A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

domingo, 19 de diciembre de 2010

ENTERATE

Sin techo pero con cultura

Cerámicas hechas en el centro

La idea es que los sin techo tengan un espacio propio en la ciudad.

Ruben Caraballo ha vivido en la calle desde el año 2001, cuando a los 8 años su madre lo abandonó porque no lo podía mantener.

Desde entonces se las ha arreglado para subsistir buscando comida entre la basura, vendiendo objetos que la gente desecha o cuidando coches a cambio de monedas.

Desde hace unas semanas encontró un lugar "para pasar un rato". Ahora, durante algunas horas, usa una computadora, hace manualidades o mira televisión en Espacio Urbano, el primer centro cultural para personas que viven en situación de calle.

Unas 200 personas sin hogar (de un total estimado de 1.000 en Montevideo) se han registrado como usuarias de este espacio que los recibe de lunes a viernes de 9 a 17 horas, con propuestas variadas.

Fue creado por iniciativa del gobierno con apoyo de la sociedad civil, a partir de la premisa de que la cultura es un derecho de todos y del reconocimiento de que esta población hasta ahora había estado marginada de las actividades culturales y recreativas y de la producción artística.

"Te da la posibilidad de no pasarte todo el día en la calle. Yo llego temprano y ya nos ponemos a leer los diarios, a tomar un café o un mate y discutimos los temas del día", le cuenta a BBC Mundo Mario Rezzano, quien antes de que existiera este lugar salía del refugio municipal en el que pasa las noches a las 7.30 de la mañana y esperaba en la calle a que abrieran la puerta a las 7.30 de la noche.

Te da la posibilidad de no pasarte todo el día en la calle. Yo llego temprano y ya nos ponemos a leer los diarios, a tomar un café o un mate y discutimos los temas del día

Mario Rezzano

Rezzano es uno de los que concurren diariamente al centro y participa regularmente de muchos de los talleres que se ofrecen. En su caso, optó por fotografía, cerámica, literatura, plástica, candombe y radio.

En total, unos 50 hombres y mujeres de distintas edades participan de unas tres actividades a la semana, y las propuestas son variadas.

"A mí me gusta leer. Acá hay libros de poesía y cuando tengo ganas me siento, tomo uno y leo", dice Jorge Gazzano, de 55 años, mientras dibuja en un papel, a la espera de que comience el taller de esténcil.

El objetivo es que estas personas se mantengan en actividad, participen de un trabajo que les permita expresarse, sentirse bien consigo mismos y, quizás, hasta permitirles una salida laboral.

Disfrutar la vida

Usuarios

La iniciativa de crear este centro provino de los Ministerios de Educación y Cultura y de Desarrollo Social.

"La gente que vive en situación de calle se acostumbra a sobrevivir en vez de a vivir la vida", explica la profesora de plástica y psicóloga Claudia Baico, quien observa que a partir de la expresión artística muchas personas se dan cuenta de que pueden disfrutar de esa actividad y proyectarse a más largo plazo.

"El taller es un momento de liberación. Allí descubren que hay procesos, que se necesita tiempo para terminar una obra. Aprenden de las frustraciones cuando algo no sale bien, y disfrutan cuando algo les queda incluso mejor de lo que ellos pensaban que eran capaces de lograr".

Lo que se busca, explica la gestora cultural del centro, Yanin Guisande, "es trascender el asistencialismo" (ya que generalmente estas personas reciben comida y muchos de ellos pasan la noche en refugios estatales o municipales).

"La idea es aportar a su crecimiento, darles herramientas para la inserción en la sociedad, una formación crítica, manejar valores y, como se trata de gente que está muy sola, darles una contención y vincularlos con otras personas", agrega.

De hecho, el vínculo es apreciado por personas como Rezzano, quien dijo sentirse como en familia. "Me quieren y yo los quiero", asegura.

Alguien en quien confiar

Mario Rezzano

Mario Rezzano optó por fotografía, cerámica, literatura, plástica, candombe y radio.

Muchos encuentran en los trabajadores del centro el apoyo moral y psicológico que no tienen, al vivir solos, sin familias ni hogar.

"Se genera un vínculo de confianza bastante fuerte de parte de ellos por el contacto diario y si tienen un problema te lo cuentan; si no vienen nos cuentan por qué, se trata de hacer un seguimiento de lo que les está pasando", explica Victoria Uranga, encargada de comunicación. Además, ya se han generado amistades y hasta han surgido parejas.

Darío Fernández, de 20 años, quien fue desalojado de su vivienda hace cinco meses y ahora vive en un refugio junto a su madre, le dice a BBC Mundo que en Urbano recibe contención emocional pero a la vez siente libertad para hacer lo que le plazca.

"Nos dan mucho lugar a nosotros. No nos imponen que tomemos una clase específica sino que nos dan opciones para elegir". Fernández destaca lo "sofisticado" de los equipos, como las computadoras que utiliza para leer diarios por internet o para hacer su currículum con el objetivo de buscar trabajo, o la televisión de pantalla plana donde pueden ver películas.

Aprender de los alumnos

El equipo que trabaja en el centro contó que en una oportunidad propusieron un ciclo de cine y los usuarios se quejaron de la selección que habían hecho. Atendiendo al reclamo, hicieron otro ciclo con títulos elegidos por los participantes.

Se genera un vínculo de confianza bastante fuerte de parte de ellos por el contacto diario y si tienen un problema te lo cuentan; si no vienen nos cuentan por qué, se trata de hacer un seguimiento de lo que les está pasando

Victoria Uranga, encargada de comunicación de Espacio Urbano

"Hemos aprendido una lección: a no subestimar la capacidad del otro porque inconscientemente uno piensa que hay cosas que no les van a gustar y ellos nos dieron una lección de vida pidiendo para ver (algunos shows del grupo argentino) Les Luthiers, que es un humor intelectual", indica Leonardo Parodi, educador social de Urbano.

La iniciativa de crear este centro provino de los Ministerios de Educación y Cultura y de Desarrollo Social, y se implementa a través del trabajo de un equipo interdisciplinario de la ONG Luna Nueva, como una experiencia piloto de ocho meses que finaliza en marzo.

Integrantes de la oposición política apoyan la iniciativa, por entender que no se trata de un proyecto meramente asistencial sino que busca dar herramientas a estas personas para salir de su situación.

"En un país como el nuestro, por más que se quiera bajar la pobreza, hay una pobreza estructural que es difícil eliminar. Siempre va a haber personas en situaciones de calle y no es aceptar el hecho sino entender que no todos tienen las mismas posibilidades", le dijo a BBC Mundo Verónica Alonso, diputada del opositor Partido Nacional.

"Me resisto al asistencialismo porque dándole comida o dinero de por vida no logras que la persona se eduque o se reinserte al mercado laboral. Si esto logra que las personas encuentren algo que los motive, si es un bastón para que vuelvan a caminar, creo que es positivo", señaló.

Los integrantes del equipo confían en que los resultados obtenidos hasta ahora permitirán que el proyecto continúe.

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