15 de julio de 1875, le contestó Espartaco (?) en El Socialista del 18 de Julio de 1875, bajo el título 'Los impresores'. Reanudó Martí la polémica el 21 de julio de 1875, pero sin insistir, y cuatro días más tarde pudo dar fin Espartaco al asunto: 'Hoy que ya concluyó toda divergencia entre nosotros, tendámonos la mano con la franqueza de amigos y con la lealtad de hermanos'".
Martí no reanudó la polémica como afirma Estrade por la sencilla razón de que la evadió en todo momento. Pero dejaremos lo que escribió el 21 de julio para las conclusiones.
Estos textos son importantes porque nos permiten recuperar un momento de particular significancia en que a Martí lo ripostan y desafían desde el lado del cual, supuestamente, estaba su solidaridad. El lector que se interese en el asunto puede repasar los boletines de Orestes del 13, 15 y 21 de julio y cotejar lo que dice con lo que expresa Juan de Mata Ribera, en la carta que a continuación se reproduce:
Carta Abierta
Sr. D. Vicente Villada
                                                                    México, a 14 de julio de 1875
Estimado compañero y fino amigo:
En el ilustrado periódico que vd. dignamente dirige, apareció, el martes, un artículo que trata de la huelga de los impresores.
Pasaría, sin contestar las apreciaciones que en él se hacen, si estas no fueran de trascendencia tal que previniesen a los artesanos en contra de sus hermanos los tipógrafos, haciendo aparecer a estos como ingratos a los distinguidos favores que les dispensan sus patrones, y sobre todo, si ellas no sentaran como base que los impresores están perfectamente remunerados.
Espero que mi distinguido amigo, el Sr. Vicente Villada, me disimule distraer su atención con esta carta y se sirva hacerla publicar, en prueba de imparcialidad, en las columnas de la Revista Universal.
                                                           *                 *                 *
Se habla de la huelga de impresores, como de un hecho consumado o decidido, y en esto están equivocados los señores redactores del citado periódico. Aún no se trata de eso. Se desea, y se está llevando a cabo, la perfecta organización de la Sociedad regeneradora del arte de Gutenberg, no porque la antigua no haya correspondido a los fines y deseos de los iniciadores, sino porque, esencialmente mutualista, su reglamento prohíbe tratar otras cuestiones que las de beneficencia, y también porque no hay en ella una mayoría de individuos que lleven el honroso título de impresores.
Se aspira a que todos los artesanos empleados en las imprentas estén asociados; a que, una vez reunidos, manifiesten sus quejas, a fin de lograr el remedio de ellas; a la uniformidad en la remuneración del trabajo, en consideración a la categoría del establecimiento y la inteligencia de los operarios; a que los pagos se hagan con regularidad; a que cese el abuso de los maestros, que explotan a los aprendices sin enseñarles nada; y, en fin, a cortar de raíz toda clase de abusos que ya vienen a ser endémicos, y que si se prolongaran alejarían a todos aquellos jóvenes instruidos que se dedican a la imprenta queriendo adoptar una profesión decente y lucrativa.
La huelga está muy distante de los propósitos de los impresores: es el recurso extremo que se debe tocar en las transacciones del capital y el trabajo.
Y, sin embargo, los juiciosos redactores de la Revista, preguntaban: ¿Será justa?
Si todas las imprentas estuviesen en manos de artesanos tan honrados como el propietario y administrador del periódico que hace la interpelación, diríamos que no; pero pero no se podrán negar los abusos que en otras se cometen deteniéndoles con pretextos fútiles la mezquina remuneración de su trabajo 15 o 20 días; haciendo velar en los periódicos hasta horas avanzadas de la noche, sin considerar pecuniariamente este sacrificio, que quebranta la salud de los cajistas y minora su vida; permitiendo que los escritores hagan tal número de correcciones en las pruebas, que los oficiales pierden las mejores horas del día sin más recompensas que cuando, por desgracia el redactor puso un barbarismo, aparezca en el periódico un párrafo rectificándolo y haciendo responsable al cajista de lo ocurrido.
Preguntaba el citado periódico ¿si se ha rebajado algo de la tarifa acostumbrada?
Quién mejor que usted y Agapito Piza[4] pueden contestar a ello. [¿]No recuerdan ustedes que cuando eran aprendices sus maestros los gratificaban con cantidades que hoy, ni los mejores oficiales obtienen a la semana?
¿Por qué las imprentas Díaz de León y la de Palacio, conservan a los mejores cajistas? Porque estos establecimientos en algo han considerado los precios de pago antiguos, y como remuneran regularmente claro es que tienen derecho a que los trabajos sean allí desempeñados con conciencia.
Pero [¿]qué me diría usted de las imprentas que, teniendo una multitud de aprendices, les pagan como a tales, pero con el carácter de oficiales? ¿Podrá un antiguo cajista nivelarse con ellos en trabajo y remuneración? Claro es que no.
