A MI MANERA. ISABEL PANTOJA

lunes, 4 de octubre de 2010

ENTERATE

Ricardo Menéndez Salmón.


«El lenguaje es un centauro cansado», dice el autor. Pero la ficción no acaba nunca de remover la realidad, o viceversa.

SIGEFREDO CAMARERO

El escritor Ricardo Menéndez Salmón

Para darle otra vuelta de tuerca, Ricardo Menéndez Salmón acaba de publicar «La luz es más antigua que el amor», una novela o casi -una novela o más-, que aborda la historia de tres pintores (uno real y dos ficticios) y un escritor (trasunto del propio autor), cuyas peripecias ofrecerán extraños regalos y desafíos al lector.

Trama y acción que parten de un artista italiano del s. XIV que pinta una Virgen barbuda junto a la sentencia «lux antiquior amore» -que da título al libro- y es duramente amonestado por la Iglesia.

Su gesto enciende una llama de rebeldía y también inaugura una manera ambivalente y muy moderna de concebir el arte: como logro y como desolación, siendo ambas las caras de una misma moneda.

El segundo pintor es Rothko, el abstracto místico, subjuntivo y suicida, carácter en el siglo XX y autor de crucifixiones desmontadas sobre el abismo de la línea que separa dos colores, cielo y tierra, sueños de infancia y venas cortadas.

El tercero, el ruso Vsévolod Semiasin, devora su propia obra como gesto elocuente y revela las razones de su locura en una carta el 11 de septiembre de 2001, donde nos habla con extraña cordura de la Era del Desconsuelo.

Para acabar de completar el cuadro, el novelista Bocanegra mezcla en su paleta la realidad de estos pintores y la propia, la muerte y la ficción con tanta intensidad que podríamos decir que la novela se sale de su marco, que sus colores convierten el paisaje en un espejo o en una mirada tan real como un cauterio capaz de extraer el alma de las cosas. Verá morir su amor, llegará a Nobel: «La nada devuelve la mirada al escritor cada vez que se asoma a ella».

El amor y los sueños

Tal vez esa sea la gran virtud de este libro que, siendo una novela con trama reconocible, inicio y fin determinantes y determinados, rebosa su propia escritura a borbotones, sentimientos, latidos, ideas que caen sobre las manos y los ojos del lector y que construyen un magnífico ensayo sobre el poder -y la impotencia- de la capacidad humana para crear, para imaginar; sobre las razones y motivos por los que el amor se trenza como un talento al corazón hasta incendiarlo.

O sobre el paisaje asolado que dejan nuestros sueños, tanto cuando nacen como cuando se han vuelto inalcanzables.

Ricardo Menéndez Salmón se ha sobrepuesto a su exitosa «Trilogía del Mal» con esta narración que nos cuenta que «la vida es una lámpara que los hombres se ceden unos a otros» o recuenta «el azar, la voluntad, el empeño, la estrategia, la excelencia y, por descontado, la maldad» del destino humano.

¿Por qué los hombres -estos hombres, todos los hombres- pintan, escriben, piensan, se rebelan, mueren? ¿Qué le pedimos a una novela?

¿Cuánta emoción, cuánta ficción? Es un enigma, pero ¿la luz es realmente más antigua que el amor?

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