A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

jueves, 23 de octubre de 2008

PINTORES INOLVIDABLES.






(1907-1954,
Coyoacán, México)


"Por otra parte es la primera vez en la historia del arte que una mujer ha expresado con franqueza absoluta, descarnada y, podríamos decir, tranquilamente feroz, aquellos hechos generales y particulares que conciernen exclusivamente a la mujer"
(Diego Rivera hablando acerca de la obra de Frida)

El pasado día 6 fue el centenario del nacimiento de Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón, una mujer de vida torturada (intentará suicidarse varias veces) y elevada por méritos propios a ese olimpo de artistas absolutamente únicos, entre otras cosas, por ser autora de una obra en la que la sinceridad más absoluta es una seña de identidad primordial.

Su torturada existencia, se inició durante su niñez, cuando a causa de una polio que le dejará una malformación en un pie tuvo que pasar 9 meses postrada en una cama de hospital.

A los 18 años, el autobús en el que viajaba tuvo un accidente con un tranvía, a resultas del cual Frida sufrió heridas gravísimas que obligaron a implantarle una varilla metálica, para paliar las fracturas que tenía de columna, pelvis y piernas. Un mes de hospital y otros 9 meses con un corsé de escayola, y unos dolores que la acompañarían el resto de su vida.

Ahí fue donde dio comienzo su relación con el arte, ya que aprovechó su internamiento hospitalario para hacer sus primeros dibujos y pinturas, primero sobre el accidente y luego sobre sí misma

("Me pinto a mi misma porque estoy a menudo sola, y porque soy la persona a la que mejor conozco").

Corría el año 1925 y el dolor la llevará a retratarse a sí misma atravesada por clavos, llevando un collar de espinas o con cortes en el cuerpo que nos hacen llegar una sensación de un dolor que está más allá de las palabras

("Mi pintura lleva un mensaje de dolor. Ha completado toda mi vida").

En 1929, contraerá matrimonio con el idolatrado muralista Diego Rivera, también miembro, como ella, del partido comunista, para formar un matrimonio tumultuoso que terminaría en un divorcio, para volver a casarse un año más después. Un matrimonio que estuvo plagado de infidelidades por ambas partes.

La pintura de Frida es una pintura de testimonio, de lucha contra lo que la oprimía, de un ser poseedor de una enorme fuerza, rebelde, que encontró en la pintura algo a lo que asirse en los momentos difíciles y poder seguir luchando.

Para ello utilizará un estilo realista y aunque el gurú del surrealismo, André Breton, la incluyera en la nómina de los surrealistas,

Frida nunca terminó de identificarse con esa etiqueta ("No sabía que era surrealista hasta que André Breton vino a México y me lo dijo"). Serían Breton y Marcel Duchamp quienes la ayudaron a exponer su obra en Estados Unidos y en Europa.

En cierto sentido, la obra de Frida tiene fuertes conexiones telúricas, con las tradiciones más antiguas de México, muy pegada a su tierra y a sus tradiciones, que conocía bien gracias a que su padre la había introducido en el mundo de la arqueología y del arte de su país.

Elementos de las creencias precolombinas que luego se fusionaran con el cristianismo para dar lugar a una simbiosis enriquecedora.

La conexión que tenía con la fauna, las tradiciones y sus habitantes hizo que en alguna ocasión se la llegara a definir como "la más mexicana de los mexicanos".


Eso la llevaba a vestirse con vestidos coloristas, adornándose con aretes coloniales, collares de jade como los precolombinos, y se peinaba con esmero con peinetas y flores.

El hecho de no poder ser madre fue otro de los traumas que tuvo que aprender a sobrellevar y que reflejará en su pintura, como en alguno de los que pintó durante su estancia en Estados Unidos acompañando a Rivera.

Frida además de profundizar en su dolor, en su sufrimiento, lo hizo también en las tradiciones ancestrales del pueblo mexicano.

Las imágenes que crea Frida nacen de lo más profundo, del interior de una identidad en cuestión, imágenes interiores que toman realidades exteriores para hacerse cuadros con los que hacernos llegar ese mensaje absolutamente personal, para mostrarnos su alma, para exorcizar, si ello fuera posible, el dolor tanto físico como emocional.


Todo ello con una enorme serenidad y sinceridad, sin aspavientos ni elementos que distraigan la intensidad de un mensaje que nace de un dolor particular para convertirse en un asunto universal.


"Nunca he pintado sueños. He retratado mi realidad"






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