A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

miércoles, 5 de noviembre de 2008

CUBA-REPRIMIDA

LOS CHICOS DE LIBERPOOL
Por Tania Díaz Castro

Parece increíble haber leído en la prensa cubana de estos días que "las esculturas a tamaño natural de cada uno de los integrantes del legendario grupo británico The Beatles fueron develadas en Bayamo a las puertas de un centro cultural con el mismo nombre".

Las esculturas, fundidas en cemento con una pátina de bronce, representan a los músicos en su etapa juvenil, y fueron ubicadas en la calle Zenea, donde radica el centro cultural.

A la inauguración asistieron el ministro de Cultura y el presidente del Instituto Cubano de la Música, quien expresó que "tal acontecimiento prueba la posibilidad de ampliar las ofertas culturales y recreativas sanas del pueblo".

Destacó, además, que "Cuba siempre se ha nutrido

Se equivoca el titular. Eso que afirma ocurría antes de la revolución de 1959, porque a pesar de que las melodías de los Beatles se rebelaban contra la hostilidad hacia los extranjeros, contra el racismo y la injusticia social, durante los años sesenta y setenta, el gobierno cubano los tenía prohibidos, así como a los cantautores Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros.

¿Quién nos iba a decir a los que escuchábamos a escondidas a los chicos de Liverpool (y también a Silvio Rodríguez), que en Bayamo la juventud de hoy podría disponer de un local llamado The Beatles, que en un futuro (¡siempre el futuro!) dispondrá de un estudio de grabaciones para el público y un proyector?

Recuerdo la casa de mis amigos norteamericanos Sonia y Bob, residentes permanentes en Cuba, en el reparto Casino Deportivo.
Allí, por los años setenta, escuché por primera vez a los Beatles, aunque ya en 1963 había alcanzado fama mundial cuando revolucionaron el rock.
Recuerdo también cuando Bob alzaba el volumen de su equipo y sentíamos temor de que la policía tocara a la puerta y decomisaran sus discos.

Sonia y Bob, profesores de la Universidad de La Habana, jamás entendieron la censura del régimen hacia ciertas manifestaciones artísticas. Venían de un país libre (a él regresaron), y era lógico que pensaran así.
Nosotros tampoco lo entendíamos. Es por eso que dos o tres veces por semana nos refugiábamos en la linda residencia de nuestros amigos, ansiosos de escuchar a los Beatles.

Hoy, el gobierno cubano, al cabo de casi medio siglo, todavía no ha aprendido la lección.
Los prohibidos hoy son los artistas cubanos que han emigrado. Como castigo -no sé si a ellos o al pueblo- no pueden escucharse en la radio y la televisión.
Sin embargo, no es raro caminar por la calle y escuchar claramente a Celia Cruz, a Willy Chirino, a Albita Rodríguez, a Maggi Carlés y a muchos más.

Puedo imaginar en qué parque habanero, muy pronto, veremos sentada en bronce a Celia Cruz, la guarachera de Cuba, como está hoy John Lenón en una plaza del Vedado.

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