Si no han crecido las ganancias de los dueños de imprenta, no es culpa de los impresores, quienes, por hacerse la guerra entre sí, sólo basan sus ganancias en lo que pueden cercenar a los trabajadores, y no en las buenas impresiones, que les atraería crédito en el mercado y utilidades regulares.
Preguntan, por último, los señores redactores de la Revista ¿si se ha querido ofender la dignidad de los obreros impresores?
Distingamos: los obreros impresores que tienen dignidad jamás permiten que se les ultraje; a la humillación prefieren la miseria. Para los que desconocen la dignidad, igual es todo.
En fin, Sr. Villada, el paso dado con los cajistas que, olvidando sus deberes, no concurrieron el domingo al establecimiento de usted, fue duro, pero no seré yo quien lo censure. Estoy por la disciplina. Solo me parece que sería de desearse que al obrero se le manifestara al hacer su contrato de trabajo, a qué se obliga y cuál debe ser su remuneración en las horas extraordinarias, para recurrir en último resultado a las medidas extremas.
Bien sé que usted siente, como yo, lo ocurrido; pero creo no se pueden tachar de desgraciados[5] a los oficiales despedidos, porque entre ellos se encuentran personas que antes de que usted fuese propietario de la Revista, sufrieron todas las penurias de sus editores y trabajaron semanas enteras sin que se les diese un centavo.
Esperando que mi antiguo compañero de trabajo dispense que le haya distraído por tanto tiempo su atención, me repito, como siempre, su adicto amigo y humilde servidor.
                                                                                                     Juan de Mata Ribera
 (El Socialista, núm. 133. Año V. Domingo 18 de julio de 1875. p. 1)

Conclusiones
Lo primero es insistir en que Martí no inventa simplemente una huelga de operarios de Revista Universal. Cuando cuestiona el derecho de los impresores a la huelga se basa en que éstos, a diferencia del caso de los sombrereros, no habían sido maltratados por "los dueños de imprenta". Es decir, fabrica una huelga de impresores de toda la capital —no solo de Revista Universal— y defiende contra el derecho de éstos el comportamiento de los dueños de toda la capital.
La injusticia de Revista Universal se vuelve más palpable por lo lejos que tiene que llegar Orestes para justificar el despido de los trabajadores. Y comprobamos que está dispuesto a mentir tanto como haga falta. Decía Estrade que Orestes había reanudado la polémica con Espartaco en el boletín del 21 de julio, pero sin insistir. Veamos qué fue lo que dijo Orestes: "Lee ahora el boletinista un periódico simpático, injusto sin embargo en apreciaciones que no quedarán sin respuesta". Y cierra de este modo: "No se restablece la igualdad entre las clases, halagando la soberbia de los que, por lo que fueron oprimidos, están siempre dispuestos a ser exagerados en la petición de sus justísimos derechos. Háblese a los artesanos con voz de justicia: avergüéncese aquel que les hable con perniciosas palabras de lisonja" (Obras Completas, 2, 133).
La amargura con que Martí concluye dejar ver a las claras cuán simpático le era El Socialista. Tanto, que no se digna siquiera a reconocerlo, a nombrarlo. Añadamos esa mentira a la cuenta. A Martí le preocupa que se halague la soberbia de los que "fueron oprimidos". Fueron: pasado, se acabó. La opresión es cosa del pasado. A los oprimidos siempre se les puede ir la mano y exagerar en la petición de "sus justísimos derechos".  Son justos y exagerados; tienen razón y no la tienen.
Incapaz de juzgarse a sí mismo, Martí está listo para avergonzar y humillar a los además: "avergüéncese aquel que les hable con perniciosas palabras de lisonja" a los oprimidos.
Jacques Rancière afirma que el obrero emancipado "no representa a un grupo o a un ambiente". Tampoco es "un obrero de vanguardia, un trabajador cualificado, un artesano de élite" ("La escena", 7). La labor de la emancipación consiste primero en "dar las propias razones y las propias cifras, refutar las de los otros, establecer que las propias están fundadas en derecho y en los hechos". Añade que "hay que acompañarlo de una atención al discurso del otro que revele todo lo que en ese discurso pueda demostrarse que es falso (en las cuentas o en el enunciado de los hechos)" (11).
Aquí reside la significación de las respuestas de Juan de Mata Ribera y de Espartaco a Martí. Ellas dan cuenta, testimonian un instante de emancipación, por fugaz que haya sido. Orestes prometió que respondería, pero se olvidó de hacerlo en el boletín del 23. El 25 de julio Espartaco debió darse cuenta de que no tenía sentido seguir hablándole a la pared. Recordemos sin embargo lo que ellos lograron: callar, si solo por un instante, la oratoria ensordecedora y restablecer, para ellos y para nosotros, los derechos del interlocutor.

No hay comentarios: